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Viernes, 20 de abril de 2007

INTERNACIONALES

Las rutas del sur

A pocos días del referéndum que fortaleció el respaldo político del presidente ecuatoriano Rafael Correa, la activista y educadora Lina Cahuasquí traza un mapa invisible de la realidad de ese país andino: el que refleja movimientos migratorios complejos que cada vez más tienen como principales protagonistas a mujeres.

 Por Verónica Gago

Ecuador comparte con la Argentina la huella que deja un movimiento social multiforme y capaz de destituir un gobierno. Acá y allá el “¡Que se vayan todos!” fue una consigna que tomó fuerza en las calles y que logró hacer crujir el sistema político. En Ecuador le costó el cargo al presidente Lucio Gutiérrez (producto fallido, a su vez, de otra destitución: la del presidente anterior, Jamil Mahuad). Fue el movimiento de “los forajidos” el que dejó sembradas las ciudades de asambleas, precedido por una gran dinámica de movilización de los pueblos indígenas. Y aún hoy, con el flamante y popular Rafael Correa, esa consigna-metáfora late como horizonte posible de cualquier acción directa. En el país andino, sin embargo, la dolarización logró imponerse en 2000 (tal como muchos propusieron en nuestro país en plena crisis unos años después).

Hoy, esa economía en dólares funciona de manera paradójica. Por un lado, es un atractivo para habitantes de los países vecinos –como también lo fue la Argentina bajo la ficción de la convertibilidad– que migran en busca de mejores trabajos: cerca de 40 mil peruanos cruzan la frontera sur de Ecuador para ocupar, sobre todo, puestos de construcción, aun cuando les pagan mucho menos que a los trabajadores ecuatorianos. Otra migración particular hacia Ecuador es la que le llega del norte: medio millón de mujeres y hombres de Colombia, una gran mayoría huyendo del conflicto armado interno, están como refugiados o desplazados temporales. Es un flujo de lo que se llama migración sur-sur. Al mismo tiempo, Ecuador tiene un cuarto de su población en el exilio económico: de sus 12 millones de habitantes, 3 millones viven en el exterior. Los y las ecuatorianos/as son, de hecho, la segunda nacionalidad de migrantes –después de los marroquíes– en España, en ese inmenso flujo sur-norte.

MIGRACION Y MILITARIZACION

Lina Cahuasquí se mueve con precisión en esta compleja trama de movimientos migratorios: desde 1996 trabaja en la organización ecuatoriana Comité Andino de Servicios y estuvo en Buenos Aires invitada a participar como jurado del Segundo Tribunal de Mujeres Migrantes, organizado por Amumra. Cahuasquí, una activista por los derechos humanos desde joven, estudió Ciencias de la Educación y es capacitadora en educación intercultural bilingüe. Y relata: “Hace algunos años propuse un recorrido nacional para identificar grupos de organizaciones migrantes, reconocer el nivel organizativo de los familiares y así recorrimos las provincias de la sierra y de la costa, con el propósito de recabar las necesidades principales de los migrantes que habían retornado, de los refugiados y desplazados”. El resultado fue ponerle nombres a esa anomalía que hace que el Ecuador sea simultáneamente “un país expulsor y un país de acogida”. A principios de 2005, con ese mapa hecho, se convocó a un encuentro de migrantes. “Nuestra propuesta fue hacerlo en la ciudad de Manta; al principio muchos colegas no querían hacerlo allí porque decían que no era una de las ciudades de más migración como sí son las del sur del país. Sin embargo, era estratégico hacerlo en Manta en razón de que allí tenemos una base de Estados Unidos que está jugando un papel terriblemente negativo en la intercepción de los barcos de migrantes que salen por las costas de esa zona.” Finalmente se realizó en esa ciudad –uno de los enclaves norteamericanos en la región andina– el encuentro llamado “Taller de migración”, con el propósito explícito de analizar y visibilizar la relación entre militarización y migración. Cahuasquí, además, tenía experiencia en el tema: ya había trabajado sobre el Plan Colombia, las fumigaciones en la zona fronteriza y sus efectos en la población, además de cuestiones sobre objeción de conciencia.

