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Viernes, 8 de junio de 2007

PERFILES

La estrategia de la sospecha

No sin intención, desde la Iglesia Católica la llamaron “mujer disfrazada de cura”. Pero Judith VanOsdol, pastora luterana, lingüista y teóloga, no exhibió sus títulos para contradecir esas voces que intentan hacerla desaparecer. Ella ejerce su ministerio poniendo siempre por delante la sospecha que le permite releer los textos más antiguos desde una óptica abierta y sin falsas opresiones.

 Por Veronica Engler

A imagen y semejanza de Dios. Así aspira a verse. Pero el espejo en el que se mira no refleja la impronta rígida de un viejo barbudo, misógino y castigador. Espigada, vestida con traje negro, blusa carmesí –que ayuda a resaltar el brillo celeste de sus ojos–, zapatillas negras y cartera a tono, esboza un look más de artista de vanguardia que de pastora, salvo por un detalle: el cuello eclesial, tradicional en la Iglesia Evangélica Luterana Unida. Es el mismo cuello del que se prendieron para descalificarla cuando hace unos años acudió junto a otras religiosas a la Legislatura porteña para apoyar la promulgación de la ley sobre derechos sexuales y reproductivos. En los diarios la retrataban como “una mujer disfrazada de cura”, recuerda Judith VanOsdol y larga una de las tantas carcajadas con las que iluminará diferentes momentos de la charla con Las 12.

Según la apreciación de un colega suyo, el dato erróneo sobre su atuendo no se debió a un equívoco del vocero del arzobispo de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, quien se había encargado de proporcionar información a la prensa. “Judith, eso no es ignorancia, es maldad, quieren hacerte desaparecer”, le dijo indignado.

“Es algo interesante ser protestante y evangélica en un contexto y en una cultura que es aún nominalmente católico-romana –asume–, porque siempre aparece en los periódicos ‘la Iglesia opina que...’ ¿A qué iglesia se refieren?”, cuestiona.

Foto: Juana Ghersa

“Históricamente nuestras iglesias jugaron un papel bastante fuerte en el tema de derechos humanos durante la dictadura militar”, se desmarca mientras se acomoda en una de las salas del Instituto Superior Evangélico de Estudios Teológicos (Isedet), enclavado en el barrio porteño de Flores. En ese instituto, que cobijó las reuniones de las Madres de Plaza de Mayo en sus primeros años de lucha, tiene su oficina el Consejo Latinoamericano de Iglesias (CLAI), desde donde VanOsdol coordina la Pastoral de Mujeres y Género.

La historia de la Iglesia Luterana se inscribe en la larga tradición del cristianismo y en la más corta del protestantismo, el movimiento surgido en el siglo XVI cuando Martín Lutero se rebeló contra la jeraquía eclesial –el Papa y el Vaticano–, porque consideraba que se había apartado de lo que decían los Evangelios, por ejemplo, en cuestiones como la venta de perdón de pecado. “Yo insisto en que la disidencia juega un rol muy importante. Lutero, que fue disidente, nunca quiso pasar a otra iglesia. Decía que somos al mismo tiempo justos y pecadores. Pero la gracia de Dios no es la condena ni la culpa ni el castigo, sino la liberación. La postura luterana en eso es muy sana, y lo sano es reconocer que el pecado también forma parte de la misma iglesia, forma parte de las estructuras de poder.”

Sexo y rebeldia, dones divinos

Para la pastora, Jesús es, sin duda, el rebelde sin par en la historia del cristianismo. “Cuestionaba todas las jerarquías y el sistema patriarcal. Era revolucionario en su trato de la mujer, tenía discípulas, había mujeres liderando iglesias. Discutía teología públicamente con mujeres, cosa que ningún rabino hubiese hecho jamás.”

La concepción liberadora que tiene VanOsdol de la religión se aleja de las posturas del cristianismo más ortodoxo que anatemiza ciertas experiencias vitales, como por ejemplo la sexualidad ligada al placer y no a la procreación. “La sexualidad es un don que nos da Dios, hay que usarlo responsablemente y cuidarlo, con toda la tecnología posible”, declara. Con “tecnología” se refiere, en principio, a algo tan simple como el uso del preservativo, “todas las iglesias evangélicas lo apoyan absolutamente”, pero también –y a título personal, ya que es una discusión todavía no saldada en su iglesia– a métodos como la píldora del día después. “Ahí hay un bache, hay mucho miedo, por ignorancia, porque creen el discurso de que es abortiva.” Y el aborto es un tema que todavía genera suspicacias, incluso en los sectores más progresistas de su iglesia. Sin embargo, sobre esta cuestión considera que en América latina se ha retrocedido. “Porque muchas de las constituciones de los países en un momento contemplaban casos de violaciones, de discapacidades mentales, eso históricamente siempre estuvo así, estamos perdiendo terreno que antes estaba asegurado, lo cual comprueba que de ninguna manera podemos descansar sobre lo ganado. Por ejemplo, en Chile, Colombia, El Salvador y Nicaragua retrocedieron, sacaron todo tipo de consideración para un aborto terapéutico, aun poniendo en peligro la vida de la mujer. Y eso se debe a un proceso muy intencional, de lavado de cerebro. Toda esa cuestión de protección de la vida desde el momento de la concepción nunca fue parte del pensamiento católico romano, es nuevo. Anteriormente, permitían abortar hasta el primer trimestre.”

