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Viernes, 5 de noviembre de 2004

CINE

Identidades integradas

Pensado como una herramienta que, al mismo tiempo, cuenta historias y las hace visibles para empezar a borrar
los límites entre la norma heterosexual y la diversidad de
elecciones, nació Diversa, un festival de cine GLTTB en el que casi nada (ni nadie) es lo que parece. ¿Y a quién le importa?

 Por Soledad Vallejos

Que significará ser queer? En ese ramillete de cuarentones circunspectos entreverados en la fila del cine Cosmos con elegantes señoras maduras, chicos y chicas con las marcas de haber abandonado ayer nomás la adolescencia y otr@s que rozan los 30, tal vez allí haya flotado la misma pregunta. Puede que haya habido entre ellos cierta sed de una respuesta, y quizá por eso estaban allí, esperando para convertirse (ritual cinematográfico mediante) en testigos de relatos de otros mundos privados que la cinefilia y los ahorros de un pequeño grupo logró traer a Argentina para armar Diversa, el Festival de Cine Gay Lésbico (en realidad, de temática GLTTBI) que acaba de llevar a cabo su primera edición (la intención original era enganchar su festejo de cierre con la Marcha del Orgullo, que finalmente cambió de fecha) y promete volver por más el año próximo. “Para crecer en la construcción de la identidad GLTTBI”, rezó la apertura del programa de films y actividades, pero “también para ir en favor de la integración de las identidades” fue que el Festival se planteó trazar un panorama en el que “ver historias que tengan que ver con nosotr@s, los que formamos parte de la comunidad GLTTB, y donde ustedes los que no son gays ni lesbianas ni travestis ni transexuales ni transgéneros ni bisexuales puedan compartir una mirada alternativa a la que los medios masivos tienen sobre nosotros y así, quizá por conocer, por haber visto, por compartir, empecemos juntos a acercarnos un poco más a la utopía de que no haya ni ustedes ni nosotr@s y que la comunidad sea sólo una y que a nadie le llame la atención la diferencia”. Y es que, no tan al fondo, la visibilidad puede ser una (gran) estrategia para que compartir sea cosa de todos los días.
Gabriela Waisman dice que terminó convirtiéndose en directora de Diversa a fuerza de necesidad, más que por imperativo de una militancia política: como graduada en cine y televisión y cinéfila cansada de enterarse de refilón de cosas que no llegaban ni a las orillas de las pantallas argentinas, decidió, junto con algunos amigos, tirarse a la pileta y buscar algunas obras (cortos, pero también largos) extranjeras, pero también de Argentina. La respuesta que obtuvieron los abrumó tanto que apenas comenzado el Diversa 2004 ya pudieron empezar a programar el que harán el año próximo, pero además –y fundamentalmente– sirvió para confirmar la sospecha que los alentaba:
–Es un espacio cultural que faltaba, no sólo la necesidad de un grupo. Acá, por lo menos en Buenos Aires, estaba faltando algo así, y te das cuenta cuando, por ejemplo, en el BAFICI hacen un ciclo de Bruce LaBruce y aunque lo pongan en un horario muy tarde a la noche se llena la sala. Tenemos esos antecedentes. Como yo lo veo, no es estrictamente un festival militante, en el sentido de acción política, porque no se trata de demostrar nada a nadie, sino simplemente de invitar a compartir otras realidades. Las películas que seleccionamos son historias de gente gay, chicas lesbianas, travestis, transexuales, bisexuales y también transgéneros, que quedaron como excluidos de las siglas pero solamente por una cuestión de convenciones. Porque insisto en que el Festival no es exclusivamente para nosotros, sino también para el que no conoce (y quizáno sabe de esas discusiones), nuestra idea es facilitar los procesos, no invisibilizar a nadie.

El registro del mundo (propio)

