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Viernes, 11 de agosto de 2006

PERFILES

Desengaño que me hiciste bien

En el escenario de En Agua Negra se ve a una mujer en enagua negra que repasa viejas canciones de amor como si quisiera desprenderse de un viejo amor. Y de paso también de tanta oscuridad y tanta melancolía, que al fin y al cabo ella tiene sus canciones y su voz y todo lo que hay debajo de la enagua negra.

 Por Laura Rosso

Virginia Innocenti canta clásicos argentinos o, como prefiere decir, “canciones que por algún motivo resistieron el paso del tiempo”, en un espectáculo musical que roza lo teatral. Sola en su estudio, con sus cosas, ella enfrenta y recorre con cada canción momentos de su vida.

–¿Es un recital o es puro teatro?

–En Agua Negra es un espectáculo teatral. Las canciones están cantadas desde una situación dada, en un espacio determinado. Soy yo, en ese espacio, trabajando un material en una soledad bastante poblada. Queríamos mostrar cómo alguien puede ser interferido por lo que canta y, al mismo tiempo, cómo alguien canta lo que canta y de la manera que lo canta por cómo está interferido por su propia vida. No es ingenua la elección de las canciones. En general, todas hablan de desencuentros amorosos. Esta mujer está nadando en el agua negra del desengaño, de cierto escepticismo, pero con mucho humor. Con Mariana (Obersztern), que es la directora del espectáculo y posee un alma que pueda vibrar cerca de lo que yo vibro, nos propusimos jugar, nos divertía mucho agarrar materiales nuestros, dúctiles, y forzarlos a sonar en otro lugar. Canciones que pueden ser llevadas a otros terrenos, no caprichosamente; es así como me sale, no podría cantarlas de otra manera.

–¿Gestaron juntas el proyecto?

–Yo la convoqué a Mariana y para mí fue una gran alegría que ella aceptara, es una persona que yo admiro muchísimo. Fue muy placentero el trabajo. El armado final de En Agua Negra, con todo el material que yo le propuse, le pertenece. Ella hizo la selección final del repertorio y el devenir del espectáculo que surgió del trabajo, de las improvisaciones, de las charlas previas. Había mucho material posible, no quisimos elegir las canciones más hiperconocidas, aunque hay algunas que sí lo son. No era la idea hacer un repertorio de puros hits, fue muy importante ver qué decía cada canción y en qué momento de la curva dramática venía. Fuimos decantando y quedó esta propuesta.

–Da la sensación de que fue un trabajo de mucha intimidad en la creación.

–El trabajo fue muy arduo en el mejor sentido, porque había que encontrar el lenguaje propio, encontrar la manera de cantar estas canciones que habíamos seleccionado. Hay algunas en las que hemos respetado el fraseo original –y no la orquestación–, y otras están cantadas en un lugar casi opuesto al que la mayoría de la gente conoce. Tienen un nivel de nobleza que soporta el juego. Trabajar cada canción fue muy apasionante porque, tanto Mariana como yo, trabajamos mucho con imágenes, entonces le pedíamos a Ramiro (Allende, pianista) que tradujera en sonido esas imágenes. Entre los tres armamos esta linda historia.

–¿Un buen equipo?

–Absolutamente. Me da mucha alegría trabajar en equipo. Al principio, cuando me ponía a escribir letras y quería hacer canciones, me acuerdo deque padecía bastante porque las cosas que yo podía componer a nivel musical me resultaban mediocres. Lo que suena en mi cabeza no es algo que yo pueda bajar; lo tiene que hacer otro. Entonces eso, al principio, lo padecía. Después me di cuenta de que es una suerte enorme porque me tengo que asociar, sí o sí, con los músicos y eso me abre un campo artístico y humano muy rico. Es muy difícil encontrar con quién, pero cuando aparece es una maravilla. Se gestan las cosas en conjunto.

–Después de ese trabajo, algunas canciones parecen otras.

