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Viernes, 16 de febrero de 2007

MúSICA

Sangre de bandoneon (en venas orientales)

Dos cantantes japonesas flechadas por el tango grabaron recientemente en Buenos Aires sendos discos, con un repertorio de clásicos que ellas sienten como propios. En esta entrevista, Chie y Sayaca explican las claves de una pasión absoluta.

 Por Moira Soto

Una es japonesa nacida en Tokio y canta el tango; la otra, también: hasta ahí las semejanzas entre Sayaca y Chie, dos mujeres que al convertirse en intérpretes de este género tan ciudadano, tan porteño, dejaron caer sus respectivos apellidos (Oshsawa, Ishikawa), sin duda para sortear dificultades de pronunciación. Una vive en Buenos Aires la mayor parte del año, la otra en Japón (aunque se muere por estar en nuestra ciudad y espera poder radicarse en un par de años). Estas dos orientales de distintas historias de vida, formación y personalidad, coinciden en estos días en la calle Corrientes que tanto aman desde antes de conocerla, flechadas, rechifladas por el tango.

Es verdad que el tango argentino cuenta desde hace varias décadas con fans de origen japonés, que hubo y hay orquestas y cantantes de aquellas latitudes especializadas en nuestra música ciudadana, pero no es habitual que se editen en Buenos Aires y casi al mismo tiempo dos buenos discos de presentación de sendas intérpretes japonesas, como es el caso puntual de Cada vez que me recuerdes, de Sayaca, y Chie, tributo a la Argentina. En ambas oportunidades, acompañadas de excelentes músicos en franca armonía con sus vocalistas: Sayaca con Diego Schissi y Carlos Corrales Trío; Chie con la guitarra de Aníbal Arias (en todos los temas), Osvaldo Montes, Oscar De Elía, Fabián Bertero, Horacio Cabarcos y Domingo Diani. A las cantantes se les nota su afición por los superclásicos, pero también por descubrir composiciones poco frecuentadas. Sayaca hace confidencialmente, a media voz, emocionada, el tango que da título a su disco, también “De barro”, “Los mareados”, “Tristezas de la calle Corrientes”, “Fuimos”, “Uno”... Chie vibra, temperamental y apasionada, con “Desde el alma”, “Caminito”, “Nostalgias”, “El día que me quieras”, “Bahía Blanca”... y ambas coinciden al elegir “Malena” y “Soledad”. Pero la una y la otra, cada cual en su estilo, en cada verso ponen su corazón.

Desde hace más de cuatro años en Buenos Aires, Sayaca habla muy bien el castellano, incluso con inflexiones porteñas (esa manera de decir “claro”, alargando la a), mientras que Chie apenas conoce algunas palabras, más allá de los tangos que aprendió por fonética. Entonces, con toda gentileza, durante la entrevista que sigue, Sayaca, además de responder a las preguntas de la cronista, ofició de traductora. Con mucho humor y de risa fácil ambas, cada vez que Chie narraba algún revés, alguna desgracia, se tentaban de manera irresistible.

¿Cuál les parece a ustedes que es la clave de la famosa atracción que japoneses y japonesas sienten desde hace tiempo por el tango?

Chie: Creo que la sociedad japonesa te empuja hacia la uniformidad y a la falta de espontaneidad. Es muy difícil encontrar la oportunidad de expresar sentimientos profundos que, entonces, son reprimidos. Quienes queremos sacar afuera estas emociones buscamos géneros como el tango o el flamenco, que nos dan ampliamente esa posibilidad. Actualmente, en el Japón, muchas mujeres jóvenes que se lo pueden permitir, que buscan, que necesitan otra forma de expresión, se vuelven locas por el tango, por el flamenco, tan pasionales, que les procuran una especie de catarsis. Yo también lo siento así: las letras de tango son puro sentimiento, cuentan situaciones humanas universales: la pérdida de un amante, la soledad, la traición, la nostalgia... A mí me gusta esa transparencia del tango que lo dice todo desde el corazón, sin guardarse nada. Justo lo que estamos perdiendo en un país como el Japón, donde la gente está tan aplicada al trabajo, corre todo el día sin detenerse, satisfecha en los aspectos materiales pero con muchas carencias en la parte afectiva.

De todos modos, el interés por el tango en el Japón no es un fenómeno reciente...

Sayaca: En los años ’20 el barón Megata, hombre muy rico, estuvo en París, escuchó el tango, le encantó y compró muchos discos que llevó al Japón y distribuyó en su círculo. Por eso, en general, es gente culta la que gusta del tango. Aunque, como dice Chie, los contenidos emocionales del tango los puede comprender cualquier persona. Es verdad que en cierto cine japonés, en la literatura, la pintura hay expresiones de gran lirismo, pero el tango es siempre más directo, más comunicativo, sin dejar de tener mucha poesía, a través de letras casi siempre muy hermosas.

