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Viernes, 4 de marzo de 2005

SALUD

Cuando calienta el sol

Dice una ley no escrita de la belleza femenina: “te broncearás”. Y en aras de su cumplimiento van rebaños de chicas, que quieren verse como se deben ver, aunque el camino sea peligroso y la llegada todavía más amenazante. Al calor de una industria cosmética rozagante (y siempre llena de novedades), la huella de Febo en la piel es bastante más que un dorado bonito.

 Por Luciana Peker

¿Será por el color? ¿Por salirse del blanco, ese neutro que flamea cuerpos híbridos demasiado transparentes, demasiado incoloros? ¿Será por despachar la palidez que huele siempre a tristeza? ¿Será por tomar color, por pigmentarse con los matices de la tierra, por reflejarse dorado como la arena? ¿Será por tapar –creer que se tapan– las huellas del cuerpo que marcan trazos, que hachan la piel de pasados? ¿Será por el deseo de pintarse íntegro, de ser nuevamente un papel en blanco? ¿O mejor dicho, dorado? ¿Será por mutar, por la voluntad constante de volverse otro -aunque sea– un poco más rojo, marrón, oscuro, tostado, otro distinto a ese que está siempre ahí cuando nos vemos? ¿Será por el calor? ¿Por sentirse húmedo, abrigado, envuelto por esa tibia sensación que –siempre que no agobie– acaricia? ¿Será por combinar con el fucsia o el verde? ¿Por no sentirse diferente, no desentonar, no sobresalir, como blanco sobre negro, en una marea de cuerpos estallados de verano? ¿Será por deseo o por obligación? ¿Será por presentar el color como un pasaporte, una foto, un sello de las vacaciones, ese tiempo dorado que todavía muestra que nos podemos desocupar porque estamos ocupados? ¿Será por probar que se sigue pudiendo lo que antes se podía? ¿Será porque siempre hay que hacer algo y tomar color es la única utilidad de estar echado? ¿Será por el calor, el color? ¿Por qué será que –aún ahora que sabemos que lastima– el sol sigue siendo un dios moderno? Así, como lo dijo una mujer ejemplar de adicta al sol en el programa Adikta, conducido por Juan Miceli, en Canal 13. “El sol es mi dios”, elevó desde la reposera en medio de la isla de césped, como una fábula resumida de la relación de muchas de las mujeres argentinas con el sol. “Nunca me dio razones para dejarlo y espero que nunca me las dé”, alegó ella, con la letra en los moldes de la novela del amor ciego donde todo está a la vista, pero nada se ve. ¿Por qué encandila el sol?