–Me gusta resignificarlas; hay canciones que de tan escuchadas, de tan cantadas, de tan repetidas, se vacían de sentido. Me gusta redescubrir lo que la canción dice, por cómo está musicalizada, por el fraseo. Siento como si estuviese parada en un lugar desde el que puedo tomar, sin desarmarme, materiales de la adolescencia, ir a ese combustible que puso en marcha mi deseo y mi búsqueda en mis primeros años de salir al mundo, y tomarlo con la serenidad que me dan los años y la experiencia. Estoy con más capacidad de conmover a los otros; porque a mí me conmueve, pero no me arrasa, porque cuando los materiales te arrasan no los podés transformar. Te quedás como atacada por un ciclón.

–¿Es cierto que empezaste tu carrera cantando?

–Sí. Mis primeros dinerillos me los gané cantando. En mi adolescencia hice un show en un lugar que se llamaba El Conventillo Pub Concert, que era un show de canciones, monólogos. Me acompañaban mi novio, mi papá y mi mamá, y después me traían a mi casa.

–¿Qué te llevó a cantar?

–Siempre necesité traducir mi mundo interno, darle forma, sacarlo afuera, compartirlo. Todo el mundo debería cantar. Si hay alguna idea de Dios más allá de la forma y el nombre que quieras ponerle o cierto estado espiritual, creo que tiene que ver con esto del sonido, por algo la música es tan universal y es algo muy primario. Poder sentirse instrumento. Uno deja pasar algo que tiene que ver con uno y sos un médium de algo que generás, sale. No quiero sonar new age... Pero sí hay algo de un rito. En general, cuando tengo espacio creativo y tiempo interno para soñar, ideo cosas, proyecto, escribo y, últimamente, lo que más ocupa mi alma y mi cabeza son proyectos que tienen que ver con la música. Lo que llego a plasmar con más facilidad son los proyectos musicales, porque son como más de orfebrería, no me armo megaproyectos sino cosas que tienen que ver con la investigación o con el trabajo de cocina. Por eso una canción te conmueve o no te conmueve, no hay mucha cosa en el medio, sucede o no sucede. Una canción te puede acompañar toda la vida.

–¿Cuáles, por ejemplo?

–En casa se escuchaba todo tipo de música. La Nueva Trova Cubana, toda. Siempre preferí la poesía cantada. Spinetta, Sui Generis, Rubén Rada, los cantautores. Liliana Vitale con el repertorio de Alberto Muñoz, es impecable, de una belleza increíble. Siempre me gustó que las letras me cuenten un cuento. A Liliana Felipe la escucho desde hace muchos años. Me gusta la gente con opinión, los artistas con una propuesta. Ahora escucho a Mina, que es eterna, inmortal; a Nina Simone, a Lila Dawns, a Lasha, a Casandra Wilson, a Marisa Monte. Hay un disco que también me gusta mucho de Ricky Lee Jones que se llama Pop Pop.

–¿Cómo te ves ahora?

–Yo siento que con los años estoy como pegando una curva y volviendo. Lo que más me importa en la vida es cuidar mi corazón. En otras etapas de mi vida tuve más capacidad de negociación con el afuera, con la profesión, con los trabajos. Ahora estoy con mucha necesidad de estar parada en mi lugar, lo más cerca de mi centro posible. Eso me da mucha tranquilidad.

Uno de los trabajos más importantes que tuve que hacer en mi vida fue desarrollar filtros para poder hacer que los estímulos entren, transformarlos y poder volver a entregarlos a la vida y a los demás, y esoes lo que a mí me tiene mejor ahora que hace diez años. Tiene que ver con la aceptación. Estoy menos prejuiciosa, me estoy animando a tocar la guitarra, estoy con ganas de meterme con la fusión de sonidos electrónicos, más abierta a las distintas corrientes artísticas, a poder nutrirme de cosas genuinas. Creo que la riqueza está en la diversidad, y la belleza está en la diferencia.

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En Agua Negra. Viernes a las 21.30, Faena Hotel, Martha Salotti 445 Puerto Madero.
 
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