Opcion por las mujeres

“Importada” del Norte, como dice ella, oriunda del estado de Nueva York (EE.UU.), VanOsdol llegó a la Argentina hace unos veinte años, para realizar su vicariato en Eldorado, Misiones. Durante los casi dos años que pasó haciendo esa especie de residencia eclesial, tuvo tiempo suficiente para enamorarse de la gente y de la cultura de ese lugar, pero también de un hombre en particular, un pastor luterano con el que se casaría tiempo después en Estados Unidos y con quien regresaría a la Argentina en 1994, para instalarse en Buenos Aires, junto con Daniel y Lía, los hijos de ambos.

La Pastoral que coordina busca que las comunidades miembros del CLAI sean ámbitos de transformación. Para ello, se promueve el enfoque de género en el uso del lenguaje, el acceso a recursos presupuestarios, la superación de la violencia y la superación del paradigma de poder y privilegio (racismo, sexismo, clasismo), mediante la autogestión y el empoderamiento de las personas y grupos en situación de opresión. A comienzos de este año, VanOsdol planteó en la Asamblea del CLAI la necesidad de que las iglesias empiecen a hacerse cargo de temas como el femicidio, la trata de personas y la feminización de la pobreza. “Si el 70 por ciento de los pobres son mujeres, entonces para hablar de crisis económica hay que hablar de género.”

Si bien para VanOsdol la religión estuvo presente desde la cuna, lo primero para ella fue la palabra. Su pasión por el lenguaje la llevó a estudiar lingüística en la universidad, además de teología. Fue durante sus años de estudiante cuando empezó a sentir cierta incomodidad frente a los relatos bíblicos con que comúnmente se ilustraban las enseñanzas religiosas. La ausencia casi absoluta de mujeres en la historia cristiana (salvo en roles marginales o vituperados), pero también el sexismo expresado una y otra vez en los pliegues del lenguaje (por ejemplo, cada vez que para referirse a la humanidad un clérigo invocaba al “hombre” y sólo hacía aparecer en escena a las cristianas para recordar el importante rol que siempre cumplieron en el reino del hogar, y no más allá), fueron las semillas de una desconfianza inicial que la conduciría hasta un método específico de trabajo: la hermenéutica de la sospecha, una forma de interpretar los textos de la que se valió la teología feminista para releer la Biblia.

“Las traducciones mismas también violentan los textos”, advierte esta biblista, que dedicó buena parte de su formación al estudio del hebreo y el koiné (dialecto del griego antiguo), las lenguas con las que fueron escritos el Antiguo y el Nuevo Testamento. Con estas herramientas idiomáticas a su disposición, se dispuso a releer la Biblia desde una perspectiva de género, con la intención de desandar dos mil años de patriarcado sobre los textos sagrados. “Cuando tratás de reinterpretar la Biblia y vas en contra de lo que ha sido el paradigma vigente en muchos temas, pero particularmente el tema de género, estás poniendo el dedo en la llaga del poder, de cómo se interpreta, quién lo hace y bajo qué criterio”, puntualiza.

“Las mujeres son como las NN de la Biblia –dispara–. Están, lideran, apoyan, pero sin nombre es muy fácil pretender que no existían.” Para ejemplificar, la pastora rescata un texto que se llama La alimentación de los 5000, que narra cuando Jesús fracciona los panes y los reparte. “Al final del relato dice ‘los que estaban ahí eran 5000 hombres, sin contar a las mujeres y niños’. O sea, la misma Biblia dice que hay gente que se cuenta y gente que no se cuenta –se ríe ante la obvia evidencia–. Entonces, es como el sistema patriarcal que invisibiliza a ciertos sectores, no solamente no se contaban a las mujeres, niños y niñas, sino que tampoco se contaban a esclavos, esclavas y sirvientas.”

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