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Viernes, 30 de diciembre de 2005

TELEVISIóN

Luz, cámara, bebé

“Domadora de bebé” es el clarísimo nombre de un oficio que empieza a afianzarse en la Argentina. Hasta ahora, son todas mujeres, generalmente formadas en educación temprana y responsables en diverso grado del trato y la aparición de niñas y niños en publicidades y programas. Con ustedes, algunas baby wrangler locales.

 Por Sandra Chaher

El nombre no es la mejor carta de presentación para este oficio: baby wrangler significa domador de bebé, y algunas de las mujeres que lo ejercen prefieren que se diga de ellas que hacen un coaching (entrenamiento o asesoramiento técnico). Sin embargo, el rol es de lo mejorcito conocido que puede esperarse de la industria audiovisual. Las baby wrangler –hasta ahora en el país no se conoce un varón que haya desempeñado esta función– son mujeres con algún tipo de formación en educación temprana, contratadas por las agencias de publicidad y las productoras de programas de televisión y películas, para que los asesoren sobre el trato adecuado para brindarles a los chicos durante las filmaciones, delante y detrás de cámara.

La gran domadora

Betina Steimberg es reconocida unánimemente como la primera baby wrangler de la Argentina. Cuando la llamaron en 1993 para una publicidad de pañales, le dijeron: “Es un trabajo importante, va a haber 30 bebés. Desde Estados Unidos la empresa nos pide que haya alguien que los cuide”. Ella aceptó sin saber qué la esperaba. “Lo primero que hice fue escribir un proyecto pensando si todos los bebés podían hacer publicidad. Desde mi experiencia con chicos, me preguntaba si era posible que todos se adaptaran y concluí que tenía que ver con cuánto disfrutaba cada uno los juegos.” Fue contratada para ese primer trabajo y hoy dirige un equipo de seis personas –maestras jardineras, recreólogas y estudiantes de psicología–. Desde 2001, con el cambio de valor del dólar y la regionalización de las agencias de publicidad, trabaja más fuera del país que en la Argentina.

“Cuando empecé en el ’93, que hubiera alguien cuidando a los chicos en el piso dependía del criterio del director. Mi satisfacción hoy es haber creado la necesidad del rol entre las productoras y agencias de publicidad y, sobre todo, haberlo hecho sobre la base de 25 años de educación que yo tenía encima, sino hubiera sido imposible.” Betina Steimberg se puso a sí misma baby wrangler porque así le dijeron que se llamaban quienes hacían el mismo trabajo en Estados Unidos, pero empezó sin modelos para copiar. Armó fichas con preguntas para madres y padres sobre los hábitos del bebé, y empezó a transitar los sets de filmación cargando a los chicos como una canguro y llevando chiches de acá para allá. Con el tiempo fue incorporándose a las publicidades desde el comienzo mismo de la idea, asesorando en el guión y trabajando sobre el story board junto con el resto del equipo. “Al tener que respetar los horarios de comidas y sueños de bebés, los equipos se organizan mejor.”

Por un minuto de fama

Brenda Grande tiene 22 años y es mamá de Matías, de uno y medio, que debutó como modelo de TV a los seis meses. “Hasta ahora hizo dos de limpiadores y una de desodorante. En una había intermediario, pero en las otras no, y se nota bastante. En la del desodorante, que fue la primera, tuve que tenerlo a upa todo el tiempo y hacerlo mirar para donde filmaban, yo me ocupé de que hiciera lo que se necesitaba para la publicidad. No hubo maltrato, pero no fue lo mejor.” Erly Gonçalves, una brasileña de 41 años, madre de cuatro hijos e hijas modelos –sobre todo el más grande, de 13, y el más chico, de tres y medio–, sí se queja de malas experiencias con los más grandes. Quizá sea que el rol está más institucionalizado en los comerciales para los pequeños, pero Pedro, su hijo mayor, está consustanciado con su rol de modelo –entre otras cosas porque el dinero que gana le viene bien para darse gustos “marqueros” en la indumentaria– y ahí es cuando Erly se queja de “productoras abusivas”. “A veces estás muchas horas y no te sirven nada para tomar, y a los chicos los tratan como animales. Por lo general hay gente encargada de estar con ellos, pero no saben de chicos.” Aun así, Brenda y Erly están convencidas de lo que hacen. En el caso de Brenda, la motivación es ver a Matías en la tele, “nos gusta a nosotros y también al resto de la familia”, y también completamos ingresos que no son suficientes, “una parte es para Mati, para sus chiches y ropa, y otra para la casa”. Erly dice que el dinero es para sus hijos, sobre todo en el caso de los más grandes, y que los va a seguir llevando mientras a ellos les guste ir, “a mí me gusta verlos en la tele pero no pienso que ellos deben estar ahí sí o sí”.

Betina Student, especialista en educación temprana y una de las responsables de Planeta Juego, hizo en el 2001 el asesoramiento para Play House, un programa de Disney Channel que aún se emite, y tiene un recuerdo “especial” de las mamás: “Sólo la minoría se preocupaba por que el chico estuviera haciendo una experiencia diferente, porque en este caso se trataba de eso, no se les pagaba, se iban con souvenires buenísimos pero la idea era que pasaran un día en Play House. Las demás querían su minuto de fama”.

Solana Chorny, coordinadora de grupos rodantes de bebés y profesora de matronatación, que hizo en agosto de este año su primera experiencia como baby wrangler de una publicidad de pañales, agrega: “A un bebé el papá lo trajo todavía con las manchitas de varicela que se le estaban yendo, y a otro que lloraba muchísimo el primer día la mamá insistió y lo volvió a traer al día siguiente. Yo no entendía. No parecía ser gente que necesitara la plata para vivir, aunque alguna mujer comentó que el marido estaba sin trabajo hacía unos meses. Más bien parecía gente de clase media en las que se juega algo de lo que las madres no pudieron hacer, y el estímulo de pensar que todos vean a tu hijo en la tele”.

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