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Viernes, 10 de noviembre de 2006

DEBATES

La zona oscura

De cara al Bicentenario, la historiadora y directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género, Dora Barrancos, analiza la irrupción del feminismo en el mismo momento histórico en que la modernidad construye un modelo universal –masculino, blanco– que usará como vara para medir al mundo, intentando abolir todas las diferencias. Por qué todavía hoy las voces diversas tienen menos poder.

 Por Gimena Fuertes

El feminismo es un tópico que funda sentido en la modernidad. Desde luego, las grandes agencias ideológicas como el anarquismo, el socialismo y el liberalismo radicalizado tienen un ancla en la problematización acerca de la mujer de manera muy diversa”, asegura Dora Barrancos, socióloga, historiadora y directora del Instituto Interdisciplinario de Estudios de Género. Barrancos revisó en un artículo para el libro Construir Bicentenario: Argentina –auspiciado por el Observatorio Argentino-New School University– la relación –a veces conflictiva, otras carnal– entre feminismo, las luchas de las mujeres y la modernidad.

“El concepto de feminismo es una ruptura o una irrupción de la modernidad”, sintetiza. “Los anarquistas, a pesar de que rehúsan el término feminista por su aire burgués, desarrollan una agencia feminista aunque la rechacen, y es muy avanzada, porque hacia 1910 esta cuenca anarquista va a ser pionera en denunciar la inexorable condición reproductora de la mujer y de establecer una idea de libertad del cuerpo. En esto avanzan más que los socialistas que no van a tener esa idea sino mucho tiempo después. Mientras los anarquistas defienden la contraconcepción, el derecho a limitar los nacimientos, los socialistas están a favor de los derechos civiles y el sufragio, que es en donde son más emblemáticos”, aclara.

–El anarquismo era muy potente para la época del primer centenario. ¿Cómo incorpora las temáticas de género a pesar de creer que el feminismo es un movimiento burgués?

–Hay que pensar que las condiciones de sometimiento que sufren las mujeres en el siglo XIX son ominosas como nunca antes lo habían sido. Es la época más sometedora de las mujeres y es un caldo para cuestionar esa subordinación”, analiza Barrancos. Como respuesta, el anarquismo es la primera forma de pensamiento contrahegemónico que, sin plantearlo de esta manera, incorpora a su ideario las problemáticas de género con una revolucionaria mirada. Es verdad que ve el feminismo como un concepto burgués, pero afina la puntería en un sentido mayor, ya que encuentra que lo que hay que resolver de manera precursora son los vínculos que estatuyen las esferas privadas y públicas. Para los anarquistas hay una construcción de sentido que –sin que en ese momento estemos frente a una crítica de las condiciones de género– habla de un padecimiento histórico de las mujeres debido al anclaje en el mundo doméstico, un mundo de sometimientos. En la perspectiva general, las mujeres son sometidas como lo son los proletarios. Hay fulgores de una agencia que no coinciden exactamente con los derechos de las mujeres sino con los derechos sociales donde las mujeres van a tener un lugar nuevo cuando se revisen las condiciones del capitalismo, del patronato y la sujeción a los credos religiosos.

–Cuando cambien las condiciones, cambiará la vida de las mujeres...

–Las mujeres tienen que corresponderse a las luchas por todos los oprimidos. El feminismo no les gusta a los anarquistas de principios de siglo porque es un movimiento al margen de la lucha contra el opresor, le preocupa más la relación entre opresores y oprimidos, y las mujeres no consiguen hacer una agenda propia.

–Para las y los socialistas, sin embargo, la participación de las mujeres era fundamental. Al menos era lo que manifestaban las luchas sufragistas.

–En la Argentina se decía que las feministas son todas socialistas, ser feministas era haber comprado el programa del socialismo. Esta corriente es la que hospeda los principales motivos de reivindicación de los derechos de las mujeres. Los dos grandes tópicos principales de nuestro socialismo son el sufragio femenino y la reivindicación de los derechos civiles para las mujeres.

–Aquí es donde se impone el nombre de Alicia Moreau de Justo.

–Sí, porque remite a los debates de la época sobre los derechos civiles y políticos de las mujeres. En sus primeras posiciones de 1909, 1910, hasta antes de la guerra, Alicia sostenía que el voto debería venir por etapas, que era necesario consagrar los derechos civiles primero para poder votar. La discusión era si primero se luchaba por los derechos civiles y después por los derechos políticos, cómo una mujer iba a poder votar si no se había removido la brutal oclusión de sus derechos que reposaban en sus maridos.

–Y para esto era necesario modificar la legislación vigente entonces.

–Claro, nuestro Código Civil sometía a las mujeres, era una extensión del Código napoleónico. Estaban sujetas a los varones, no podían comerciar, testimoniar, gerenciar bienes propios, tener profesión ni educarse sin el consentimiento del marido. Esa obstrucción tan ominosa hace que nuestros socialistas reivindiquen fuertemente los derechos civiles. Pero eso cambia totalmente con la guerra que acerca las condiciones entre los géneros cuando las mujeres tuvieron que ocupar las posiciones de los maridos, aunque es cierto que después de que terminó la guerra fueron derrotadas. Alicia, después de la guerra, no tiene ninguna duda sobre el sufragio.

–El feminismo, tal como usted lo plantea, vendría a iluminar las zonas oscuras de la modernidad.

–La modernidad configura el universal, con sus valores que los otros debían copiar. La modernidad es bifronte, prefigura al otro como una diferencia asimétrica, como el enemigo. Una vez que se choca el universal, que es el sujeto prominente blanco hombre, que va a hacer la evolución maravillosa, no soporta las otredades y él es su propia vara con la que mide a los otros. El primer otro de las asimetrías son las mujeres, son las que están cerca, no son los indios. Eso es inescindible de la modernidad, que tuvo muchas luces, pero que a la vez tiene un fondo de hogueras en las que sucumben las diferencias que la constituyen.

Derecho y poder

Margarita Gutman, profesora de Historia de la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la UBA y de la New School University de Nueva York, editora de Construyendo Bicentenarios..., acuerda con Barrancos sobre los principales ejes que componen esta idea del progreso indefinido: “Dora señala tópicos modernos de inclusión en la vida civil y política de las mujeres porque estaban enclaustradas en sus casas, y ésta se presenta como la oportunidad de revertir la situación no en pensamiento sino en la acción, porque además, el concepto de género tiene que ver con la inclusión y participación que ofrece la oportunidad este segundo centenario de 2010, para ejercer y no sólo hablar. Los grupos que tienen la palabra y el poder tienen el derecho de pensar el futuro, lo hacen y lo ejercen. La parte de la sociedad que no tiene su voz legalizada, y me atrevo a incluir los temas de mujeres, tenemos el derecho, pero nuestra voz no tiene el mismo peso que la masculina en cuanto a la ejercitación de pensar el futuro”, argumenta Gutman.

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