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Viernes, 10 de febrero de 2006

CULTURA

Savoir faire porno

He aquí las instrucciones que faltaban! ¡Dolor, redención, esfuerzo, arrepentimiento! Y un camino nuevo empedrado de escenas familiares, sobre el final, para la protagonista de tanto sinsabor, necesario sin embargo para llenar las 600 páginas que ya se han convertido en best seller en los Estados Unidos. Conozca a Jenna Jameson, su autora, antes de que muera como estrella porno, que esa es su manera de redimirse.

 Por Liliana Viola

Estas dos palabras, “Jenna Jameson” producen en el buscador de Google más de 8 millones de entradas. La mayoría comercializa videos –protagonizó unas 50 películas porno en los últimos diez años–. Su primer largo realizado en su propia productora, “Briana Loves Jenna”, fue el más vendido durante todo el 2002 en el marco de un mercado que genera 60 mil millones de dólares en el mundo. Para quienes identifican a las protagonistas de las películas, resulta un hallazgo el que se pueda bajar un video de menos de dos minutos donde una jovencísima Jenna, aún sin siliconas, lleva a cabo su primera relación sexual ante cámaras. Su sitio ClubJenna.com, que se dedica a representar a otras grandes estrellas es uno de los más visitados de la red, además, dirige un shopping minorista online y un sitio gratis no explícito, justjennajameson.com. Una réplica de sus genitales se puede adquirir por menos de 250 dólares y también resulta posible seguir paso a paso la gran gira que dio por todo Estados Unidos presentando su autobiografía: Cómo hacer el amor igual que una estrella del porno, editada por Harpers Collins. Escrito con la ayuda del crítico de rock Neil Strauss, el libro estuvo meses en la lista de bestsellers. Jenna, que comenzó su carrera a mediados de los ‘90, es emblema del esplendor de un género que ha logrado salir de la clandestinidad para impregnar con sus poses y su lenguaje a otros formatos de consumo familiar. Desde la publicidad hasta las series de televisión le han pedido algo prestado al porno y a cambio sus estrellas circulan a la luz del día.

Jenna es la que marca el punto de ebullición a videos de Eminem, por ejemplo, o a programas de cable como True Hollywood en E Channel, que contó con la estrella porno como conductora. Ella misma, azorada por este coqueteo del star sistem en los últimos años, aprovecha y revela en su libro sus encuentros íntimos con algunos personajes: la ternura y los gustos especiales de Marilyn Manson, el mal aliento de Nicolas Cage, el desaire que le hizo a Bruce Willis porque osó “traspasar la línea que separa la autoestima de la arrogancia”, y sus coqueteos con Cindy Crawford.

Platinada, pulposa, 32 años. Acaba de relatar su corta vida en unas 600 páginas que por supuesto incluyen fotos de infancia y no tanto. ¿No es demasiado pronto? No. Justo a tiempo. Porque Jenna Jameson, la diosa del porno, va a morir.

Una estrella nace desnuda

Este icono cultural según el New York Magazine, nació en Las Vegas en 1974 como Jenna Marie Massioli –un apellido con tendencia a engordar como las esposas de la mafia que por eso decidió reemplazar por uno de mayor graduación alcohólica–. El relato de su vida –como ocurre en el caso de los boxeadores y tal vez, si se busca bien, de todos los oficios– justifica las aberraciones del metier y a su vez las reinventa. Pasó lo que tenía que pasar: orfandad, belleza, una violación, engaño, iniciación a las drogas, amor no correspondido, más violaciones, un hombre vividor, un comienzo como bailarina en Las Vegas, la mejor amiga asesinada, un matrimonio fallido, una ayuda providencial, más drogas, más desengaños, más fuerza para salir adelante. Un talento: ser “un dínamo sexual”. No es la parte más original de este libro. Luego, cada cierto número estudiado de páginas, como quien produce una película del género, llega una escena de sexo bien detallada siguiendo el tempo y el recorrido que la cámara ha decidido que resulta más excitante. El libro, que advierte en la tapa ser un entretenimiento para mayores, aporta la descripción de las escenas clásicas: violaciones, encuentros casuales y especialmente demorados amores lésbicos. A su vez, con un registro de ficha técnica, repasa los hitos en la historia sexual de esta mujer: la desnudez, la menstruación, la lucha contra el himen, el primer beso, etc.

Jenna comienza su vida buscando al hombre que la quiera, mientras encuentra providencialmente en dos o tres mujeres la comprensión que necesita y, sobre todo, el éxtasis. Para quienes no estén interesados en una historia corriente ni en un entretenimiento para adultos, hay algunos capítulos de autoayuda, tratando de hacerle alguna justicia al título. El imperativo de hacer bien el amor o de ser bueno en la cama tiene, como todo imperativo moderno, su nicho en el mercado. Una confianza en que se puede hallar la receta, los aparatos o la máquina del sexo, va abriendo también el límite de las ofertas.

