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Viernes, 2 de marzo de 2007

CINE

Ella en mi cabeza

En una historia irreverente, que juega una y otra vez a dar vueltas de tuerca sobre la literatura y la realidad, llegan a la cartelera local Emma Thompson y Maggie Gyllenhaal, respectivamente escritora en problemas y panadera adorablemente imprevisible de Más extraño que la ficción, de Zach Helm.

 Por Moira Soto

Dos mujeres se disputan a Harold Crick en el futuro estreno Más extraño que la ficción: la escritora Karen Eiffel trata de darle muerte de la mejor manera literaria, y la repostera Ana Pascal quiere terminar de despertarlo del letargo emocional en que ha vivido gran parte de su vida. Dos mujeres que no se conocen entre sí, que probablemente no se conozcan nunca, aunque en una película tan sorprendente quizá los personajes se salgan de la pantalla una vez que termina la proyección, como en La rosa púrpura del Cairo.

Harold Crick, un tipo solitario y obsesivo que lleva una existencia cronometrada al segundo como inspector de impuestos, empieza a escuchar la voz de la escritora que lo narra, justo antes de conocer a una chica que es su propia antítesis. El hombre de números infinitos, cálculos interminables y poquísimas palabras, fusionado con su reloj pulsera, según lo describe su narradora, se verá en la extrañísima situación de intentar zafar de su propia muerte para poder seguir disfrutando de la nueva vida que ha descubierto gracias a la espontánea y respondona panadera. ¿Ser un dignísimo héroe trágico literario o una persona viviente que descubre maravillada el sabor de las masitas caseras y de los besos amorosos? He ahí el dilema que en algún momento crucial se le plantea al desesperado Harold, y que el guionista Zach Helm, en su sorprendente debut cinematográfico, resuelve con sumo ingenio. Aunque, todo hay que decirlo, la productora Lindsay Doran (“fue maravilloso tenerla como musa”, dice el escritor) colaboró muy de cerca con Helm en la reescritura final de Más extraño que la ficción, una realización de Marc Forster que se podrá ver en cines a partir del próximo 8.

El comediante Will Ferrell (de las filas de Saturday Night Live, visto con frecuencia por cable en la parodia antimachista El periodista: La leyenda de Ron Burgundy) encarna al controladísimo Harold Crick, a su vez controlador de evasores de impuestos, cuyo organizado mundo se desbarata cuando empieza a oír una voz femenina con irónico acento inglés, que no es exactamente la voz de la conciencia sino la de la escritora Karen Eiffel, que le cuenta con pelos y señales sus rutinas habituales. La dueña de esa voz es Emma Thompson, también guionista además de reconocida actriz (Oscar en ambos rubros), en el papel de la atribulada novelista que a punto de volver a publicar después de diez años de silencio, no lograr encontrar una muerte adecuada para su protagonista. Si bien en general se suele afirmar que los personajes se les van de las manos a autoras y autores, que en algún momento cobran una vida ficcional autónoma, en este caso particular Harold está vivito y dando manotazos de casi ahogado en la realidad. Y en la misma ciudad en que Karen apaga sus incontables puchos en un pañuelo de papel –luego de escupirlo, agg–, acosada por los editores para que termine de una buena vez el libro, por supuesto con un final desdichado, según marca habitual.

La principal razón por la que Harold huye de Thanatos es su descubrimiento de Eros, que ha irrumpido en su vida robotizada bajo las formas de la graciosa e insumisa pastelera, con la sonrisa un poco oblicua y los ojos de bambi de Maggie Gyllenhaal, famosa Secretary maso al servicio del abogado sado James Spader hace pocos años. La chica que cocina deliciosas tortas y tartas, masas y croissants por pura vocación golosa, se llama Ana Pascal (sí, como el filósofo, físico y matemático francés, porque en este film, desde los apellidos de los principales personajes se homenajea a gente de las ciencias duras y exactas). Siguiendo la lógica de la comedia, el primer encuentro con Harold, que viene a la pastelería a revisar las cuentas impositivas, más que encuentro es un choque frontal. El agua y el aceite, enemistad declarada.

