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Viernes, 17 de marzo de 2006

URBANIDADES

Buenas y malas son

(Sobre el valor de la palabra noticia según la boca que la pronuncie)

 Por Marta Dillon

Si bien es cierto que Tablado hizo abandono de la escuela sin requerir el correspondiente permiso, lo que demuestra un deficitario control en la salida de los alumnos por parte de las autoridades, pero no lo es menos el comportamiento de la víctima, que no ha sido ajeno a la producción del daño.” Así dice, textualmente, uno de los tramos del fallo emitido por el juez en lo civil N° 8 de San Isidro, Antonio Vázquez, en la causa civil que los padres de Carolina Aló entablaron contra Fabián Tablado –quien le clavó 113 veces un cuchillo–, la escuela a la que iban ambos adolescentes y el Estado mismo por no ejercer control sobre las escuelas. Y el párrafo de marras es el que sirve para desestimar cualquier otra responsabilidad más allá de Tablado. Perdón, por lo que puede leerse, para que la responsabilidad sea compartida entre víctima y victimario, ya que el comportamiento de la chica “no ha sido ajeno a la producción del daño”. ¿Qué querrá decir esto?, ¿que Carolina quería que le dieran las puñaladas y por eso salió antes de la escuela?, ¿que se la buscó? ¿Y cómo podría haber buscado su suerte la joven?, ¿soportando otras golpizas?, ¿callando el miedo?, ¿creyendo que si hacía lo que él le pedía –irse de la escuela, por ejemplo– no le iba a pasar nada peor de lo que ya le venía pasando?

A lo mejor vale la pena recordar que la furia de Tablado se desató cuando él se sintió rechazado por su novia, que se negaba a intentar quedar embarazada. Fabián, según sus propios dichos, había estado alterado todo el año anterior al desenlace porque había recibido una “mala noticia” que lo había empujado a consumir alcohol y drogas duras, a “protagonizar escenas violentas” y hasta intentar suicidarse. La mala noticia era, ni más ni menos, que haberse enterado que Carolina se había hecho un aborto sin su “consentimiento” –palabra usada por él mismo ante la Corte Suprema de la provincia de Buenos Aires–. ¿Sería esa acción de la joven la que “no fue ajena a la producción del daño”? Tal vez esté pecando de paranoica, el fallo civil no dice qué, exactamente, hizo la víctima para convertirse en tal. Pero hay algo en el lenguaje, algo que tiene que ver con esto de la “noticia”, con la transferencia de responsabilidades, incluso con el fuero del juez que aquello escribe que me hace dudar de que este vínculo entre una cosa y otra, entre haberse hecho un aborto y haber terminado asesinada ha sido hilvanado. Digo, no hace mucho compartimos en este mismo espacio la creencia de un obispo español que no sólo hilvanaba sino que cosía al bies la relación entre abortos y violencia de género o, para ser más clara, entre abortos y femicidios. Aunque la verdad, no sé para qué usar esa palabra si tanto el tribunal oral de primera instancia como la Cámara de Casación Penal de la provincia de Buenos Aires consideraron que sólo había sido un homicidio simple a pesar de las 113 puñaladas. Es que como la chica se murió a la segunda, el resto fue pura necrofilia.

Y ya que hablamos de noticias, si Tablado llamaba mala noticia a la que le había dado su novia de 16 cuando decidió sobre su vida al hacerse un aborto, ahora, ahorita no más, la Conferencia Episcopal Argentina, sin ánimo de presionar, de ninguna manera, acaba de acercar a todos, todas y cada uno/una de los y las legisladores que tienen este año la misión de legislar sobre educación sexual, un documento intitulado El desafío de educar en el amor, en el que habla de la “buena noticia” de la sexualidad del “hombre” y “la vida humana”. De más está decir que los obispos se dejaron la corrección política bien debajo de la sotana, ya que no se privaron ni una vez de referirse a la suma del pueblo argentino como “pueblo de Dios”, a las personas como “hombres”, al aborto como “crimen” y a la salud reproductiva (siempre escrito entre comillas) como “políticas antinatalistas”. En fin, que los muchachos son rápidos de reflejos, tienen dinero para editar sus propios libros y no se privan de forzar el lenguaje para adecuarlo a sus fines. Que quede a modo de reflexión la inquietud que ellos nos dejan: ¿No deberíamos, las personas de bien, consensuar nuestro propio documento y hacer presión para que el aborto libre y gratuito sea un hecho, para que se cumpla la entrega de anticonceptivos, para que la educación sexual llegue a todas las escuelas con perspectiva de género/s y considerando cuán necesario sería visualizar desde pequeños las múltiples posibilidades de ser y gozar?

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