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Viernes, 4 de agosto de 2006

DELICIAS

Fantasias de ayer y hoy

Joyas de lata, evidencias de que hubo infancias en barrios nada privados y sí de puertas abiertas, muñecas Marilú, autos y jeeps de diseño italiano... dos muestras dieron cuenta de juguetes maravillosos (y también asombrosos) que acompañaron infancias locales durante décadas.

 Por Victoria Lescano

Los juguetes vintage dejaron de ser piezas relegadas a las vitrinas y al celo de coleccionistas para ingresar a muestras que revisitan la industria nacional, de visita obligada en la cartelera oficial de las vacaciones de invierno. La muestra Juguetes de Fábrica, 1900-1978 intenta ser representativa de la industria local, aborda la diversidad de procedimientos y materiales, y da cuenta de las principales fábricas. Rescata muchas de las piezas de la colección del Museo Nacional de Juguete, que está enmarcado, además, en una cámara industrial y también refleja los modos en que cada juguete reflejaba infancias de otras épocas: la de la infancia como imagen idealizada o infancias vividas en la vereda, en la calle y en el patio.

“Luego aparecieron consideraciones acerca de aspectos del diseño, el atractivo de la pieza, su factura y el color”, dice Daniela Pelegrinelli, estudiosa de los juguetes de factura nacional sobre los criterios de selección de las 700 piezas que componen el Museo Nacional del Juguete en que oficia de curadora. Y acto seguido se refiere al origen de algunas piezas populares y a sus estilistas: “El Jeep Loco surgió a mediados de la década de 1950 con la marca Vispa, su matriz surgió del trabajo de casi dos años del experto italiano Adino Spadetto, sobre la base de un modelo norteamericano al que fueron modificando hasta lograr un juguete con muchas referencias al país, además de convertirse en una de las fábricas de juguetes de hojalata con mecanismos más importantes llamada Vispa SRL. El Constructor Infantil fue producido desde mediados de la década de 1930 por la firma Occhipinti y Ferreri. La pieza que está en el museo es muy interesante, pertenece a los años cincuenta y al nombre se lo modificó ligeramente: El Constructor Infantil Privilegiado. El Cerebro Mágico fue creado hacia 1942 por Sergio Timone. El juego ya existía, pero el excelente diseño de la tapa de la caja y seguramente el nombre hicieron de este juego uno de los más recordados por varias generaciones”.

¿Cómo evolucionaron los juguetes entre 1940 y 1990?

–La muestra está pensada cronológicamente, y cada sala corresponde a un período significativo de la industria de juguetes pero también de la historia del país. El primer período que va de 1900 a 1939 da algunas pistas sobre el origen de la industria juguetera en el país. Dos fotografías marcan dos imágenes de infancia: la de preguerra y la de posguerra de la Primera Guerra Mundial. El segundo período se fecha en el estallido de la Segunda Guerra, cuando las importaciones se restringen y la industria comienza a satisfacer el mercado interno. Entre 1935 y 1946 las fábricas de juguetes se sextuplicaron y allí apareció la Marilú argentina. Entre 1946 y 1959 la industria se consolidó, entre otras razones por la fuerza de los repartos masivos de juguetes durante el gobierno peronista. Muchos juguetes de impronta “peronista” se pueden ver en las vitrinas, que hablan de un nuevo país, de la construcción de la nación, del nacionalismo, del ahorro. Luego, entre 1960 y 1978 se vivió una época dorada de la industria juguetera argentina, con fuerte presencia de esas piezas en los hogares, expansión de fábricas que se modernizaron mucho tecnológicamente, la explosión del plástico, los autos en miniatura igualitos a los que había en cualquier calle.

¿Y las marcas más representativas del juguete argentino retro?

–En cuestión de rodados se impusieron Bellotti, Azcárate Hnos y Escoda. En los cuarenta, Matarazzo, Oma, Marilú, y a fines de los cuarenta, Mariquita Pérez, Famil, Fama, marcas de muñecas. El Pibe, un juego de madera para armar diferentes autos. Durante los cincuenta se impusieron los juguetes mecánicos de Vispa, los bebes Bili, la muñeca Gracielita, juguetes de hojalata Pavi, los soldaditos de plomo de Plombel y los Mambrú, soldaditos con armas removibles. En las décadas del sesenta y setenta se impusieron los autitos Buby, Duravit, Gorgo, mientras que entre las muñecas de plástico fue el apogeo de Piel Rose, Rayito de Sol, Esma, Ideal, Miluplast, Yoly Bell.

¿Hay algún juguete menos conocido, casi ignoto, que te pareció necesario incluir?

–Sí, hay varios, porque la propuesta del museo es representar a las distintas fábricas, y los modos de producción disímiles. Priorizamos el valor histórico y patrimonial del juguete, su fuerza para representar una época, en este sentido hay juguetes más célebres pero también otros que no lo fueron nunca pero que igualmente formaron parte del juego de muchos chicos, ya sea juguetes de madera, de cartón o papel maché. Algunas muñecas que en su época fueron muy conocidas pero que perduraron menos en la memoria colectiva: la Marion hecha en pasta con su bikini y su etiquetita original y una muñeca japonesa fabricada por la firma Halcón, la más importante de las poquísimas muñecas japonesas que se hicieron. No son ignotas pero sí más raras de ver.

Una familia polirrubro

Con 88 páginas y un catálogo facsimilar, el libro Matarazzo, juguetes de hojalata argentinos, escrito por Diego Lascano y Daniel Sudalsky, de primorosa edición independiente y bilingüe fechada en 2005, ahora gana el espacio merecido en las librerías arty y tuvo su correlato en la muestra Un cuarto de siglo de Infancia Argentina, juguetes de hojalata, que hasta el 28 de julio se exhibió en el museo del Banco Provincia.

Invitaba a un recorrido por un mundo lúdico que contempla piezas afines al mundo doméstico y los transportes: de juegos de té de 6 y 8 tazas con estampas de geishas, juegos de cocina de 29 piezas, trompos, automóviles, modelos Bólido o Sedán, Voiturette o limousines de hojalata, transatlánticos con motor de vapor (que según cuenta la gráfica, solían navegar por baldecitos ad hoc en las vidrieras de Harrods). Un ómnibus llamado “Expreso alegría”, furgones de reparto a domicilio de hielo o una fábrica de masas o confites, trenes y aviones completan ese research que –con igual fetichismo– presenta patos sobre ruedas o caminadores, dispositivos en miniatura de hipotéticas “Vuelta al mundo”.

Es el resultado de las labores exhaustivas y el fanatismo por el tema de un realizador de video, investigador, también autor del libro Juguetes Uruguayos 1910-1960, anticuario especializado en muñecas y juguetes antiguos y coleccionista confeso de muñecas Marilú.

La trama de la familia Matarazzo tiene muchos condimentos para un culebrón: indica que en 1881 Francesco Matarazzo dejó Italia para radicarse en Brasil, fue padre de trece hijos y construyó un imperio juguetero en base a la grasa de cerdo, los enlatados y luego los molinos de trigo. La familia sentó bases en la Argentina, primero en Rosario, como empresa importadora de trigo. Los expertos afirman que en 1931 el clan Matarazzo incursionó en la fabricación de juguetes como consecuencia de búsquedas de litografías para los alimentos que enlataban. También que Costabile Matarazzo dio forma a los primeros juguetes en la Argentina desde una fábrica de Villa Devoto y, en los años cuarenta, la casa central de Corrientes 5666 producía cinco mil juguetes diarios y tenía 250 operarios. La edición cautivó también con el rescate de los papeles para regalo que oficiaron de embalaje circa 1946.

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