Laura pone a funcionar un grabador y ensaya tonos de voz, mientras en el piso su hija Alisa se entretiene haciendo garabatos y, de tanto en tanto, levanta la cabeza para corregirle alguna sílaba pronunciada de manera demasiado grave, algún modismo demasiado masculino, o un pifie que delata falta de detalle en el cantito de la oración. Alisa explica que Laura es su padre, un señor que en 2002 (el documental es de 2003) se sentó con ella junto a su madre para decirle que él, en realidad, quería ser mujer, que no se sentía cómodo como hombre y que, sin embargo, eso no significaba que dejara de ser su padre ni que fuera a separarse de su mujer. Palabra más, palabra menos, así comienza el impactante por lo natural e increíblemente tierno Laura Is My Father (de Juul Bovenberg), uno de los documentales que, en la sección de cortos Generación Q (que también incluyó obras ficcionales), fue elegido para dar cuenta de cómo los procesos de (auto)construcción de género se cruzan con dinámicas familiares cotidianas y tan domésticas como comprar un regalo para el día del padre (Alisa, en el primer regalo que hace a su padre convertido en mujer, termina decidiéndose por un set de cosméticos y cosas útiles para el arreglo personal) o ir al colegio cuando se tienen apenas 11 años y se acaba de salir del closet frente a la familia y los amigos (Relieved, el corto de Aliona van der Horst en el que Kristopher, a pesar del lugar común de la “tolerancia” holandesa, debe responder cada día a prejuicios homofóbicos de sus compañeras y compañeros, y teme por su futuro inmediato: cuando sus amigas consigan novios y él no, ¿cómo será su vida? Aún más: “¿cómo será ser gay en el mundo?”). Cuando Laura era Klaas, dice su hija, estaba siempre de mal humor; pero desde que blanqueó sus deseos de ser transex es diferente, “está alegre, me hace feliz”. Alisa explica a cámara: su padre quería llamarse Yvonne, pero a ella y a su madre no les gustaba la idea de bautizarlo con nombre de muñeca, y entonces empezaron a recorrer libros. De allí surgió el “Laura”, y de un chiste a propósito de la decoradora mediáticamente chic salió el apellido “Ashley”. Las rutinas familiares incluyen escaparse el fin de semana a Amsterdam, para que padre participe de las reuniones de un grupo de autoayuda de transex (“acá hay gente común, y también punks y gente extraña, seguro que Laura aquí no llamaría la atención. En el pueblo algunos dicen que Laura está loca, yo sé que no, quizás ellos sí, pero nosotros sabemos que nosotros no estamos locos”), Alisa, Laura y su madre adoran acomodarse en la ventana de un bar: es el mejor lugar para ver chicos lindos. A veces, a Alisa le preguntan si Laura es también su madre, dice que responde “no, yo tengo un padre que es mujer y vos uno que es hombre, pero en los dos casos son padres. La diferencia es que lo llamo por el nombre y no le digo ‘papi’ porque sonaría raro”.
La Argentina, a qué negarlo, a fuerza de luchas y visibilidades todavía en desarrollo, es más modesta en sus ambiciones. Si Iván Fantasía pudo documentar en Misión posible un pequeño recorrido cronológico de acciones que fueron acompañando el crecimiento de un proyecto hasta convertirlo en celebrada ley de unión civil y Julio Chaile en Wet Dreams se sirve de algo muy parecido al video arte delicadamente experimental para indagar en sensaciones y percepciones de lo queer, los límites de la representación posible a nivel local y las historias cercanas también pueden ser sutilmente sorteados y recorridos. Al menos, eso demuestra No importa que se mueran las jirafas, una obra de Gustavo Sidlin que hace del erotismo adolescente entre dos amigas una historia de amor frustrada por el surgimiento del amor heterosexual.

Ser todo

”¿Viste que existe el mito del que se siente ‘un hombre encerrado en un cuerpo de mujer’? Bueno, yo estoy lejos de eso: soy una sirena encerrada en un cuerpo de mujer.” La crítica y promotora cultural santafesina Querelle fue otro de los hallazgos de Diversa, no fílmico estrictamente hablando (aunque ella desde su nombre se haya erigido como una construcción entre lo literario y lo cinematográfico, por el libro de Genet y la película de Fassbinder, “quiero ser póstuma con ese nombre, que diga ‘aquí yace Querelle’”), pero sí en lo que se refirió a las Mesas de charla y debate que se articularon, desde el Palais de Glace, con la programación.
–Ahora, en música, está mucho la cuestión de clasificar: te dicen “esto es hip-hop-trip-funk...”, y una dice: ¿quééé? Es muy fuerte esa pulsión por poner categorías. Pero yo me niego a elegir: soy trav-trans-girl-boyping-pong. Soy todo eso, limitarme a alguna sería castrarme, aunque claro, cuando me relaciono con el mundo me trato a mí misma como chica porque me siento una chica, aunque no como una cuestión biológica. Quiero que el otro vea lo que pueda, porque yo soy polizón de mi cuerpo, soy una esencia.
Y el otro, puesto a mirar a Querelle pudo verla arribar a la mesa “Todo lo que usted quiso saber sobre el cine GLTTB pero nunca se atrevió a preguntar” radiante pero sin haber preparado su exposición (“voy a ser sincera, conocí a un chico que me voló la peluca y no preparé nada”), y que terminó cantando “como Michelle Pfeiffer en Los fabulosos Baker Boys” arriba de un piano... a capella. O reconstruir paso a paso cómo una identidad puede fundarse a partir del contacto con el cine entendido como narrador de historias pero también como ventanas de lo posible, como hizo en “Ese claro objeto del deseo: travestismo e intersexualidad”. Sin embargo, hay una Querelle que sí suele tomarse en serio su trabajo, como la que durante seis años llevó adelante en una AM de Santa Fe un espacio de la comunidad homosexual pero también abierto al público en general, o como la que, puesta a escribir, colabora de tanto en tanto con la revista de cine El Amante y echa luz sobre, por ejemplo, la representación cinematográfica del sexo anal: “el cine le ha dado la espalda, lo ha confinado directamente a su hijo no reconocido: el pornográfico, tan explícito y revelador que vale por sí mismo. El no-guión legitima otras verdades fuera de la palabra; hay una desnudez más allá de los cuerpos físicos, un lenguaje ‘para entendidos’ pero a la vez simple y descifrable: un culo es sólo un culo. El sexo anal siempre ha sido sinónimo de dominación, dolor y humillación. La alianza con lo placentero lo reduce a una perversión de manual y lo eleva a un pavor supremo: la extinción de la Raza Humana”.

Para más información del Festival, se puede consultar el sitio www.diversafilms.com.ar, y para comunicarse con Querelle no hay más que escribirle a [email protected]

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Querelle, la crítica, performer y promotora cultural santafesina
 
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