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Viernes, 15 de septiembre de 2006

INTERNACIONALES

Hechiceras del Aire

En Nicaragua, la Bruja Mensajera denuncia casos de violencia y defiende los derechos de las mujeres. Por el personaje que idearon para su estación Palabra de Mujer, las integrantes de la Casa de la Mujer de Bocana de Paiwas –un pueblo en medio de la selva– acaban de ganar el Premio One World.

 Por Soledad Vallejos

Jijijiji... hoy en mi pelota de cristal veo sobresaliendo a uno... éste no es político, éste es un agresor más... éste se llama Pedro Pérez. Este es Pedro Pérez, Pedro Pérez el apaleador. Fijate vos, y la mujer tiene siete hijos. Y vos, Pedro, ¿qué es lo que sentís, qué es lo que te lleva a apalear a esta mujer? ¡Jodido, si las mujeres somos seres humanos, seres con derechos! Vos tenés que ser de otro modo. ¿Qué es lo que le estás enseñando a tus hijos para su futuro? ¿A apalear? No, hombre, hay que componerse, hay que reflexionar. Y vos, muchacha, no te quedes atrapada, porque no estás sola. Buscá a las muchachas feministas de la Casa de la Mujer.”

Esas son las cosas que dice la Bruja Mensajera cuando en Nicaragua empieza a amanecer y, con el sol, comienzan las transmisiones de la única radio gestada y emitida en el poblado Bocana de Paiwas: Palabra de Mujer. Al terminar cada madrugada, una activista con años de práctica y pensamiento feministas se pone en la piel (radial) de esa bruja que reputa unos 86 años y que, más que pasar mensajes, se preocupa por dar con caminos efectivos para aplicar prácticas justas de género. La denuncia de hombres violentos es uno; las pistas sobre cómo puede una mujer víctima de violencia salir del círculo otro; el trabajo constante y sostenido para desarticular discursos machistas (inclusive durante la retransmisión de partidos de béisbol), otro; lo mismo podría decirse de la educación sexual. Por esa iniciativa que vienen cristalizando en el aire desde hace cinco años, Palabra de Mujer ha recibido el Premio Internacional a Medios de Comunicación de las Comunidades del Sur de parte de la ONG inglesa One World Broadcasting Trust.

Sólo en Bocana de Paiwas son alrededor de 3500 las personas que escuchan cada mañana lo que la Bruja Mensajera tiene para contarles sobre las vidas públicas y privadas en su propio pueblo, las novedades políticas en Nicaragua y los avances o retrocesos de asuntos sobre los que viene trabajando la comunidad. Pero en 80 kilómetros a la redonda, a falta de señales nacionales que cubran la zona, todas y todos los habitantes de pueblos cercanos (Matiguás, Río Blanco, Siuna, El Tortuguero, La Cruz del Río Grande y Camoapa, hasta en Bonanza en días favorables; en total más de cincuenta mil personas) también recurren a Palabra de Mujer y la reconocen como señal comunitaria capaz, inclusive, de funcionar a modo de diario hablado. Es esa cotidianidad, esa presencia inclusiva (favorecida, es cierto, por las dinámicas propias generadas al amparo de un cierto aislamiento de grandes medios) es lo que favorece gran parte de la tarea. Por algo, además, la radio nació a poco del efecto devastador que el huracán Mitch tuvo sobre Nicaragua y, más particularmente, sobre su región. “Con el Mitch –recuerda Jamileth Chavarría, la mismísima encarnación de la Bruja Mensajera–, se cayó un puente y Paiwas quedó incomunicada. Dijimos: necesitamos tener un medio de comunicación.” Era, también, la manera de potenciar el efecto de los cientos de talleres que vienen llevando adelante en la CM desde sus inicios, cuando tomaron nota de que era preciso subsanar ausencias del Estado en temas de salud (“en nuestras comunidades las mujeres no sabían lo que era un examen de Papanicolau ni sabían que la vulva y la vagina teníamos que cuidarla mucho”) y pergeñaron una primera clínica, a partir de la cual salió todo lo demás. A ese empuje inicial se sumó otro antecedente: ellas venían, hacía tiempo, reivindicando y reclamando para sí el estatuto de brujas. Al elegir cómo presentarse, querían, dicen, honrar la tradición feminista de convertir en positivo el estigma de la hechicera, afirmar “ser brujas en nombre de todas las miles de mujeres asesinadas en el tiempo de la Inquisición acusándolas de brujas para enterrar toda la sabiduría de la medicina y de otras artes que ellas tenían”. Desde esa identidad fue que llevaron adelante las primeras acciones públicas de CM, catorce años atrás, cuando tres de ellas prestaban el cuerpo una vez por mes para calzarse trajes negros y sombreros de pico, jugar con escobas y montar escenas teatrales en su centro cultural. “Lanzábamos coplitas pícaras contra los políticos, dábamos las noticias del pueblo, hacíamos críticas –cuenta Jamileth–. Llegaban mujeres, hombres y niños, querían escuchar lo que íbamos a decir, con quién nos íbamos a meter, ‘con qué van a salir hoy las brujas’.”