DIMENSION TRANSNACIONAL

Hoy ya hay más de 170 millones de personas moviéndose por el mundo como migrantes. Dinamizan las economías a las que se dirigen: se ocupan, principalmente, de los trabajos que no quieren hacer los ciudadanos nacionales. Además aportan en impuestos al consumo, pero no reciben los beneficios de seguridad social o jubilatorios, ya que en la mayoría de los casos trabajan en negro. Son, asimismo, una de las principales variables de ajuste y flexibilidad de las economías: “Estados Unidos, por ejemplo, cuando hay crisis económica abre las puertas, y cuando llega la bonanza las quiere cerrar”, señala Cahuasquí. Lo importante, agrega, es vincular la situación de los migrantes con la de refugiados y desplazados: las distintas fases de la movilidad que se conjugan en Ecuador. “De esta preocupación surgió la red Mi.Re.Des. (Migrantes, Refugiados y Desplazados), exclusivamente conformada por organizaciones de base. A su vez, la organización en la que yo trabajo tiene sede en Filadelfia: allí hay un proyecto con migrantes en nueve estados de Norteamérica, lo cual nos permite tener también una dinámica de trabajo con migrantes latinos en Estados Unidos. Al mismo tiempo comenzamos a identificar espacios que considerábamos importantes por su incidencia internacional y supimos, por ejemplo, que había una reunión de la Comisión Mundial sobre Migración Internacional, de la ONU, y que se haría en México en 2005. Así que invitamos a distintos representantes de organizaciones de migrantes y nos hicimos presentes para proponer un foro permanente sobre migración. Mientras tanto, nosotros extendimos a nivel continental Mi.Re.Des.”

En cada lugar debió hacerse nuevamente un mapa: “En Bolivia, por ejemplo, Mi.Re.Des. se concentra en la zona de frontera con la Argentina, en Villazón, donde están los bagayeros: las mulas humanas que trasladan sobre sus espaldas grandes pesos. También se inició Mi.Re.Des. en la Argentina, con coordinadores en diversos puntos del país. En Colombia, a su vez, se juntaron los pueblos negros y el pueblo Rom, que es itinerante”. Otro cruce que la cuestión migratoria impone en América latina es con los pueblos indígenas: muchas veces son los principales afectados por los desplazamientos forzados.

FEMINIZACION DE LAS MIGRACIONES

“En Ecuador hay una clara feminización de la migración porque cada vez son más las mujeres que dejan sus lugares. Antes la dinámica era que los hombres partieran en búsqueda de oportunidades, y eso ha cambiado mucho. Se nos dice que somos el sexo débil, pero el modo de afrontar situaciones adversas nos ha llevado a pensar que somos las que más arriesgamos, las que sostenemos las luchas, las que nos quedamos hasta el final en los momentos duros”, dice Cahuasquí. Los trabajos a los que migran las mujeres ecuatorianas son, en su mayoría, como empleadas “domésticas” y para el cuidado de personas. “A pesar de que están en similares condiciones de indefensión que los varones, las mujeres migrantes reciben sueldos menores, son víctimas de abusos sexuales en las casas en las que trabajan y hay mayor estigmatización. Por eso creo que se deben plantear políticas públicas con una perspectiva de género”, agrega.

Sin embargo, hay otro punto clave de esa feminización: la pérdida de una red de solidaridades y relaciones de reciprocidad, que son parte fundamental de una economía de cuidados para las mujeres, se pierde en el tránsito de un país a otro. “El rompimiento del tejido social tiene varias dimensiones: por un lado se rompen lazos con la familia como primer paso del desarraigo; luego, en el recorrido de las que van a Estados Unidos, un gran porcentaje son violadas sexualmente en los países de tránsito –como Guatemala, El Salvador o México– por parte de operadores migratorios que están en la frontera, los funcionarios de la fuerza pública o los mismos coyotes que las trasladan. Y en el caso de las mujeres que llegan a un país de destino con niños o embarazadas –como el caso de las bolivianas en la Argentina– se les complica o están impedidas de trabajar porque no tienen a quién acudir para que les cuiden a sus hijos. La estigmatización es aún mayor si tienen una identidad indígena o afrodescendiente. Por eso se han empezado a formar organizaciones de mujeres migrantes que se juntan para apoyarse mutuamente”, sintetiza Cahuasquí.

ALGUNAS PROPUESTAS CONCRETAS

La realidad ecuatoriana –por la magnitud y complejidad del mapa migratorio– ha producido propuestas concretas surgidas de las organizaciones sociales. Parecen sencillas, pero son de un impacto enorme para quien está en una situación de ilegalidad y emprende la burocrática tarea de conseguir documentos. Por ejemplo, dice Cahuasquí, “es importante que funcionen los consulados móviles, capaces de movilizarse a los lugares de mayor migración, donde hay un alto grado de violaciones a los derechos humanos y que muchas veces son ciudades alejadas o zonas rurales. En España, por ejemplo, logramos que el consulado vaya a Valencia, que es una ciudad de mucha migración”. Otra iniciativa vinculada con la anterior: “Que se cambien los horarios de atención porque muchos migrantes trabajan de lunes a viernes y les resulta difícil hacer cualquier simple trámite, por eso me parece importante que abran los fines de semana o que hagan horarios especiales”. Una última cuestión, aclara, “es que desde el gobierno se coordine o centralice las muchas instancias que suele haber para atender la cuestión migratoria, y que no quede como una simple cuestión de cancillerías”.

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"A pesar de que están en similares condiciones de indefensión que los varones, las mujeres migrantes reciben sueldos menores, son víctimas de abusos sexuales en las casas en las que trabajan y hay mayor estigmatización. Por eso creo que se deben plantear políticas públicas con una perspectiva de género".
Imagen: Juana Ghersa
 
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