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Viernes, 20 de octubre de 2006

INTERNACIONALES

luchar por una, luchar por todas

Empezó a destacarse como dirigente cuando en Bolivia se permitió a las mujeres tener actividad sindical. Cocalera y senadora, Leonida Zurita estuvo en Buenos Aires hablando sobre el cultivo de coca, que sostiene económicamente a la mitad de la población rural boliviana.

 Por Sandra Chaher

Dirigente cocalera y senadora suplente del MAS —el partido del presidente Evo Morales—, Leonida Zurita estuvo en Buenos Aires participando del II Foro Internacional de la Hoja de Coca, que se realizó en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires. Aymara Falcón, artista plástica argentina, integrante de la Comunidad Tiwantisuyu de Perú, y responsable de la organización del encuentro, explica: “Sentimos que la mejor forma de quitar el manto de confusión que cubre a nuestros pueblos de origen es presentar en este ‘moderno Virreinato del Río de la Plata’ una semblanza de lo que fueron nuestros pueblos, su cultura y su medicina. Necesitamos recuperar nuestra memoria de modo de ejercer nuestros derechos, y necesitamos que la comunidad científica se interese en promover estudios bien fundamentados sobre las bondades medicinales y nutricionales de la hoja de coca... ¿Qué mejor que Buenos Aires para todo eso?”.

Leonida fue invitada a participar de las mesas sobre “Política y Coca”, y “Mujer y Coca” en un momento en que ambos temas están en el centro de la política boliviana: la política pública del gobierno de Morales hacia la hoja de coca no es aceptada por Estados Unidos y los países penalizadores, que desconfían de un desarrollo sustentable de este cultivo que no alimente el mercado de la fabricación de cocaína. Por otra parte, el 50 por ciento del campesinado boliviano está compuesto por mujeres y en este sector de la población boliviana radica el principal sostén del presidente Morales en tiempos difíciles, en los que se habla de sabotaje y hasta golpe militar.

Hija, hermana, madre, sindicalista

“Mi madre migró al Chapare y yo nací ahí y vivo ahí. Tengo mi chacra donde cultivo de todo. Tengo un ‘cato’ de coca, son 40 cm por 40 cm que me dejan cuatro paquetes de 50 libras por temporada y con eso se sobrevive, pero después completamos con lo que sacamos de la yuca, el plátano, el maíz y el maní. Nosotros queremos industrializar coca en el Chapare y hay un proyecto del gobierno en marcha en este sentido: tendríamos dos plantas, que serán cooperativas de campesinos, en las que se harán las esencias para productos gastronómicos y medicinales, y con el descarte fabricaremos cartones, papeles y papel higiénico. Hay un proyecto similar para La Paz.”

¿Cómo sostendrán este proceso en medio de la política de erradicación y sustitución de cultivos impulsada por Estados Unidos en la región?

–Algunos países nos apoyan, como Venezuela y Cuba. Está el Tratado de Comercio para los Pueblos, que integran esos dos países y Bolivia, en el que se está trabajando en este tema.

La biografía de Leonida dice que es de origen quechua, que tiene 38 años, dos hijos varones de 15 y 8 años, y un marido afincado en la chacra del Chapare mientras ella pasa la mayor parte de su tiempo en La Paz desde que es miembro de la Dirección Nacional del MAS.

“Yo me convertí en dirigente campesina cocalera en 1997. Hasta el ’94 no había dirigentas campesinas por estatuto. El rol de las mujeres era atender a sus maridos. Sucedió que yo estuve metida en la actividad sindical desde muy chica porque un hábito en Bolivia es que las viudas de los dirigentes campesinos asuman algún rol en el sindicato después de la muerte de sus esposos. Mi papá falleció cuando yo tenía dos años y mi mamá empezó a ir a la sede a hacer lo que podían hacer entonces las mujeres: barrer, cocinar en las fiestas patrias, servir a los dirigentes. Yo tuve que dejar el colegio en primer año del secundario y me fui haciendo cargo de las responsabilidades de mi mamá, pero no me gustaba. Además, veía a mis hermanos, todos varones mayores que yo, que estaban casados y con sus mujeres embarazadas y las dejaban porque tenían que ir a resolver cuestiones de los sindicatos. Ahora entiendo que lo hacían para defender los derechos que nos correspondían.”

