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Viernes, 17 de mayo de 2002

TENDENCIAS

¿Y si nos hacemos un videíto?

La proliferación de las cámaras Web y los contactos sexuales a través de la red han puesto en acción a muchas parejas con ganas de mirar y ser miradas. En la industria porno nacional, en tanto, atraen más las personas comunes y corrientes que las estrellas, sobre todo porque estrellas no hay.

Por Sonia Santoro

Nosotros somos un grupo de amigos swingers de la zona oeste que filmamos nuestras cosas. Esa fantasía la tuvimos siempre. Filmábamos videos caseros. Los mirábamos a las seis de la mañana cuando terminábamos todo y después se los quedaba el dueño de casa, o los borraba o los guardaba”. Oscar prefiere no dar su apellido, aunque no haya tenido problemas en mostrar su humanidad entera ante miles de personas. Es el ganador de “Expedición sex”, esa remake sexual de los reality shows que poblaron la pantalla chica argentina durante el 2001. Pero siempre le gustó exhibirse. Es casi imposible contabilizar la cantidad de adeptos que el amateurismo porno tiene en la Argentina, pero se sabe que hay muchos y que la crisis estaría favoreciendo su proliferación: la precariedad económica hace que muy pocos se arriesguen a producir profesionalmente, y los videos caseros reportan, además de algún goce, algún dinero.
Lejos de la figura de la estrella porno, estos actores podrían ser el vecino o la vecina de la vuelta. Y justamente en esto parece residir su éxito. Mientras que en Estados Unidos y Francia las grandes productoras filman películas con actores aficionados, en Europa tienen más éxito los videos caseros, comprados y distribuidos comercialmente por las productoras. Ese es el otro costado del amateur.
Con una cámara en la casa, seguramente alguna vez a alguno de los miembros de una pareja se le haya cruzado por la cabeza la idea de filmarse teniendo sexo. Tal vez después nunca volvió a pensarse o pronunciarse la insinuación. Pero quizás a partir de ese momento esa pareja se convirtió en adicta a la camarita y, por derivación, en una pareja porno amateur. Ese parece ser el comienzo de todos.
Oscar, platense, vendedor de ropa de cuero, soltero y con un hijo de 15, dice que todo empezó por su interés por el sexo grupal, despertado a los 19 años en un viaje a España.
–¿Y qué es lo que te gusta de que te filmen?
Y... yo mido un 1,94 casi... Me gusta verme –dice.
Oscar está convencido de que está bien. Y lo muestra su estilo de galán cuarentón aggiornado: pulóver que deja ver algo de vello de su torso desnudo, pelo mojado hacia atrás, con arito en la oreja izquierda y tatuaje en el brazo derecho. Seguramente por eso, y empujado por una pareja amiga de actores porno, Fiama y Héctor, se presentó al casting para Expedición Sex. A pesar de no ser profesional, el hombre dice no haber tenido ningún problema ante las cámaras. Más bien parece que lo estimulaban. “Al cuarto día me di cuenta que podía ganar, entonces, cuando la cámara dormía yo dormía, me levantaba temprano, hacía un poquito de yoga, me comía 8 bananas, un litro de leche, un kilo de fideos por día... hidratos de carbono. Tomaba 5 litros de agua y no fumaba. Y así y todo, 13 kilos menos me traje porque el potencial de las chicas fue tremendo, te seguían, era todos los días varias veces”, cuenta. Además, dice, se había mentalizado para que todo funcionara, cosa de no pasar un papelón frente a los incipientes seguidores del reality porno.
Las convocatorias para que los aficionados se animen a mostrar lo que usualmente no pasa de sus cuatro paredes o del intercambio con otros adeptos, suelen ser un recurso bastante usado por las revistas especializadas. También en este momento en la Web hay un emprendimiento nacional amateur. “Desexolatino.com” es una webcam donde se invita a los cibernautas a tener sexo real y ser filmados, obviamente, con una actriz porno. Se puede ver en la pantalla de la PC todos los martes, jueves y viernes de 21 a 23. Para los que se animan a ser vistos, es una opción barata para tener sexo gratis con profesionales.