Antes de que Karen se entere de la existencia real de su criatura, Harold intenta descifrar su problema, tan alejado de sus cálculos matemáticos. Como primera medida, va a la psicoanalista –a cargo de la singular petisita Linda Hunt– quien, obviamente, le diagnostica esquizofrenia, y de ahí no se mueve. Entonces, Harold prueba por el lado de la creación literaria y visita al experto Jules Hilbert (Dustin Hoffman, simpatiquísimo, vestido ton sur ton). Después de escuchar la rara historia de la voz que no sabe que es escuchada, Hilbert intrigado le dice que vuelva el viernes. La cuestión es averiguar el nombre de la escritora, después de descartar que Harold no pertenece ni a la mitología, ni a una pieza de Shakespeare ni a una novela de Agatha Christie...

Hornear dulces o escribir amargo

Aunque célebre por sus actuaciones dramáticas en el cine y el teatro, y por su matrimonio con el petulante Kenneth Branagh (que terminó cuando ella escribió y actuó en Sensatez y sentimientos), Emma Thompson adora hacer comedia y, aunque fue bastante criticada en su momento, por amor a ese género (“y para palpar los músculos de Arnold Schwarzenegger, a ver si eran reales, que en Inglaterra los hombres son más bien fofos”, comentó muerta de risa) aceptó protagonizar Junior (1994), bajo la dirección del mediocre Ivan Reitman. Feminista declarada (“sería estúpido no serlo”, le dijo a la revista Fotogramas), la intérprete de Lo que queda del día (1993) y Carrington (1995), siempre entregó discretamente parte de sus ganancias a diferentes obras de bien público. Y aunque laborista de toda la vida, no quiere ni oír nombrar a Tony Blair después de que confraternizó con Bush. En los ’80, Thompson incursionó con mucha felicidad en el humor a través de programas televisivos como la miniserie Tutti Fruti, producciones con Stephen Fry, Hugh Laurie y Robbie Coltrane y, entre otras participaciones, Thompson, una serie cómica que escribió y actuó en 1988. Como para no dejar nada sin probar, entre un Shakespeare y otro, hizo la comedia musical Me and my Girl.

Más recientemente, Emma Thompson estuvo en la premiada miniserie Angels in America (2003), como la profesora Sibil Trelawney en un capítulo de Harry Potter (repite este año en la última producción de la serie) y en una comedia también producida por Lindsay Doran, Nanny McPhee. Will Ferrell dice que fue toda una experiencia tener la voz de Emma en su cabeza –-grabada previamente y puesta en la oreja mediante un dispositivo– durante el rodaje de algunas escenas de Más extraño...: “Ella tiene una gran voz, resultó divertido y a la vez extraño sentirla tan íntimamente”.

Cuando la productora Doran leyó por primera vez las líneas del personaje de la conflictuada escritora, no pudo evitar imaginar la voz de Thompson, asegura: “Es una de las grandes actrices cuarentañeras, sensible, brillante. Sabía que iba a aportar al papel su experiencia como escritora”. Por su lado, la actriz reconoce que ya estaba convencida antes de terminar el guión: “Fue una de esas raras ocasiones en que piensas: sí, absolutamente, haré lo que sea para interpretar esta parte. La forma en que Zach Helm creó una realidad ficticia y una ficción real (yendo en ambas direcciones simultáneamente) es una de las cosas más extraordinarias con que me he topado”. Pese al calvario que sufre Karen Eiffel, Thompson sabía que iba a disfrutar actuando las excentricidades de la malhumorada novelista: “Ella está al borde de la locura. No tiene la menor idea acerca de cómo matar a su protagonista y se pasa días enteros imaginando distintas maneras de destruirlo. Está al límite de sus fuerzas. Y de pronto, el mundo ficticio de Karen se convierte en realidad”.