¿Y cómo reaccionaron tus hijos frente a tu propia militancia?

–Los cuidan las abuelitas y el padre. Ellos viven en la escuela durante la semana y los fines de semana van a lo de las abuelas y ahí va mi marido a vernos porque yo también paro en la casa de mi mamá, no vivimos juntos con mi esposo. Pero el más chiquito va detrás del papá. Al más grande, en cambio, lo dejé solo por primera vez en el ’97, cuando empecé con la dirigencia. Me dijo que no había quién le lavara la ropa ni le cocinara, y se angustió mucho cuando en el 2002 me llevaron a la cárcel acusada de asesinato. Pero desde julio, en que retomé mi bachillerato, me estoy haciendo más tiempo para él.

El comentario sobre la detención en prisión es hecho por Leonida en el mismo tono en que se refiere a todos los temas, una forma neutra en medio de un lenguaje mechado de regionalismos y con una modulación cerrada que a veces hace difícil comprenderla. Lo relata como otras situaciones de su vida, incluso omitiendo, la primera vez que se refiere a lo sucedido, que como consecuencia de esa detención perdió un embarazo de siete meses, una nena. Dos años antes, en el 2000, había perdido otro embarazo de siete meses, también mujer, “por renegar con las autoridades, no soy buena para eso”.

“Los campesinos estaban bloqueando caminos en contra de la erradicación del cultivo de la hoja de coca y hubo un enfrentamiento con los militares. En ese revuelo a mí me acusaron de asesinar a dos militares, los Andrade. Pero yo no estaba esos días en Bolivia, sino en Checoslovaquia. Tenía como prueba mi pasaporte, así que al mes tuvieron que soltarme.”

Esa fue la primera pero no la única vez que Leonida estuvo en las noticias de los medios por ser acusada de delincuente y no por su lucha como dirigente campesina. En febrero del 2006, siendo ya senadora suplente por la región de Cochabamba, en Estados Unidos le revocaron la visa de ingreso, que tenía desde el ’98, y que debía usar para asistir a un encuentro sobre las luchas sociales en Bolivia que se hacía en Miami. En la justificación de tal medida, el gobierno norteamericano decía que era por creerse que podría estar vinculada con “actividades terroristas o asociada con organizaciones terroristas o que podría intentar involucrarse en actividades que pueden poner en peligro el bienestar y la seguridad de Estados Unidos”.

La larga marcha de las mujeres

“En los ’90 hubo muchas mujeres muertas en enfrentamientos en defensa de la hoja de coca. Evo nos empezó a decir que nos organizáramos, y en el ’95 hicimos el primer congreso de campesinas cocaleras, sólo mujeres. El segundo fue en el ’97 y ahí yo entré como dirigente. Ahora tenemos federaciones mixtas y aparte de mujeres y varones por separado. Las militantes somos más del 50 por ciento, y ahora debe haber 500 mujeres dirigentes y unos 700 varones.”

Desde el ’97 Leonida participó en la fundación de las seis federaciones de mujeres campesinas de su región, y hasta julio de este año, cuando se dedicó de lleno a la actividad partidaria y al funcionariado, estuvo al frente de la Federación de Mujeres Campesinas del Trópico y de la Coordinadora de Mujeres Campesinas del Trópico.

¿En los encuentros de las federaciones de mujeres se hablan temas diferentes que en las de varones?

–No, son los mismos temas, pero todavía hacemos reuniones solas porque algunas temen debatir frente a los varones, entonces hay que darles fuerza. Avanzamos mucho desde el ’94 pero falta aún. Yo, por ejemplo, soy suplente en el Senado, y hay una sola senadora mujer en todo el país, y 20 diputadas entre 120 diputados. Hay todavía mucho machismo, tanto en la política como entre los campesinos, y muchos recelos de los varones hacia las propuestas de las mujeres.

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