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Viernes, 6 de octubre de 2006

CONSUMOS

El sueño del control

En los últimos tiempos, el mercado no da respiro a un sector que –por lo visto– debe resultarle rendidor: el de las madres angustiadas por saber dónde, cómo, con quién, cuánto tiempo, andan sus infantes. A la oferta de jardines y peloteros televisados por Internet, ahora se suma el GPS, una suerte de radar personal que no abandona a sol ni a sombra.

 Por Luciana Peker

Ya no tenés que preocuparte, porque donde están tus hijos estás vos”, es el lema del nuevo dispositivo HawkSelf para hacer realidad el sueño —o la pesadilla— de las madres-radar que todo el tiempo pueden saber dónde están sus hijos. El sistema es simple: hay que entrar en Internet, poner login y código de usuario y la computadora dirá la información del niño/niña en cuestión y su ubicación geográfica con datos precisos: 16.45, casa de Sofía, calle tal y tal. En la publicidad del nuevo producto se ve a dos adolescentes bailando y el lema “donde están ellos, estás vos”. No es metafórico. Si las antiguas cárceles se construían con el sistema panóptico para que, desde una sola torre, una sola mirada pudiera controlar a todos los presos, esta nueva tecnología permite monitorear todos los movimientos de los hijos a través del sistema GPS –Global Position System, inventado a partir del lanzamiento del satélite Sputnk I, en 1957, en la Unión Soviética– usado, por ejemplo, como brújula moderna de barcos y expedicionarios de turismo aventura.

Pero, ahora, el GPS encarna la fantasía por excelencia de las idishe mames (que existieron ayer, hoy y siempre), incentivadas a sobrecontrolar/sobreproteger por la inseguridad. Ahora están a un click del deseo hecho realidad de ser madres-Diosas: ver todo y estar en todas partes. Para ser Dios, el precio ($1000 el aparatito, $100 por mes el abono básico y $150 el abono premium) no es tan alto. En cambio, para las empresas de GPS este nuevo lanzamiento implicará —probablemente— un buen negocio. Para muchas madres, la tranquilidad de ubicar a sus hijos será —sincera y realmente— una buena inversión. Sin embargo, esta nueva herramienta tecnológica también tiene otros precios. “La ideología del GPS está en la línea de confundir cuidado con control y protección con vigilancia. Los padres suponen que la tecnología puede reemplazar la comunicación humana y personal, el diálogo sincero con los hijos y, sobre todo, escuchar”, advierte la psicóloga infantil Diana Liniado.

“¿Salió de la escuela? ¿Llegó al club? ¿Iba a lo de una amiga? ¿Aún estará viajando?”, se pregunta una mamá con cara de preocupada frente a una computadora y con un celular al lado, en la explicación de la practicidad del servicio en hawkgps.com. El celular al lado no es un detalle, sino una forma de apuntar que los chicos pueden perder el telefonito, o se lo pueden robar, o, más habitualmente, no tener crédito o señal o, ellos mismos, estar ocupados —en clase, en viaje, jugando— para poder atender. En definitiva: ¡el celular puede fallar!

La telefonía móvil ya se quedó atrás, pero no deja de ir para adelante. La expansión de venta de celulares para chicos/as y adolescentes también es empujada —y justificada— a través de la seguridad. Los infantocelulares ya cuentan con campañas de marketing propias como “Mi primer CTI”, que hace promociones junto a Discovery Kids (un ejemplo de que ahora la edad de ver a Barney es la misma que la de tener una línea telefónica propia). En Personal explican: “Las investigaciones de la empresa entre sus clientes adultos señalan la necesidad de estar comunicados con los menores de la familia en forma permanente por razones vinculadas a la seguridad y el control. La tendencia para este tipo de uso es la adquisición de servicios prepagos que faciliten la comunicación, sin descuidar el control del gasto”.

Los celulares y los GPS —que además de señalizar también permiten llamar al teléfono de los padres— no son accesorios aislados. Se suman o son los pilares de una tendencia en donde muchos jardines maternales, peloteros, salas infantiles de supermercados o cumpleaños tienen televisores para padres donde los chicos son —o pueden ser— permanentemente monitoreados. “No es posible asegurarnos para nosotros y los nuestros que nada malo suceda, pero esta realidad es también un buen nicho de mercado. Probablemente desde que el Estado empezó a retirarse de sus funciones esenciales ha habido una exigencia mucho mayor sobre la vida privada: la escolarización de los hijos, la salud, la seguridad parecerían estar ahora en las manos de cada uno, o mejor, en nuestras manos. Si los hijos van creciendo y alejándose, teniendo una vida propia, es cierto también que están expuestos a peligros que conllevan la vida urbana, la vida rural, la vida. ¿Qué hacer, entonces?”, se pregunta la socióloga Daniela Gutiérrez. Y responde: “La incertidumbre parecería en estos días cada vez más intolerable. Queremos saber ahora, ya, dónde y cómo están los otros, y sin embargo este apetito eventualmente lícito implica una invasión y un control muchas veces innecesario. Ningún padre es Dios, los celulares y los GPS se pueden apagar. La ilusión que produce la tecnología es la de la cercanía. Pero es sólo su ficción. A medida que el ser humano crece, también se le vuelve imperiosa la necesidad de privacidad, de intimidad, de tener un tiempo para sí en silencio y soledad. La variable más sana de la crianza del cachorro humano es dejarlo crecer, alentar la diferenciación, verlo caminar aun cuando esto lo aleje de nosotros, de nuestros cuerpos”.

El riesgo y el control

POR MARISTELLA SVAMPA *

En La inseguridad social, Robert Castel dice que la sensibilidad al riesgo crea una demanda irrealista de seguridad; una suerte de inflación de la noción o cultura del riesgo. Por ello el deslizamiento hacia un estado de seguridad y una sociedad del control. Pese a que vivimos tiempos de riesgo e incertidumbre, para muchos el desarrollo tecnológico sigue creando la ilusión de que todo terminará por ser controlable, ignorando que estos dispositivos de control y planificación generan a su vez nuevos riesgos y peligros. Si somos conscientes de que vivimos en una sociedad del riesgo (el diagnóstico es de U. Beck) es necesario entender entonces que no es posible evacuar la totalidad de peligros que crea una sociedad y/o que pueda traer el futuro.

La reducción del riesgo o de la incertidumbre no pasa por multiplicar los dispositivos de control (que llevan a una consolidación de la comunidad del miedo en el marco de la sociedad del control), sino crear socialmente las condiciones materiales y las oportunidades económicas y culturales para el desarrollo autónomo y pleno de los individuos en el nuevo contexto.

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