Chie: En realidad, no es tanta la gente que conoce el tango en Japón, no se puede decir que sea un género popular, pero los que lo conocen son totalmente fanáticos. En mi caso personal, estudié canto lírico, hice ópera, una forma musical que en Occidente expresa sentimientos muy intensos, pero necesita dos, tres horas para hacerlo. En cambio, en tres minutos un tango te cuenta una historia muy concentrada, rebosante de emoción. Dentro de una sociedad tan machista como la japonesa, el tango me brinda esa vía de escape, de liberación de estados de ánimo, de sensaciones, de penas muy hondas.

¿En qué circunstancias se enamoraron del tango?

Sayaca: Mi papá es un fanático, entonces yo lo escuché desde muy chica. En cambio, mi mamá prefería la música clásica. Ya tenía incorporado el tango pero todavía no me gustaba, no lo entendía, me parecía una música muy rara. He vivido con mi familia en varios países, y resulta que cuando estábamos en Chile vino un grupo de tango japonés, la orquesta Astrorico de Kyoto. El director estaba buscando una cantante y mi papá le mencionó que tenía una hija un poco loca que aprendía flamenco –en esa época mi sueño era ser bailarina– y algo de música sabía. A este director le gustó la idea y me mandó la letra y la partitura de “Caminito”. Me invitaron a Kyoto y yo pensé que estaba lindo viajar gratis... Bueno, fui, canté –sin haber estudiado canto–, les gustó mi voz, pero todavía no estaba decidida por el tango. También hacía jazz porque hablo en inglés. Pero finalmente un día comprendí que el tango ya formaba parte de mi ser, que corría por mis venas.

Chie: Yo escribía guiones para pequeñas óperas sobre leyendas japonesas, pero fui traicionada por una amiga que prácticamente se apropió de toda mi obra, que no tenía todavía registrada, y también con el dinero de varios shows que teníamos programados. Luego tuve la mala fortuna de sufrir un accidente que me dejó inmovilizada durante dos años, me afectó mucho toda la zona del cuello, no pude volver a tocar el piano como antes. (En este punto del relato, Sayaca primero pone cara de espanto y luego, ante el gesto divertido de Chie, las dos estallan en risas.) Hace cuatro años hubo un momento en que yo ya estaba resuelta a dejar la música, el canto, pero una amiga me invitó a una clase de baile de tango. Fuimos, y en ese salón se escuchaba el tema “Malena”, que yo no conocía y cuya letra no entendía para nada, pero la emoción se apoderó de mí y ahí me enamoré del tango creo que para siempre. Hace dos años organicé un recital de tango, me había aprendido las letras por fonética, pero el bandoneonista tuvo un accidente y tuve que cancelar. Cuando retomé el proyecto, mis amigos me aconsejaban que no hiciera el show en un hotel sino en una sala teatral. Pero yo seguí adelante con el proyecto y realicé el concierto. El resultado no fue tan bueno porque hubo gente que se quejó de que hubiese abandonado la música clásica, me decían que tenía que volver a lo mío. Me llevaron a dudar sobre lo que realmente debía hacer. En ese estado de ánimo, estaba en la casa de una amiga cuando oí el sonido de una guitarra que me impresionó mucho: era Aníbal Arias tocando el tango “Mi dolor”. Ahí se terminaron mis vacilaciones. Pensé: esta persona entenderá mi corazón. Pero por distintas razones se me hizo difícil conectarme con él. Cuando por fin lo logré, nos pusimos de acuerdo. Aníbal me allanó el camino para que pudiera cantar en algunos lugares de Buenos Aires: el año pasado hice presentaciones en la Casa del Tango.

¿La adversidad te fortaleció en tu ilusión?

Chie: Sí, porque cuando te pasan tantas desdichas en la vida, si no te dejás ganar por el desánimo, estás mejor preparada para la lucha. Pensás: ya no me puede pasar nada peor, y cuando el deseo es tan profundo, tan arraigado, como en mi caso, seguís insistiendo porque la convicción está por encima de todo. Ahora sólo me falta mejorar mi español, estoy en eso y espero poder hablarlo correctamente el año que viene.

¿Cómo es la experiencia de estudiar los tangos por fonética y después cantarlos con tanto fervor como lo hacés vos?