Caseritos
“Somos una pareja joven, de la Argentina, y nos gusta filmarnos cuando hacemos el amor, los dos solos o con amigos. Tenemos nuestros videos en VHS y nos gustaría intercambiarlos con otras parejas... Si están interesados envíen e-mail a [email protected]”. El aviso es uno de los tantos que salen publicados en las revistas de contactos, pero fue el único que contestó al requerimiento de tener una entrevista. “Vía e-mail”, exigieron, y también pidieron por favor que publicara su dirección para que les escribieran. Ariadna, de la pareja en cuestión, es una psicóloga de 27 años, rubia y de cuerpo proporcionado –dice su email– que vive con Marcelo (en Rosario, Santa Fe), un comerciante de cuerpo atlético con el que se casó hace 3 años. La idea de incorporar la camarita a la cama fue de Marcelo y lo ven como “un incentivo adicional”. Empezaron cuando eran novios y después conocieron gente amiga que tenía su mismo interés y decidieron intercambiarse videos. El paso siguiente fue conectarse, vía Internet, con parejas de países como Chile, Uruguay, México y España. “Al principio hay que ser muy cuidadosos –cuenta Ariadna–, en esto hay mucha truchada, y eso lo tenemos que filtrar. Por eso si no los recomienda nadie, exigimos que nos envíen ellos a nuestra dirección uno o dos videos y allí recién nosotros les contestamos con igual cantidad de videos o incluso más, según la calidad”.
Se sabe que uno de los atractivos del filmarse es el exhibicionismo y, su contracara, el voyeurismo. “Empiezan con el espejo, por eso hay espejo en los hoteles, y después ‘uy, a ver si lo ve otro’... y después que lo vean muchos. Es la manía o la obsesión de ser mirados por mucha gente,cuanta más gente mejor porque eso equivaldría al éxito”, dice Maytland. Y Ariadna confirma: “Nos gusta ante todo ver y en gran parte también ser vistos por otras parejas que disfruten de lo mismo. Es muy excitante ver disfrutar del sexo a gente común, no a actores”.
Ariadna y Marcelo tampoco pensaron en actuar profesionalmente, las películas porno les aburren, dicen: “Realmente, lo espontáneo de lo real, lo cotidiano, nos excita mucho más que ver a dos actores”.

Clandestinos
Además de haber inventado algunos productos célebres como el dulce de leche o la birome, los argentinos hemos sido pioneros en el desarrollo del cine porno. Se dice que uno de los primeros films data de 1907 y se llama El sartorio. Según Luke Ford, un investigador norteamericano, el argumento trata sobre tres mujeres que juegan en un río mientras aparece un hombre disfrazado de demonio con una cola, cuernos y falsos bigotes y captura a una ellas, que le practica sexo oral; después hacen un 69 y, finalmente, se produce la penetración con primeros planos del pene del hombre. Ariel Testori, periodista especializado, cuenta que “entre 1907 y 1910 se vendía fundamentalmente a Europa, a prostíbulos de Inglaterra, Francia, Los Balcanes y Rusia. Y prueba de eso es que Eugene O’Neill, el dramaturgo norteamericano, en sus memorias dice que cuando vino acá, en 1920, lo llevaron a ver películas pornográficas a cines de Barracas y de La Boca. Ese cine porno era amateur porque las actrices eran bataclanas o prostitutas, no tenían ningún conocimiento sobre actuación”. Y porque hablar de porno amateur en la Argentina es, prácticamente, hablar de toda la producción nacional de cine para adultos porque en la mayoría de los casos las actrices o actores se enfrentan a la cámara por primera vez y las producciones distan bastante de considerarse profesionales.
En los ‘30, la Chicago argentina también tuvo su producción, siempre en relación a la prostitución, y, se sabe, se han hecho muchas películas a pedido para gente de mucho dinero. O sea hasta los ‘60 todo era puramente clandestino. Y a partir del ‘83 se da una apertura, se empieza a recibir cantidad de material del exterior y aparecen intentos de hacer películas. Estados Unidos pasaba por su propio boom amateur porque la aparición del video estaba destruyendo los circuitos comerciales de exhibición. En 1989, cuenta Testori, aparecieron películas protagonizadas por jóvenes sin experiencia filmadas con cámaras domésticas y de muy bajo presupuesto. “El pionero fue Ed Powers, un veterano del negocio del sexo, que terminó convirtiéndose en productor, director y actor de sus películas. Su primer trabajo fue ‘Bus Stop Tales’ en la que en una parada de ómnibus a cambio de 500 dólares convence a una joven coreana para que tenga sexo con él frente a una cámara. La película fue un éxito y se convirtió en una serie con 15 films más”, agrega. Después, junto a otro famoso del rubro, Jaime Gilles, empezó a producir la serie Dirty Debutantes, que ya lleva más de cien números.
En la Argentina, Maytland produjo varias series de este tipo, llamadas Porno debutante argentinos. “Lo más común es quienes lo hacen por primera vez con la intención de llegar alguna vez a ser actores; eso me lo acercan y se les pone música, se los emprolija para no hacerlos tan densos o aburridos y punto”, cuenta el director.
La mentalidad y la crisis económica argentina, seguramente, contribuirán a expandir la producción amateur. Casi tanto como el gusto estético o esa cultura nacional del “lo atamos con alambre”. Como dice Testori, “el cine para adultos es todo fantasía, y las mujeres que aparecen ahí son divas a las que no vas a acceder nunca. Pero el cine amateur te da la posibilidad de que digas ‘esta chica es igual que mi compañera de oficina’. Y ahí reside el éxito del cine amateur y por eso siempre se vuelve a esa idea. Y, además, si es nacional tienen éxito aunque sean malas”. ¿Tendrá que vertambién con el placer de no escuchar a rubias exultantes repitiendo, cual muñeca que habla, ‘oh yea, oh yea’?

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