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Viernes, 21 de julio de 2006

ENTREVISTA

La tercera posición

Candidato político, activista político de la salud de su comunidad, investigador social, Amaranta Gómez Regalado es un muxhe, una identidad de género de origen zapoteca que resulta ser uno de los pilares de la comunidad de Jochitán, una ciudad del sur mexicano. Esta semana, estuvo en Buenos Aires para participar del ciclo Tecnologías del Género, en el CCR Rojas

 Por Soledad Vallejos

¿Una definición de qué es ser muxhe, o quién es un muxhe?

–Una definición muy elaborada sería: algo similar al transgénero pero con características sui géneris, donde las características sui géneris tienen que ver con su entorno sociocultural.

¿Y una no elaborada?

–Una no elaborada sería: es una tercera identidad (hombre, mujer, muxhe), que se construye con base en la identidad femenina. Eso es lo que yo por lo menos me siento, pues. Y que, por supuesto, queda todavía la discusión de si nace o se hace. Creo que el entorno sociocultural rebasa eso, y también creo que en realidad eso es lo que importa, porque a partir de lo sociocultural se construyen valores, se construye esta permisividad y esta expresión que puede haber, que hay.

Habla de sí y de sus pares en masculino, entonces lo que sigue es pertinente en género y forma. Amaranta Gómez Regalado es mexicano, viene de Juchitán, una ciudad del sur, del Istmo de Tehuantepec, cuyo traducción (la palabra es de la lengua zapoteca) en español sería “ciudad de las flores” y de la que se puede decir, por ejemplo, que fue la primera de México en tener un gobierno indigenista y campesino (en 1981, cuando la Coalición Obrero Campesino Estudiantil del Istmo ganó las elecciones municipales), y que es la misma en la que, al día de hoy, el 80% de la población habla zapoteca. Amaranta está terminando la Licenciatura en Investigación Social, forma parte de un comité internacional de pueblos indígenas y vih, trabaja para la Fundación Mexicana para la Planificación Familiar (“mi trabajo de base, donde tengo un salario quincenal, de eso vivo”), escribe una columna política en un periódico y está por cumplir 30 años. “Diría una amiga: ‘no son los años lo que importa, es el kilometraje recorrido’”. En 2003 fue candidata a diputada federal (era la segunda en la lista) por México Posible, un partido en el que confluyeron grupos feministas, ecologistas, indigenistas y de derechos humanos. No ganó el cargo, pero sí obtuvo los votos de 244 mil mexicanas y mexicanos de todo el país.

Amaranta, además, es activista de la comunidad muxhe, esa tercera identidad que forma parte de las tradiciones zapotecas y que, de los ‘80 a esta parte, viene siendo parte de investigaciones sociales y estudios de género interesados en Juchitán. Se han dicho y escrito muchas cosas: que en la ciudad reina un matriarcado, por ejemplo, porque es en las mujeres que reside la responsabilidad de transmitir lengua y costumbres, la actividad comercial y el gobierno del hogar. En esas investigaciones no se ha dicho, en cambio, que los varones cumplen puntualmente con el rol del proveedor (ellos pescan, ellos producen, ellos van a las cantinas) y que la virginidad de las mujeres es un valor tenido en alta estima. Todas estas, por lo pronto, son cosas que sí dice Amaranta, cansado como está de que otras y otros hablen sobre los muxhes, en lugar de alentar que los propios muxhes hablen de sí mismos, por sí mismos, desde sus propias experiencias. De hecho, para eso voló hasta Buenos Aires: en esta semana, participó del Encuentro de activistas muxhe y travestis de América Latina que organizó el área de Tecnologías del Género, del C.C. Ricardo Rojas .

–El modelo occidental gay no se aplica en identidades como la muxhe: la diferencia es que los muxhes están, estamos, insertos en una cultura propia, y que eso permite construir una identidad diferente. En Juchitán hay elementos socioculturales locales que permiten una construcción mucho más solidaria en el tema de las relaciones de pareja, por ejemplo. Hay una red entre mujeres, hombres y muxhes, que permite otra cotidianidad: hay relaciones, se sabe aunque no se asuma como tal, y eso armoniza un poco las relaciones comunitarias.

Hay más precisiones en “Trascendiendo”, un artículo que hace un tiempo escribió para una revista académica (Desacatos) y en el que, dice ahora, no pretende arrogarse la voz de la comunidad muxhe, sino la suya. “Este –insiste– es mi punto de vista, lo cual no necesariamente refleja lospuntos de vista de todos los muxhes del Istmo y de Juchitán”. Hace un tiempo, entonces, Amaranta escribió: “Un muxhe, cuando se da cuenta que lo es, inmediatamente busca establecer redes de apoyo familiar y vecinal, busca un espacio para poder contribuir tempranamente a la economía familiar poniendo algún puesto para la venta de fritura, ayudar a vender la tortilla o el pescado a su mamá y/o a algún fliar cercano; por otro lado, un muxhe busca acercarse a otros muxhes mayores para ir conociendo sus terrenos y formas de actuar, un muxhe también busca establecer estrategias de vinculación erótico-afectivas de manera ‘inocente’ con otros niños”. En esos terrenos paralelos, en esas negociaciones para incorporarse a una sociedad que los contempla como identidades posibles y para las cuales reserva lugares estratégicos (asociados a lo femenino) y en ese camino pedagógico en que lo guiará un mayor, un muxhe empieza a navegar desde pequeño. Se espera, de él, que sea exitoso y lo demuestre vistiendo ropas tradicionales y oros en las fiestas comunitarias (las “velas”, jornadas que reúnen a todo el pueblo con el espíritu carnavalesco medieval), que cuide a su madre en la vejez cuando sus hermanas y hermanos se han casado y formado familias, que trabaje como bordador, arreglista tradicional, pescador, vendedor de mercado, espiritista. Se esperan muchas cosas, la tradición prescribe unas cuantas.

