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Viernes, 20 de abril de 2007

SALUD

El factor machismo

Ilana Sod, encargada de Noticias de la cadena MTV, acaba de presentar en el IV Foro Regional de Vih/sida un documental de 45 minutos, Sexpress, en el que jóvenes que viven con vih de Brasil, México y el Caribe hablan llanamente de su experiencia y ponen en escena el estigma que padecen y sus propios prejuicios.

 Por Roxana Sandá

Deyanira es una latinoamericana jovencísima y locuaz. No baja la vista para explicar a cámara que su primera experiencia sexual fue cuando tenía “aproximadamente” cinco años, quizá menos. “Uno de mis familiares se metió a mi cama y empezó a tocar mis partes. Fue muy desagradable, me dio miedo, pero tuve la oportunidad de hablar con un psicoanalista, a pesar de que siguió pasando durante mucho tiempo. El psicoanalista me ayudó a sacarlo y después eso me facilitó hablarlo con amigas, con gente mayor y con mi madre, y el hacerlo me tranquilizó porque por un lado me sentía apoyada y por otro me di cuenta de que es mucho más común de lo que creía.” El relato de abuso sexual que propaga la señal de cable MTV en su campaña Se(x) Tú Mismo, es una de las tantas hendijas por donde la amenaza concreta del virus del sida se derrama sobre millones de jóvenes que no logran recibir una atención suficiente ni humanizada, y menos aún la información adecuada. De qué manera explorar códigos adolescentes y trascender barreras generacionales para crear conciencia sobre los estragos del sida y su prevención son las estrategias que se plantearon casi una década atrás Unicef y el famoso canal de rock. Como resultado de esa alianza surgió una especie de mapa de situación trazado por las y los mismos jóvenes y que vio luz en varios formatos hasta llegar al video Sexpress, un documental de 45 minutos triangulado entre Brasil, México y el Caribe, que presentó esta semana su realizadora, la periodista mexicana Ilana Sod, en el IV Foro de Latinoamérica y el Caribe en VIH/Sida, que se realiza en Buenos Aires.

El antecedente inmediato de Sexpress asomó en 2006, durante la conferencia Global Media Aids Initiative, de Río de Janeiro, cuando la cadena televisiva presentó el especial Noticias MTV Docu: vih-sida, una confesión a diario, inspirado en el Foro de El Salvador, del año anterior, como parte de la campaña MTV Grita.

¿Qué experiencia surgió a partir del trabajo con Unicef?

–Nos dio la posibilidad de hacer desde notas diarias relacionadas con problemáticas que van surgiendo respecto de la sexualidad en México y el resto de Latinoamérica hasta participar en todos los foros regionales y mundiales de sida, y luego traducirlos en un lenguaje para nuestro público, que va de 12 a 24 años.

¿Cuáles son los objetivos de la campaña?

–Hacemos de a poco una especie de mapa de las problemáticas que suceden en Latinoamérica desde los más jóvenes: cómo se organizan por pura voluntad para combatirlas y cómo les responden los gobiernos. Son trabajos a mediano y largo plazo.

¿Qué revelaron las historias?

–La experiencia es de por sí radical desde el momento en que se trató directamente con chicas y chicos portadores del virus. Descubrimos cómo son sus vivencias, cómo padecen la discriminación en Latinoamérica, que por supuesto no es la misma que en otros continentes, y cómo han hecho para conseguir o no un trabajo, para poder regresar a la escuela, tener amigos o incluso sobrellevar el rechazo de sus familias. Al escucharlos surgió la idea de que en Una confesión a diario los testimonios fueran en crudo, para retransmitir sus historias tal como las cuentan.

¿Qué conocimiento tienen las y los jóvenes de su propia sexualidad y del virus?

–Falta mucho que recorrer, y lo peor es que sectores privilegiados de jóvenes, que deberían tener más acceso a la información, no necesariamente la aplican. Siempre está presente ese sentimiento de “a mí no me va a pasar”, y romper con eso es lo más difícil.

¿Qué discurso manejan cuando hablan de la protección?

–No usan preservativos. Falta mucha información, sobre todo entre las mujeres, que constituyen el sector al que se abocan todas estas campañas porque es el más vulnerable. La gran mayoría, que vive en condiciones marginadas, no cuenta con acceso a la información ni con servicios públicos porque el problema es entendido, sobre todo en Latinoamérica, como un asunto moral y no de salud pública. Mientras tanto, a esas mujeres se les seguirán negando sus derechos básicos de acceso a los servicios.

¿Cuál es el costado manifiesto entre los varones jóvenes?

–El machismo. Y vimos que junto con las condiciones de violencia, está ligado íntimamente a los índices de vih-sida. Uno de los grandes y desafortunados descubrimientos es que el sida se propaga entre las parejas heterosexuales de la región, y entre las que inclusive llevan mucho tiempo de estar juntas. Y eso ocurre porque el hombre nunca va a asumir que tiene otras relaciones por fuera de su pareja estable, ni que mantiene relaciones con otros hombres sin considerarse homosexual y, desde ya, nunca va a aceptar que su pareja le pida que se ponga un condón. Va a tomarlo como una afrenta, y ésa es la condición machista que está presente en todas las clases sociales latinoamericanas.

¿Al menos estos varones sospechan la urgencia de generar un cambio cultural sobre la problemática?

–No, creo que están muy cómodos. La responsabilidad, que debería ser compartida, recae en las mujeres: ellas son las que tienen que exigir. Entiendo que hay muchos programas de Unicef en los que aprovechan determinadas actividades, como el fútbol, para llegar a los adolescentes. Cuando bajan la guardia están más receptivos con la información, y es una manera de sensibilizarlos a través de medios que naturalmente les son familiares. De todos modos, hoy por hoy todo el peso de esta cuestión recae sobre la mujer. Si esto es así, pues entonces que cuente con el respaldo que le deben las instituciones públicas.

¿Qué imagen elegiría de su experiencia durante el foro celebrado en El Salvador, en 2005?

–La de las niñas infectadas con el virus. Nunca pensé que fueran tan valientes al hablar de su historia con el vih. Lo que más me impactó es que en un momento una niña se largó a llorar porque pedía que por favor el gobierno le diera la medicina, los antirretrovirales. Todos los que estábamos ahí nos quebramos, porque no sólo se trataba de un pedido desesperado, también era un reclamo social. Muchos países no atienden estas necesidades porque siguen entendiéndolas como algo que sólo afecta a los homosexuales, y menos se detienen a pensar que si las mujeres son el sector más vulnerable entonces habrá que incluirlo en una política de salud nacional. Por eso la importancia de ver y escuchar estos testimonios.

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Imagen: Sandra Cartasso
 
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