Chie: Mi primera conexión fue con el puro sentimiento, sentir que el tango hacía ese eco en mí. A partir de esa identificación, todo se facilita. Por supuesto que ahora conozco el contenido, el sentido de cada tango que hago, y creo que eso se transmite, aunque necesite perfeccionar la pronunciación. Pero estoy muy determinada y lo voy a lograr. Trato de elegir los temas que siento, como dice el vals de Manzi que hago en el disco, “desde el alma”. Desde que conozco el tango, no me cuesta nada entregarme, hacerlo sin reservas. Al contrario, para mí es como una tabla de salvación, agradezco tanto haberlo encontrado. Cuando canto tango es el único momento en que puedo destrabar sentimientos personales muy guardados por toda esa cuestión cultural. Para mí, cantar “El día que me quieras”, “Nostalgias”, es lo mejor que me puede pasar en el escenario, la más alta emoción.

En cuanto a vos, Sayaca, aunque muy joven, tenías recorrido un camino musical que te permitió lanzarte a cantar tango un poco por azar, para luego darte cuenta de que el tango te había tomado.

Sayaca: Después de esa experiencia con la orquesta de Kyoto, de cantar en varios países, un día decidí que tenía que venir a Buenos Aires, conocer la ciudad, la gente, vivir aquí, respirar este aire. Junté la plata y vine en 2002 con la idea de quedarme un año, y ya pasaron más de cuatro... Ya hablaba español y me adapté pronto, me gustó muchísimo. Había estado con la orquesta Astrorico, hace diez años, en una gira que incluyó Paraguay, Uruguay, Chile. Estuve en la Tercera Cumbre Mundial del Tango de Montevideo. Cantaba “Sur”, “Trenzas”, “Por qué amo a Buenos Aires”, de Eladia Blázquez, un tema que ahora puedo hacer con mejor comprensión. Cuando me vine a vivir, empecé a tomar clases con Guillermo Fernández, Patricia Andrade, Amelita Baltar, Lidia Borda. La verdad, tuve esa suerte de que mi papá me propusiera al director de Astrorico porque en ese entonces yo bailaba flamenco y tenía un novio español y pensaba “el mes que viene me voy a España”, pero iba corriendo la fecha. En cambio, con el tango, con Buenos Aires no hubo postergaciones.

¿Cómo llegas a la grabación de Cada vez que me recuerdes, tu reciente disco?

Sayaca: Fue editado por Epsa en octubre del año pasado. Yo también tuve algún contratiempo, aunque menos que Chie: iba a grabar en abril pero perdí mi voz. Por la presión, los nervios el estrés... Me bloqueé. Como mi productor –Ignacio Varchavsky– estaba en París tuvimos que esperar hasta julio. Mientras tanto, empecé a hacer terapia.

Ahí te graduaste de porteña total...

Sayaca: (Risas.) Y sí. Pero en serio, tuve la buena fortuna de conocer a una psicoanalista buenísima que realmente cambió mi vida, una de las razones que me llevó a decidir vivir acá. Por supuesto, no abandoné el Japón, vuelvo regularmente a trabajar, alrededor de dos meses por año. Mirá, yo no soy de tomar mucho taxi, salvo cuando estoy apurada. Y en ese caso, me gusta conversar con los taxistas. Ellos son como mis psicólogos aficionados. En los primeros tiempos, esos viajes eran parte de mis clases de español; ahora les pregunto cosas, escucho los consejos, me encanta. Aprecio mucho la parte afectiva de los porteños, totalmente al revés de lo que sucede en la cultura japonesa. Con mi disco, con otras actividades, querría ser como un puente entre dos culturas tan diferentes. Después de la Segunda Guerra, hubo demasiada influencia norteamericana en Japón. Tokio, por ejemplo, se volvió muy consumista. Todo funciona a la perfección, es cierto, pero estamos perdiendo en el terreno de los sentimientos, yo creo que hay que cultivarlos y expresarlos. Acá hay algo del corazón que no se ha perdido. Por otra parte, a Japón no llega información correcta sobre la Argentina, se conoce lo más evidente –Maradona, el vino tinto, el tango–, pero no la literatura, el folklore. Estoy trabajando en mi página web, donde quiero poner buena data sobre temas culturales, traducida al inglés y al japonés. Creo que podemos entendernos, lograr un intercambio mutuamente enriquecedor, porque ambos países tienen mucho para ofrecer. Acá mismo hay mucha gente que no le presta atención al tango. Yo grabé mi disco pensando especialmente en las mujeres de entre 25 y 45 años que no se interesan por este género; me gustaría conquistar ese público. Para acercarme al espíritu del tango seguí el consejo de mi productor, que siempre me dijo: cantá como sos, no mientas, sacá los sentimientos de tu interior. El me ayudó mucho, porque mi caso es especial: no soy la típica japonesa porque viví en otros países, en otras culturas, mucho tiempo. Ni soy porteña ni soy de Nueva York. Tengo una gran mezcla de distintas experiencias, por eso me gusta Buenos Aires, por esa capacidad, esa apertura para recibir cosas nuevas.

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