Muéstrame cuánto sol tomás y te dire cuán pobre o rico eres

“A lo largo de la historia estar tostado era un signo de la gente que trabajaba y estaba expuesta al sol. Y, justamente por eso, entre las clases altas no estaba bien visto estar tostado. Al punto que mucha gente se manejaba en la calle con máscaras, como las que vemos ahora en el Carnaval de Venecia, para que el sol no los tocara. Pero en los años ‘20 eso cambió radicalmente: Coco Chanel pone de moda el color tostado en la piel. A partir de ahí gira la historia y lo que queda bien es estar bronceado. Así como, en un principio, las clases altas se protegían del sol para diferenciarse de las clases bajas, después, empiezan a mostrarse bronceadas también para diferenciarse y mostrar que podían veranear en St. Tropez o en Playa Grande”, relata Claudio Martínez, diseñador e historiador de la moda. La relación entre el sol y el dinero muestra la cara y ceca de cuerpos que relucen belleza y estatus, que pretenden reflejar –pálidos o tostados– sus pigmentos como prueba no sólo de lo que son sino también de lo que tienen. Igual que la ropa o el estilo corporal, el bronceado es un síntoma de las épocas. “En los ‘60 el sol se democratiza y se toma en todos lados: en las terrazas, en los balcones, en donde se puede. En La dolce vita, hay dos mujeres tomando sol como símbolo de la buena vida. En los ‘70, la moda crece tanto que el color del bronceado se vuelve agresivo. Ahora, otra vez surgen las diferencias sociales porque las clases medias altas son las que más se cuidan del sol por una simple razón: las cremas protectoras y los autobronceantes inocuos son muy caros. El dinero vuelve a hacer diferencia: hoy sólo los que pueden usan un bronceado saludable”, remarca Martínez.
Estar tostado pasó de ser vital a ser peligroso: los rayos ultravioleta tienen incidencia directa en el envejecimiento prematuro y en el riesgo de contraer cáncer de piel. La información está y –es cierto– los protectores ya forman parte del kit de vacaciones o de salidas al aire libre. Sin embargo, para una gran cantidad de mujeres que se recuestan durante enero y febrero sobre la arena, el objetivo sigue siendo volver quemadas.
“El bronceado es la manera que la piel tiene para defenderse de la agresión que le producen las radiaciones. No es algo natural –remarca Patricia Dermer, Doctora en ciencias químicas y análisis biológicos, integrante de Skin Cancer Foundation y directora del centro estético Lidherma–. Es una costumbre cultural que promovió la piel bronceada como índice de estatus económico. Se hizo un culto a la diferencia social y todavía hoy los medios de comunicación utilizan la imagen de la mujer bronceada como sexy y saludable. La industria es muy fuerte, se invierte mucho dinero en torno a la adoración al sol y eso genera adictas que creen que el bronceado es una vestimenta y asocian la sensualidad al sol. Es un error”. Las tiritas de las bikinis son cada vez más chicas y cada vez son más grandes las expectativas de que una mujer entre (no sobre) en una bikini con tiras chiquitas que, además, no se noten, no desencajen como un juego de engranajes con graduaciones cromáticas distintas, que no delaten el blanco teta que se llama así, porque las tetas son –al menos hasta hace muy poquito– las partes blancas, no expuestas, al teñido de los rayos solares. Las mujeres tienen que tener cuerpos marcados y sin marcas. La exigencia de los mandatos estéticos iluminan, una vez más, la presión que apunta contra la imagen femenina –en nombre de la imagen femenina– a las mujeres argentinas.
El sol, a toda hora, en todo lugar, a cualquier precio, es un capricho que tiene fronteras. “En Europa el mandato de la piel bronceada es mucho menor –compara Dermer–. En los contratos que firman las modelos hay una cláusula que prohíbe tomar sol, porque envejece muchísimo. La piel lozana, hidratada y luminosa es sinónimo de belleza y eso se contrapone a tomar sol. Y en Australia, por ejemplo, se promueve la vida al aire libre, pero a la sombra”. Un ejemplo del entierro del bronceado oscuro en el primer mundo es que aunque Australia sea sinónimo de playa, la mujer sinónimo de Australia es Nicole Kidman, uno de los pocos íconos actuales de belleza femenina transparente, sin color artificial. Simplemente blanca. Ivana Berg Simiz, brand group manager de Beiersdorf (la empresa que fabrica la línea cosmética Nivea) explica: “La tendencia mundial es que la gente se cuide más del sol y que se recurra más a los protectores solares. Pero, enEuropa, hay una fuerte tendencia a usar protectores altos (hemos lanzado el factor 50 con excelentes resultados) mientras que en la Argentina todavía son muy elegidos por las mujeres los bronceadores con factores muy bajos de protección como 2, 4 o 5. Hay un segmento de la población consciente que usa bloqueadores altos del 30 al 50, pero las más jóvenes usan índices menores. Es indudable que en Europa la gente tiene más cuidado y acá todavía falta conciencia”.
Por supuesto, el mercado de la cosmética, además de ganar con la venta de protectores solares, ofrece cada vez más opciones para resaltar o reemplazar el bronceado sin agredir a la piel. “La gente está consumiendo cada vez más productos innovadores, como protectores solares con reafirmantes –que mejoran la elasticidad de la piel además de cuidarla–, o protectores con efecto luminoso, que dan por sí solos un efecto dorado que ayudan a sentirse un poco bronceada sin necesidad de exponerse al sol. Por esta misma razón, también crece la venta de autobronceantes, que actúan sobre la melanina de la piel, sin lastimarla, pero produciendo un efecto dorado natural”, detalla Berg Simiz. Con ella coincide, Dermer: “Los autobronceantes desarrollan un color cobre por oxidación de las proteínas del estrato córneo. No son peligrosos. Por eso, se fomenta su uso con el objetivo de alentar a la gente a tomar menos sol”. A diferencia de los autobronceantes –prácticamente un maquillaje que durante una semana modifica la pigmentación de la piel–, hay otras nuevas costumbres que sí son nocivas para la salud (y duran todo el año). “Las camas solares son radiaciones que se ofrecen 24 horas por día y los 360 días del año. No se les explica a los jóvenes sus riesgos y no hay control de su uso”, alerta la integrante de Skin Cancer Foundation.
Otro nuevo negocio es “Sol Pleno”, autopromocionado como un sistema de bronceado sin sol que ya tiene 380 locales en todo el país. Claudia Halac, directora de esta empresa, promociona: “Sol Pleno es un sistema de bronceado natural que se aplica con un pincel de aires, utilizando lociones que no perjudican a la piel y le otorgan un aspecto luminoso. Después del aumento de los índices de cáncer de piel muchas mujeres quieren cuidarse más sin sacrificar su aspecto. Esta es una alternativa ideal para protegerse de los rayos solares y, al mismo tiempo, lucir un buen color”. Caras y cuerpos untados de cremas contra los rayos UVA y UVB, sombreros y remeras para amortiguar el impacto, lociones y pinturas que simulan ser un bronceado que no es, horarios prohibidos o a la sombra para esquivar la guerra directa del sol contra la piel. Atajos, negocios y escudos. Nuevas formas de consumir y vender sol, tomar y mostrarse bronceado. Otras estrategias. Aunque sin renegar ni renunciar al sol: un dios moderno que reina por color, calor o moda. Pero que reina y sigue quemando.

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