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Viernes, 11 de mayo de 2007

TRABAJO

Lo precario como regla

A merced de la flexibilización y la pauperización, el sistema de salud pública profundiza sus grietas y desigualdades a nivel general, una situación aún más grave desde una lectura de género. Así lo ha relevado Laura Pautassi en el reciente Mujer y empleo, la reforma de la salud y la salud de la reforma en Argentina.

 Por Luciana Peker

La calidad del empleo condiciona la calidad de la atención en salud y no es posible, en ninguno de los dos planos, alcanzar calidad sin equidad de género”, subraya Laura Pautassi, doctora en Derecho e investigadora de Conicet-UBA en el libro Mujer y empleo, la reforma de la salud y la salud de la reforma en Argentina, coordinado por María Nieves Rico y Flavia Marco y publicado por Siglo Veintiuno Editores. Pero no es sólo un libro el que lo dice, sino las hojas descascaradas de la vida que postergan la engorrosa, difícil e indeseable visita al médico (o la médica) y que convierten a la urgencia en la regla que saltea la simple consulta. El trabajo en salud es, cada vez, más insalubre y, por lo tanto, la salud de los pacientes es, también, más difícil de atender.

Eso se ve en la vida regida por la bronqueolitis de un bebé, en enfermeras desbordadas por no tener camas para internar a esos bebés y en las mamás desbordadas por pedir para esos bebés una atención que alivie sus entrecortadas respiraciones. Las colas en los hospitales públicos no solamente acampan por un turno, sino que convierten a la salud en odisea. Los sanatorios privados tampoco están exentos de la sobrepoblación de tareas y pacientes y provocan enfermeras que tienen que cuidar de no enfermarse para no perder el 30 por ciento de su sueldo.

Las condiciones de los trabajadores de la salud, a partir de las reformas de los ‘90, empujan el trabajo multiplicado para los y las médicas, los y las enfermeras, los y las extractores de sangre o kinesiológos en el dengue laboral. Pero hablar de los y las trabajadores/as de la salud es una equiparación de lenguaje. En realidad, es una actividad laboral de mayoría femenina. El 65 por ciento del total de trabajadores del sector salud son mujeres, en una feminización de las tareas que sólo es comparable con el 77 por ciento de maestras del sector docente y con la mayoría femenina del empleo doméstico. Además, este segmento emplea al 8 por ciento del total de argentinas que trabajan. “Esto da cuenta de la importancia que tiene la ocupación en salud para la población femenina como oportunidad de ingreso al mercado de empleo remunerado, transformando la gestión de recursos humanos en salud en una política importante para avanzar hacia la equidad en el mercado laboral”, destaca Pautassi.

Las mujeres que trabajan en salud son muchas. Y las desigualdades entre mujeres y varones son, también, muchas todavía. Sin embargo, los reclamos por igualdad laboral y salarial son un reclamo silenciado. Por eso, la Comisión Económica para América Latina (Cepal) financió la investigación que sustenta el trabajo de Mujer y empleo.... Pautassi relata los orígenes del libro: “Fue un proyecto de asistencia técnica que brindó Cepal, en el 2001, sobre ‘Políticas laborales con enfoques de género’ en Argentina, El Salvador y Ecuador para estimular que los gobiernos promuevan políticas equitativas. La visión era que las oficinas de la mujer se quedaran exclusivamente en las demandas de salud reproductiva y violencia –que obviamente son muy importantes– y no en los temas de trabajo y seguridad social, que también son centrales para el adelanto de las mujeres. En Ecuador se investigó el sector turismo, en El Salvador la maquila textil y en Argentina el sector salud, que está integrado por un 68 por ciento de mujeres (médicas, enfermeras, técnicas) en una perspectiva en crecimiento porque, inclusive, hay una feminización de la matrícula médica, ya que en la carrera el 56 por ciento de las inscriptas son mujeres”.

Pero cuando se habla de salud no se habla sólo de diplomas universitarios. “El escalón más bajo son las agentes sanitarias que son las olvidadas del sistema. Ellas, sobre todo en localidades pequeñas del interior, hacen las campañas de vacunación y son centrales. Pero no están remuneradas, aunque les den algún plan Jefas y Jefes.” Mientras que entre el escalón más alto –las médicas– el problema es que no pueden llegar a los puestos altos.

“Las mujeres siguen, mayoritariamente, ligadas a la veta reproductiva: ginecología, obstetricia, clínica y pediatría y no se ha logrado que puedan ingresar en cardiovasculares, traumatología y todas las cirugías (no hay ninguna traba formal, sino que hay un imaginario ligado a las estructuras de poder que dice que los pacientes tienen mayor confiabilidad si el cirujano es varón, que las mujeres no tienen ni estabilidad emocional ni motricidad para ser cirujanas) y cuando hay alguna que llega funciona como la justificación del amigo judío.”

Pero, mientras las mujeres estudian más medicina, los varones le sacan la exclusividad en la enfermería. “Se está masculinizando el sector de enfermeros. Por un lado, eso es una virtud porque queremos paridad y se acaba con el estereotipo que el varón enfermero es un homosexual. Pero el problema es que la equidad no sea a costa de las mujeres, porque las estructuras piensen que contratar varones es más barato porque ellos tienen mayor disponibilidad horaria y no están a cargo de sus hijos. En realidad, es un problema social que las mujeres no podamos conciliar política y familia y que no se discutan los turnos en convenios colectivos”, objeta Pautassi.

A peores condiciones laborales de quienes tienen que cuidar la salud, peor es la salud de quienes van a curarse. “La calidad de empleo determina la calidad de atención”, remarca la investigadora del Conicet. Pero tanto el empleo como la atención se enfermaron en los noventa de menemitis aguda. Todavía no llegó la recuperación.

“Por ejemplo, en Córdoba, en 1995, hubo una importante reforma bajo un criterio fiscalista. Ahora, el 60 por ciento de las trabajadoras del sector público están precarizadas. Es dramático. El ajuste fiscal puso en riesgo a un sector que tiene una incidencia en el bienestar muy alto. Pero después de la cruenta reforma de los noventa la salud quedó a cargo de las provincias y el diseño de las políticas sanitarias y laborales no está todavía en la agenda pública”, plantea Pautassi.

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