–Yo respeto absolutamente la labor de los muxhes en términos tradicionales, en términos de hacer el adorno para las fiestas, hacer el carro alegórico, los pasteles, la costura, todo eso que está muy vinculado a la parte femenina. Pero desde que tenía 7, 8 años, yo razonaba que eso no era lo mío. Aparte, yo vengo de una familia bastante visible en términos políticos: mi papá era político, trabajaba para la universidad; mi mamá, muy participativa, indígena, movilizadora de gente. Alrededor mío siempre ha habido mucha gente. Si había reuniones familiares, oía de política. No sé si era el contexto mismo que me lleva a plantearme que eso era lo que quería.

El caso es que hace años, después de un paso más o menos fugaz por los escenarios con New LEs Femmes (un grupo que formó con otros tres muxhes y que daba shows transformistas por distintos estados del país), Amaranta empezó a descubrir las consecuencias del vih en su comunidad.

-No como un problema externo, sino como uno global que afecta y rompe un poco esta dinámica sociocultural y de permisividad, porque entonces empieza a darse el mismo esquema de discriminación y estigma que en otros lados se aplicaba a los homosexuales, pero con los muxhes. Se crean mitos, el estigma de la discriminación, empiezan a aparecer ciertas prohibiciones de participar de algunas tradiciones sociales y empieza una lucha.

Su lucha fue personal y también colectiva: él y un grupo de muxhes se organizaron, comenzaron a trabajar en prevención cantina por cantina (donde todavía hoy una ONG que él preside y una trabajadora sexual dirige –porque el tiempo no es tan flexible cuando se tienen tantas actividades como Amaranta– reparte preservativos y explica su uso), y dando talleres “a 10 gentes, 20 gentes, 30 gentes, los que hubiera” en iglesias.

Amaranta era chico entonces, su memoria son memorias transitadas por muxhes mayores que alguna vez le contaron los inicios de la Vela de las Intrépidas, esa fiesta organizada por muxhes para que participe todo el pueblo y que cada noviembre (“la fecha tiene que ver con la Revolución Mexicana”) renueva la tradición iniciada hace 25 años. sus memorias personales de esta vela se remontan a unos diez años atrás, más o menos el mismo tiempo que lleva de existencia la vela de la Santa Cruz del Cielo, o “Baila conmigo”.

–Da mucha oportunidad de convivencia, no solamente entre muxhes, sino también con gays que vienen de afuera, a conocer, a conversar, a ver cómo es el asunto. Pero permite que el muxhe también vuelva a jugar un papel de co-responsabilidad social. Cuando alguien, por ejemplo, la comadre, hace una fiesta particular, cumpleaños, boda, ta, ta, ta, el muxhe va y da sucooperación. Tenemos como una especie de red festiva: ella hace, yo llevo un cartón de cerveza, le doy 50 pesos de cooperación, limosna le llamamos, pero ella sabe exactamente que cuando a mí, como muxhe, me toque hacer una fiesta, eso que yo le di es lo que se regresa. Porque de alguna manera entre todos estamos sosteniendo la festividad. La tradición indica que lo que tú recibiste es lo que tienes que dar, eso te asegura que tendrás para ofrecerle cosas a tus invitados. Y en el espacio de la vela de los muxhes se sigue sosteniendo este lazo de cooperación y de solidaridad con el resto de la comunidad.

Era el 31 de octubre de 2002. Amaranta sufrió un accidente de auto en la ruta en resultas de lo cual terminó perdiendo el brazo izquierdo. Poco después, Patricia Mercado, presidenta de México Posible, le ofreció la candidatura. Al principio dudó. Pronto descubrió que no se deprimía, no quería visitas de lástima; y entonces “dices: ‘bueno, hay cosas para hacer’”; pensó “bueno, a ver, Amaranta no es un brazo, Amaranta es otra cosa”.

–Decía yo necesito salir, tenía la negación a ser tratada como una pobrecita. Un día dije tengo un dinerito ahí, me voy a comprar un traje regional nuevo, un lazo nuevo, y había una fiesta. Voy a la fiesta. Había alrededor de dos mil gentes. Claro que hago mi aparición, entonces a todo el mundo los conozco allí. Claro que ha sido una noche espectacular, porque ha sido entre baile y apapacho, y otras diciendo ‘la muñeca rota’.

Y Amaranta se reconstruyó. Ahora, tal vez, vuelva a alguna candidatura. Entre tanto, lleva su activismo a todos los terrenos posibles.

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Gustavo Mujica
 
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