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Viernes, 24 de junio de 2005

Coco sus amantes y sus ideas pop

Por Felisa Pinto

Casi 34 años después de la muerte de Gabrielle Chanel –también llamada Coco o Mademoiselle, según la época–, se acaba de inaugurar en el Museo Metropolitano de Nueva York la muestra que lleva, en cambio, su marca, Chanel. Para su curador, Harold Koda, del Costume Institute, tanto la obra como la visión de la nueva mujer del siglo XX que inventó la modista, merecen conocerse en estos días de caos y desconciertos. “Ella fue quien más allá de su genio como artista de la moda, revolucionó las ideas sobre el vestido y el vestirse y su nombre fue sinónimo de refinamiento y flair, o chic, si se prefiere”, asegura Koda en el catálogo.

La muestra Chanel (1883-1971), examina y exhibe la historia de la casa desde sus comienzos, focalizando sus diseños-iconos con todos los detalles de cada período. También revela la yuxtaposición de su obra con la reinterpretación de Karl Lagerfeld, quien, a partir de 1983, revitalizó y puso al día la etiqueta, a veces violentando los límites de la identidad de Coco, para obedecer, en cambio, leyes del mercado y ganar millones. Cambios que quizá no hubieran disgustado a Mademoiselle, quien amaba lo caro y verdaderamente suntuoso más que a nada en el mundo. Aún más que a sus amantes, dicen los que saben.

Sin embargo los dos primeros (amantes), Etienne Balsam y Boy Capel, la ayudaron a afirmar su personalidad y le aportaron ayuda financiera para su debut en la moda. Cuando sucumbió al charme del Gran Duque Dimitri Pavlovitch, ella ya era rica y célebre, pero bajo su influencia rusa diseñó joyas de fantasía en estilo bizantino, y el perfume Cuir de Russie que hasta hoy se puede comprar, por encargo, en la sede de la calle Cambon, en París. El Duque de Westminster, por su parte, la cubrió de joyas millonarias y del gusto por los yates y el tweed, urdimbre inglesa que incorporó como pionera en el vestuario de las elegantes francesas. Otro amante (o amigo, dicen otros), Pierre Reverdy, la aconsejó en los textos sublimes que escribió en sus catálogos en su condición de poeta, y Paul Iribe, decorador, ilustrador y dibujante, incentivó su imaginación gráfica y ella creyó ver en él al hombre de su vida, hasta que murió de repente, con el consiguiente desconsuelo de la diseñadora.

Y probablemente, a partir de entonces, la llamaron Mademoiselle. Lo que nunca quiso decir “solterona”.

Construcción de un mito

Cuando Coco nació, el 19 de agosto de 1883, fue bautizada Gabrielle. En 1910, ya la llamaron Coco y en los años ‘20 devino Mademoiselle. Fue el momento en que entró en la leyenda como personaje fabuloso, a la vez secreto y espectacular. El primer golpe teatral de Coco fue el impiadoso corte con tijeras filosas para acortar las faldas y liberar el cuerpo del corset que oprimía a las mujeres en el siglo XIX. Con un sentido único de la oportunidad, una independencia del gusto y un talento considerable, osó, innovó e impuso su estilo. En 1916 destronó al corset, algo que ya había hecho Paul Poiret a principio del siglo XX. Pero esta vez, otra razón más técnica quizás en lo que toca a la costura, para eliminar la rigidez. Porque ella descubrió e impuso el jersey, una tela habitual en las camisetas de ropa de trabajo y jamás en la alta costura. Eligió también el crêpe por su blandura, y recortó las faldas no tanto por seducción sino por razones de comodidad. “Una mujer que trabaja no puede andar sino cómoda”, decía.

Por las mismas, cómodas, razones, en 1918 las hizo descubrir el cardigan, en 1920 impuso el pelo corto a lo muchachito, y el pantalón, para redondear el look masculino. Sin embargo, en 1924, cansada del colorinche de los años locos, según ella, les impuso el vestido negro (la petite robe noire), obra maestra de la simplicidad y la elegancia. A ese estilo seguirían los otros iconos afines: la pelliza, el tailleur de tweed, el blazer, los botones dorados, el trench coat, las joyas de fantasía, la cartera colgante y el color beige, entre otros éxitos. Que en estos días han conocido una suerte de resurrección al evocar aires retrospectivos y glamour.