Así es que a los advenedizos autores de autoayuda se suma ahora una estrella del porno, que promete mucho más que superar zonas erróneas, ganar dinero, sentirse más linda: cumplir el sueño que tal vez las lectoras nunca tuvieron y que ahora tendrán que tener: ser como ella. El valor de la experiencia o la experimentación prestigia sus palabras que comenzaron en el escándalo y ahora pertenecen a una pedagogía. Ella misma advierte: “Sé acerca del sexo del mismo modo que alguna gente sabe de música o computadoras. Mientras otras mujeres conversan sobre tasas de interés o las fotos de sus hijos, nosotras conversamos sobre cómo debemos afeitarnos el vello púbico (usar Nesporin en lugar de crema de afeitar ayuda a evitar los granos)”.

Instalada en el tan nefasto estereotipo que combina la mujer despechada con la comehombres, da algunas instrucciones para tratar con ellos. Por eso el espectro abarca desde los diez mandamientos para ser una diosa del sexo oral, hasta los diez mandamientos que determinan que tal individuo no merece entrar en tu cama.

Consejos para no morir en el intento

Jenna fue tapa de 300 revistas y dio notas a unas 700. Playboy, Esquire, Cosmopolitan y Glamour se la disputaron. Invitada por la Universidad de Oxford se ha sentado entre catedráticos y estudiantes a debatir el fenómeno porno. Si este libro es una guía para emular el show en casa, mucho más lo es para quienes realmente quieran ingresar a este mercado. La autora ha advertido seguramente que muchas de las aspirantes ya no ingresan engañadas o desengañadas sino porque no encuentran en la mirada de la sociedad ningún serio reproche, al contrario. El libro reproduce un formato de contrato, señala los caminos equivocados, las mejores compañías y los trucos necesarios tanto para chicos como para chicas para salir ganadores en este negocio. Es que según AVN News, la publicación más rigurosa y respetada de la industria pornográfica en Estados Unidos, una actriz porno cobra por cada escena de dos horas entre 300 y 5 mil dólares, mientras que los varones ganan entre 250 y 2500. Esta inédita ventaja en los sueldos es a los ojos de Jenna un punto de partida para la liberación. Luego de reírse directamente de Gloria Steinem, la militante feminista que lideró la lucha contra la industria de la pornografía, da algunas especificaciones, con la verosimilitud y autoridad que otorga el hablar desde adentro: “En el peor de los casos, un director lleva a una chica a una habitación de hotel y filma con ella y sus amigos una escena barata en la que ella es humillada en todos los orificios posibles. Primera y última película que lamentará haber hecho hasta el día de su muerte. En otro caso un poco mejor, la chica trabajaría durante un par de semanas hasta cobrar apenas 700 dólares por escena hasta que finalmente nadie quisiera emplearla. Ella aceptaría hacer doble penetración o ingerir el esperma de doce tipos, sólo para poder seguir trabajando. Para la mayoría de las mujeres, ser una estrella porno no es ni vocación ni una opción. Pero si tomas las decisiones adecuadas y pones los límites a tiempo podrás obtener grandes sumas por poco esfuerzo. Aunque sólo ver una película puede resultar degradante a algunas mujeres, se trata de uno de los pocos trabajos en los que ellas pueden adquirir cierto estatus y sentirse poderosas en el entorno laboral y sexualmente también”.

La muerte en pañales

Jenna ha llegado a la edad en la que bailarinas, deportistas y actrices porno se apagan. Y este libro, a modo de despedida, confirma que la diosa no morirá quemada en sus recuerdos erógenos ni en un castillo de juguetes plásticos. Morirá como una madre. Tanta sabiduría desplegada culmina en el deseo tan “genuino” según las voces más conservadoras, de por fin convertirse en mamá. Basta. Harta del éxito, Jenna se somete a un método que detecta sus períodos de ovulación y espera ansiosa mientras copula para engendrar. Vive en una casa donde nada recuerda su profesión salvo el estudio en el que filma dos películas por año bajo la dirección y actuación de su flamante esposo. En los capítulos finales de estas memorias, después de haberse explayado sobre el placer de consumir ácido, de la perfección de las relaciones entre mujeres y de la maldad de los hombres, Jenna se purifica con la determinación de quedar embarazada y algún día poder contarles a sus hijos que estos episodios fueron parte de un pasado pisado que la hizo rica y famosa. Porque luego de 500 páginas de penurias y de orgías, ella ha encontrado al hombre ideal, que no le pega –¿o le pega lo normal?–, que la ayudó a hacerse valer en este mundo de magnates y a que ningún otro hombre la esquilme de ahora en más.

Ya no filma escenas lésbicas. Ya no se dejará ver desnuda por una tercera persona... Su esposo hace todo, actúa y ella agradece públicamente la existencia del Viagra que colabora en las escenas. Y así se cierra el círculo. Tal vez ahora se ría la feminista que fue tratada de ignorante por la señora de la pornografía. Seguro las editoriales festejarán pronto la salida de un nuevo libro que bien podría titularse: Cómo ser una buena madre sin tener sexo jamás. Y tal vez aparezca algún brebaje que nos devuelva a los siglos que pasaron y nos recuerde lo hermoso que había sido entonces ser mujer.

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Aunque sólo ver una película puede resultar degradante
a algunas mujeres, se trata de uno de los pocos trabajos en los que ellas pueden adquirir cierto estatus y sentirse poderosas en el entorno laboral.
 
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