Maggie Gyllenhaal, en un punto la rival del personaje de Emma Thompson, también proviene –como la inglesa– de una familia de artistas, y de hecho debutó en cine siendo una niña bajo la dirección de su padre, Stephen Gyllenhaal, en El país del agua (1992), filmó con John Waters Cecil B. Demented (2000), la citada Secretary (2002), que le valió la coronación simbólica como reina del indie en Sundance, donde fue maestra de ceremonias y cerró esa edición con un rotundo “No a la guerra”. Después de trabajar para John Sayles (La casa de los Babys) y de sacarle brillo a un personaje secundario en La sonrisa de la Mona Lisa, Gyllenhaal hizo en teatro la pieza En casa, en Kabul. Desde hace años con el actor Peter Sarsgaard, esta californiana que aun no llegó a los treinta acaba de tener un hijo. Precisamente, el reportaje que sigue –MG no es aficionada a las entrevistas periodísticas– fue interrumpido bruscamente para darle de comer a su bebé.

“Creo que Ana es una persona muy curiosa e interesante, y Harold es casi un reto para ella –dice la actriz–. Siento que Ana lo percibe como si estuviera dormido, casi muerto en vida, y eso le produce una cierta atracción. Lo que a ella le importa, en realidad, es ver qué sucede cuando lo despierte, si es que logra despertarlo. Creo que se trata de un reto recíproco porque cada uno está desafiando las ideas del otro sobre la vida en general, y eso me parece muy sexy.” Gyllenhaal piensa que es totalmente factible que dos personas que provienen de mundos tan diferentes se unan, tanto en el cine como en la vida real: “Me parece que es justamente por la reunión de dos diversidades que resuena tanto esta película, porque habla de superar prejuicios y enamorarte de quien se te ocurra. Creo que el tema de Más extraño que la ficción es que debes hacer todo lo posible para mantenerte viva, realmente viva en cada momento. Como si te dijera: despierta, asume el riesgo de estar vivo todo el tiempo”.

A la clásica pregunta sobre si alguna vez sintió temor de no entender un personaje, Maggie responde sencillamente: “No, la verdad es que nunca me ha pasado, quizás porque a la mayoría de personajes que me ha interesado interpretar no los he entendido totalmente de entrada. Porque, veamos, ¿realmente te entendés a vos misma? No, ¿cierto? Es un esfuerzo permanente tratar de conocerse a una misma, entender por qué hacés las cosas que hacés... Eso lo aplico a la actuación. Me digo: está bien, no tienen que entender a alguien por completo, a lo sumo, empezar a entenderlo”. En Más extraño..., a Gyllenhaal la atrajo el factor sorpresa, “el hecho de que fuera una historia infrecuente, que no estaba basada en fórmulas previas, donde no había manera de predecir lo que iba a suceder. Aunque yo me identifico con Ana, hubo amigos que me dijeron que no encontraban en ella ningún parecido conmigo, que veían a una persona absolutamente nueva. Me gusta de Ana que sea una persona que está trabajando para encontrar una forma de vida que la represente, que ha tomado decisiones para llegar a un lugar donde se siente bien con ella misma, ha elegido un estilo alternativo. También aprecio que sea tan generosa, su honestidad”.

A Marc Forster, el director, Maggie Gyllenhaal le agradece la gran libertad que le dio: “Estuvimos de acuerdo prácticamente en todo lo que yo le proponía, y con frecuencia me presionaba para que diera más. Nos llevamos verdaderamente muy bien, pensábamos lo mismo sobre Ana. Creo que el film tiene una energía maravillosa, es una historia muy emocionante sobre el encuentro de dos personas que se necesitan, aunque en el comienzo la relación es algo difícil. En cierto nivel, odio a Harold, juego con él, pero pronto comprendo que es muy tímido y cerrado. Y en el amor, por grandes que sean las diferencias, hay que abrirse, romper los preconceptos, ablandarse. Lo bueno de Más extraño... es que hay compasión por todos los personajes dentro de la historia. Adoro las películas que motivan al público a sentir con los demás, a tratar de comprenderlos sin juzgarlos”.

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