En el pueblo, las chicas de la CM y las brujas, bueno, ya eran conocidas como equivalentes, y de ahí la gran ventaja de la Bruja Mensajera, que en días sin denuncias de gravedad bien puede dar un buenos días más amistosamente relacionado con el empoderamiento, como pasó a fines de mayo: “Jijijiji... Buenos días, amigas, ¿cómo les amaneció? ¡Me encanta estar con ustedes! Estoy prendiendo el fuego y estoy toda contilosa. Hoy cayó una riquísima lluvia, ¿la sintieron? Yo casi me duermo en mi vuelo de escoba. Y cuéntenme, ¿cómo les fue anoche, mujeres? ¿Cómo las trataron? ¿Tuvieron un orgasmo real o uno inventado? ¿Estuvieron placenteras o fue a la fuercecita? Bueno, pues, piénsenlo, porque eso de que sea con gusto y con placer es muy importante. Hoy es 30 de mayo y nos encuentra a todas empericuetadas por ser el día de las madres. Pero ¿solamente estamos celebrando todo lo que quiere la Iglesia, todo lo que quieren los políticos, todo lo que quieren los hombres? ¿Qué estamos celebrando? Porque nosotras, las mujeres, debemos celebrar otras cosas, debemos reivindicar el derecho de crecer, de conocer, de desarrollarnos, de ejercer nuestros derechos en la calle, en la casa... ¡y en la cama!” Pero no siempre la Bruja puede tener respiro o tomarse licencias. Este año, el director de un colegio secundario vinculado a la Iglesia, manager del equipo de béisbol del colegio, candidato a alcalde, amigo de Jamileth además, embarazó a una de sus alumnas, de 13 años. La Bruja lo denunció al aire, la Casa de la Mujer acompañó a la chica y respaldó su denuncia judicial –algo nada fácil, teniendo en cuenta que la fiscal apenas llega al pueblo un día cada dos semanas, y no siempre privilegia estas denuncias–. “Denunciar te pone entre la espada y la pared –dice Jamileth–, pero ¿quién es tu prioridad? Lo triste fue que cuando hicimos la denuncia se nos echó encima todo el mundo. La mayoría de la gente en el pueblo, en la Iglesia, en el colegio, cerraron filas con él. Culpaban a la niña. Ella y su mamá pasaron un tiempo sólo saliendo de noche, las vulgareaban, las señalaban. Para enfrentar esto, lo que hicimos fue que las chavalas de la Casa de la Mujer acompañaran a la niña por las calles y con la cabeza en alto.” Cuando trascendió el caso, la niña llevaba cinco meses de gestación, no hubo posibilidad de interrupción del embarazo, “la niña decía que quería ahorcar al niño cuando naciera, pero ella ya parió y ahora tiene un montón de madrinas”.

En un país en el cual la violencia de género (intrafamiliar, sexual) no es prioridad de la agenda pública, ¿cuál es el efecto de estas tareas en pequeña escala? “Hemos visto varios efectos: hombres que cambian, hombres que aumentan la agresión al verse denunciados, maridos que reducen su maltrato. Pero también ha disminuido el número de cartas de denuncia en el buzón de la Bruja y hay más denuncias en el juzgado o la fiscalía.” No es suficiente, dicen, pero es algo, y lo suyo es el trabajo metódico, sostenido, paciente, en ocasiones arriesgado (“siempre hay represalias contra nosotras, desde tirar botellas de cerveza en las noches de las parrandas de los hombres contra la Casa hasta dispararnos”), pero ante todo confiando en la propia capacidad de generar un poder y un cambio. “Nos hemos ganado reconocimiento y respeto por ser así. Inmediatamente que sabemos de algo lo hacemos público. Es la única manera: la palabra, la fuerza de la palabra.”

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