Lujo popular

En la base del estilo Chanel se descubre la idea de pureza y armonía, aliado con el lujo y el refinamiento sutilmente disimulado, por lo que los modistos de su época denominaron a su estilo “lujo pobre o miserable”, según quien y con qué intención lo dijera.

Para completar ese look total, fue pionera en crear un perfume con la etiqueta de su casa de costura. En 1921 Chanel Nº 5 fue creado por ella y por Ernest Beaux, fabricado con esencias artificiales (aldehídos) dentro de un envase de formas depuradas y racionalistas que, muchos años después, en 1959, fue premiado como diseño destacado del siglo XX, en la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Nueva York.

Vuelta y despedida

En la cúspide de su éxito y el triunfo de su estilo, celebrada no solamente por gente de la moda sino por sus amigos más íntimos; Colette, Cocteau, Max Jacob, Picasso, Dalí, Strawinsky, Milhaud, Misia Sert y el duque de Windsor, entre otros, Coco cerró su tienda al comienzo de la Segunda Guerra Mundial, en 1939, para reabrirla en 1954, cuando tenía 71 años. A pesar de lo que todos creían, volvió tan combativa y arrogante como siempre. “Tuve la suerte de espiarla, cuando se sentaba en la famosa escalera de la rue Cambon, mientras ella vigilaba el desfile de sus colecciones y cada movimiento de las mannequins y cada gesto de la concurrencia, entre la que hube de encontrarme, gozando la colección de otoño-invierno 1963. Allí estaban sus famosos tailleurs, con los cinturones de cadenas doradas entremezcladas con cuero, que sostenían las faldas, las carteras matelassé y las sandalias bicolores que hacían perder el juicio.”

En enero de 1971, Mademoiselle murió en su habitación y suite del hotel Ritz, desde donde podía vigilar su tienda situada sobre la misma calle.

También en enero, pero de 1983, Karl Lagerfeld retomó la bandera de la marca y obedeciendo a su personalidad multifacética, construyó y decontruyó la etiqueta tantas veces como fuera necesario, hasta ahora,cuando ha vuelto a las fuentes de Mademoiselle, con más fidelidad que nunca. Son cosas del mercado. ¿Qué hubiera opinado Coco?

La muestra del Metropolitan cierra en agosto. Por si a alguien se le ocurre viajar a Nueva York.

Las fotos de la ropa de esta nota pertenecen a las colecciones de Chanel 1983 y de 1985, con modelos de alta costura y boutique, revisitada por Lagerfeld y lucida por Inés de la Fressange, top model franco-argentina, en esos años y posteriores antes de convertirse en su propia marca e icono del buen gusto en el mundo.

Chanel, según Victoria Ocampo

Victoria Ocampo eligió vestirse muchas veces en la casa Chanel de París. Pero dos de ellas fueron para enfrentar momentos cumbre. La primera, el 5 de enero de 1929 cuando se puso un tailleur azul marino y un sweater rosa con marrón de Chanel, que ella misma describía como “uno de esos tailleurs bien cortados, muy sencillos, pero muy caros y más difíciles de conseguir que un traje de baile”. Pensaba entrar en relación con el Fundador de la Escuela de la Sabiduría (Keyserling) y nunca sospechó que la cita sería una desilusión, a pesar del Chanel.

La segunda y última vez que Victoria Ocampo entró en la rue Cambon fue en abril de 1939 para mandar a hacer una “belle robe”. Dice: “Strawinsky me había invitado a ser la recitante de su obra Persephone en el Mayo Musical Florentino. Dadas las circunstancias, elegí por primera y última vez en mi vida, un traje de encaje negro (por los que marcaba preferencia Mademoiselle). El día de la última prueba, Mme. Therese quiso que Chanel diera su visto bueno. La fue a buscar. Vestida, la esperé frente al espejo de tres cuerpos, infaltable. No bajó. Mme. Therese muy atribulada me dijo que en vista de la tirantez política que reinaba, nuestro viaje a Florencia para la ejecución de Persephone no gozaba de su aprobación. La razón me pareció respetable, aunque no del todo convincente. Pero cuando estalló la guerra con Alemania y cuando se produjo la ocupación de Francia por los nazis, cuando para mí llegó el momento de la absoluta intransigencia, supe con sorpresa que Chanel no pareció darles a los acontecimientos la importancia que les daba en mayo de 1939, cuando aún no se habían producido. Contradicciones imprevisibles” (Testimonios, series sexta a décima, con selección, prólogo y notas de Eduardo Paz Leston. Editorial Sudamericana, 2000).

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