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Viernes, 13 de enero de 2006

LEYENDAS: LAGRIMA RIOS

Orgullosamente negra

Una vez más en Buenos Aires, la magnífica uruguaya Lágrima Ríos, negra por parte de madre, con su voz plena a los 81, desgrana su repertorio de tangos, valsecitos y boleros sin dejar de dialogar con el público que la aclama. Y platica amablemente de música, política, racismo, de ese hijo tupamaro del que debió separarse con enorme dolor y que hoy es su manager.

 Por Moira Soto

Lágrima Ríos, la gran cantante uruguaya de tangos, boleros, candombe –y alguna vez zambas y galopas–, tiene sus buenos motivos para sentirse feliz: cada vez que viene a Buenos Aires puede estar con su hermana María Nora (que debió partir de Montevideo hace más de 20 años con nueve hijos pequeños, a los que crío sola), esta semana llegó su hijo Eduardo, su último disco editado por Aqua Records, Canción para mi pueblo, se está vendiendo muy bien (y hay otro en camino, que incluirá candombe) y los recitales junto a Alberto Podestá comenzaron de la manera más auspiciosa. Pero hay más: dentro de pocos meses participará de un espectáculo en la excelente compañía de Virginia Luque y Nelly Omar. Lágrima declara que le gusta “esta barahúnda porteña, las calles de San Telmo llenas de muchachada por la noche, la cantidad de teatro, todos con su público”. Y reitera una y otra vez su agradecimiento a Gustavo Santaolalla, a Fernando Peña, a los dueños del Tasso, a todos aquellos que en los últimos años le han dado renovada vigencia a su arte, las oportunidades de difundirlo.

–¿El tango uruguayo es quizás un poco más evocador, de una melancolía más suave, menos misógino?

–Claro, yo te diría que sí en general, aunque por ahí algunos se la toman con la mujer. Desafortunadamente, hay un receso del tango en Montevideo, muchos buenos músicos han emigrado, pero a la gente le sigue gustando ir a la milonga. Entre las cantantes te puedo nombrar a Carmen Abella, muy buena, lo mismo que Lola Aposta, también vedette. Ahora se está buscando que los grupos de candombe lleguen a Buenos Aires, ya han ingresado murgas de Montevideo con gran éxito. Sería un buen intercambio cultural porque acá hay muy pocos negros, la mayoría llegados del Uruguay o del Brasil. Ustedes han perdido una rama cultural muy importante. Nosotros no sólo tenemos músicos y bailarines negros, han surgido profesionales en otras carreras, incluso hay un diputado negro que es profesor de historia. Ahora en Bolivia está Evo Morales, creo que por fin América latina está reconociendo su identidad, sus raíces. También me gusta que esta mujer socialista haya ganado la primera vuelta en Chile. Y confío en Tabaré Vázquez, nuestro presidente, aunque sé que no puede arreglar mágicamente problemas de tan largo arrastre.

–¿Seguís comprometida con el Frente Amplio?

–Desde luego que sí. He trabajado mucho para el Frente, lo que me trajo algunas críticas. Hace años que estoy en esta agrupación, al principio con la doctora Alba Roballo, una abogada muy popular que ya no está, pero dejó buenas semillas. Ella se preocupaba tremendamente por la situación de la mujer, luchaba por la igualdad de derechos, no aceptaba que las de la comunidad negra no tuviesen acceso a otro oficio que el de sirvientas. En general, las mujeres no están totalmente equiparadas a los varones en el Uruguay, aunque hayan pasado todas las pruebas.

–El pertenecer a dos minorías, mujer y negra, te ha hecho muy sensible a cualquier forma de discriminación.

–Me parece algo natural, no te olvides de que la colectividad, a la que pertenezco con orgullo, ha sido muy combatida. Por suerte, ahora mi palabra vale bastante allá, y aprovecho para difundir mis ideas democráticas. Creo que soy una referente sumamente peleadora. Considero una responsabilidad hacer entender de una buena vez que no es el color de la piel lo que nos valoriza sino la conducta, las acciones que elevan nuestra humanidad. Cuando ocupo mi lugar de presidenta de Mundo Afro, mucha gente me trae problemas que yo comprendo profundamente y trato de ayudar a resolver. Porque he sido terriblemente pobre, sé lo que es el hambre y el frío. Mi mamá entibiaba en calentador las mangas de un buzo y me las ponía en las piernas heladas. Son cosas que te marcan para siempre. Y aun ahora, mi vida sigue siendo difícil por el tema de la salud.

–¿Vos ya estabas politizada cuando tu hijo adolescente se hizo tupamaro?

–Sí, yo politicé a mi hijo. A los 17 –ahora tiene 52– lo agarraron junto con un compañero. Desesperada, di cuenta a la policía, los diarios, las radios. No tuve respuesta. Y un día, mira tú lo que pasó: voy a cantar, según mi costumbre a un hospital, y una enfermera negra me dice: “Arriba hay alguien que te quiere ver”. Era mi hijo que estaba atado en una cama. Hice todas las gestiones y lo soltaron, pero lo seguían vigilando. Su novia estaba embarazada, los hice casar y se vinieron a Buenos Aires, donde también los empezaron a perseguir. Por suerte, pudieron irse a Suecia, Eduardo había cumplido los 18, su esposa de 17 y mi nietito recién nacido. Hace un año y medio que volvió definitivamente y ahora va a ser mi manager, quiere cuidarme.

–¿Pudiste hacer un rastreo de tus antepasados negros?

–Claro que sí, ellos eran negros africanos que, como tantos otros, fueron secuestrados de sus pueblos y llevados al Brasil para ser vendidos, engrillados, en el mercado de esclavos a los grandes terratenientes. Ahí fue que empezó a entreverarse el negro con el blanco, porque los blancos se servían de las esclavas y entonces nacían niños mestizos. En Uruguay hay de todos los colores. Tú ves, para los negros yo soy blanca, y para los blancos soy negra. Pero sin duda mi alma es de negra. Aún hoy hay signos de racismo, lugares en donde no tenemos acceso. En ese otro mundo llamado Punta del Este, en mi opinión hay mucho racismo.

–¿Cómo se mantiene esa voz de terciopelo que parece salir de tus vísceras?

–Siempre digo que es un regalo de Dios, porque con todos los problemas de salud podría haberme quedado sin garganta. Me gusta cantar los graves. Cuando hago un tema, lo interpreto a mi manera, porque no tengo escuela de música. Solo tomé clases de respiración, nada más. Canto como me sale. Ahora tengo un guitarrista de acá, Hugo Rivas, un chiquilín de 31 muy bueno.

–Además de alma de negra, ¿tenés corazón de actriz?

–Posiblemente, me interesa vivir desde adentro cada personaje, cada historia. Estimo a muchas cantantes, entre ellas a Mercedes Simone, pero, salvando las diferencias, admiro tremendamente a Tita Merello porque en ella se confunden actriz y cantante.

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Ciclo “Dos Orillas” en el Tasso, hoy viernes y mañana sábado a las 22, Defensa 1575, 4307-6506
Imagen: Bernardino Avila
 
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