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Viernes, 22 de junio de 2007

ENTREVISTA

Lo personal es político

En diciembre, Ginés González García dejará de ser ministro de Salud para ocupar una banca en la Legislatura porteña. No es difícil suponer que ciertos sectores de la Iglesia festejarán este cambio en las funciones de un hombre que supo darle voz institucional a reclamos de género que hace tiempo impulsa el movimiento de mujeres, como la despenalización del aborto y la ley de salud sexual y reproductiva. Sobre el futuro de la Ciudad de Buenos Aires y los temas de género, y sobre el modo en que se forjó su compromiso con la equidad, habla en esta nota.

 Por Luciana Peker

La regla básica de una entrevista es preguntar y que el entrevistado responda. El primer intercambio con Ginés es imposible. Una pregunta y él tose. El silencio se hace tos y la tos, más tos. Es raro preguntarle justo al ministro de Salud si no quiere tomar un vasito de agua, un té con miel, un antigripal, algo. Otra cosa no se le puede preguntar. Hasta que Ginés dice, en medio de la tos, que necesita un antialérgico. Le traen un antiácido. Y él se ríe de que al propulsor de los genéricos le den un anti, como si todos los anti fueran anti lo mismo. “Nunca hice un reportaje así, soy bastante sanito”, se excusa. Después, después que la tos pasa y deja lugar a las preguntas —la actualidad, la historia de un ministro criado por dos mujeres y que ha criado dos mujeres, el avance y las deudas en los derechos de las mujeres—, Ginés cuenta que a veces simula síntomas para esperar reacciones. Cuenta que la primera persona que se le acerca le pregunta qué le pasa, la segunda lo diagnostica y la tercera lo convida. Dice él que en ningún país del mundo los medicamentos son ofrecidos como una carta de jugos y que, a veces, hace ese sketch para demostrar la liviandad de la medicalización nacional

—creo que lo de la tos inicial fue en serio. Si fue un simulacro, no ofrecí nada (del susto a terminar la entrevista antes de empezarla)—.

Si a veces los silencios valen la pena es porque las palabras se amontonan y hay algo más que un cassette de campaña dictado por el minuto a minuto de las encuestas en boca de urna. Es raro en estos tiempos donde los entrevistados parecen dar las mismas respuestas a distintas preguntas. Ginés Gonzáles García, también legislador porteño electo por el Frente Para la Victoria, es —virtud o defecto— raro. Vuelve a defender la despenalización del aborto —no es novedad, aunque sí portavoz de un reclamo histórico del movimiento de mujeres—, pero —justamente cuando muchas feministas se quejan de no necesitar un Superman para que diga lo que las feministas ya decían— él se diferencia de las feministas. Dice, con picardía, que no lo pongamos de este lado de la pandilla, cuenta que en los ochenta perseguía psicólogas alfonsinistas inventando una historia tortuosa para que lo psicoanalizaran de pasillo y se vanagloria de nunca haberse recostado en un diván ni tomado un psicofármaco. Pero, eso sí —ay, si lo leyeran en el Ministerio de Salud—, su gran secreto fue tomar la mamadera hasta los ocho años amparado por una abuela, una madrina y una madre muy mimadoras. ¡Con honra! Y —asegura él, sin consultarlo con nadie en 61 años— sin traumas.

Esta es la entrevista, después de la tos:

Las encuestas dicen que Mauricio Macri es, indefectiblemente, el próximo jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. ¿Cuál es su expectativa frente al ballottage?

—Nadie tiene asegurado nada. Nosotros con Daniel Filmus hemos expuesto a los porteños nuestras ideas, nuestra gestión y nuestras convicciones de trabajar por un proyecto nacional que también debe estar en la Ciudad. Ahora, serán los ciudadanos quienes decidan con su voto quienes van a gobernar a partir de diciembre próximo y van a poder elegir entre dos proyectos claramente distintos. Como parte del equipo que encabezó Daniel Filmus, estoy conforme con lo que hemos hecho y creo que nada es imposible si se tienen convicciones y eso es lo que nos sobra: convicción.

Da la sensación de que Filmus no tomó como prioridades de campaña la educación sexual o los derechos reproductivos. ¿Fue un error no diferenciarse de los sectores más conservadores o fue, justamente, por temor a los sectores más conservadores?

—La defensa de los derechos de la mujer y el tema de la educación sexual no han sido temas de esta campaña únicamente. Desde el Ministerio de Salud hemos logrado una ley de salud sexual y procreación responsable vigente desde el año 2003 y hemos hecho campañas sobre ambos temas durante todos estos años. Así que no creo que no hayan sido puntos fuertes de la campaña en la Capital. Por otra parte, creo que con las políticas de salud que hemos puesto a debate en la sociedad hemos dado un gran paso. Si yo hubiese aprovechado la opinión favorable hacia estos temas que hoy tienen los porteños estaría mezclando debates que deben estar fuera de una campaña electoral.

Muchas veces se dijo que la Iglesia presionaba para que dejara el Ministerio. ¿Postularse para un cargo que lo saca de Salud fue una decisión suya?

—Ministro voy a seguir siendo hasta el 11 de diciembre... Obviamente por las cosas que pasaron, por lo menos, algunos miembros de la Iglesia estarían más contentos con que esté más cerca del agua que del Ministerio. Lo dijeron públicamente, no invento nada. No me consta que sea toda la Iglesia. He tenido muchas dificultades con personas que se han escudado en hablar en nombre de la Iglesia. Pero la Iglesia tiene muchos miembros y tantas cosas se cometen en su nombre. No me dejen seguir...

Sigamos. ¿Va a continuar con una política de respaldo a los derechos sexuales?

—Yo desde hace muchos años defiendo la igualdad de derechos, de accesos, de información, de género. Además, nací en una casa donde las mujeres eran mayoría y han sido muy meritorias y yo he sido muy marcado por ellas: mi madrina (Marta, de 88) y mi mamá (Sarita, de 91), que siempre vivieron juntas. Yo empecé la secundaria a los diez años y Marta me contaba que ella había vivido una experiencia parecida a la mía en el Colegio Nacional de San Nicolás, donde eran casi todos varones. Siempre me acuerdo del día en que me dijo que había sido el mejor promedio de quinto año. “Ah, tuviste la bandera”, le dije yo. “No”, me contestó. “¿Por qué no?”, le pregunté. “No me dejaron llevar la bandera porque era mujer”, me subrayó. Eso me marcó bastante. Fui criado por mujeres de mérito que tuvieron que luchar el doble y tuvieron personalidades fuertes. A ellas no se las podía pasar por encima. Además tengo dos hijas mujeres, no tengo hijos varones. Los tiempos han cambiado bastante desde la época de mi mamá a la de mis hijas, pero también creo que todavía falta cambiar bastante.

La ley de parto humanizado casi no se conoce. ¿Se podrá lograr que se aplique?

—Las leyes son ordenamientos, pero el choque es la realidad. Hay una dura interna porque a las instituciones les conviene seguir trabajando como lo están haciendo. No quieren ni familiares ni testigos que vean la violencia y el maltrato que hay muchas veces en los partos.

La Ciudad de Buenos Aires acaba de reglamentar el aborto no punible. ¿Usted podría sacar una normativa para que los médicos no pidan amparos judiciales para realizar los abortos autorizados por la ley?

—Nosotros ya hicimos una norma de atención de los casi 80 mil abortos que se atienden sólo en el sector público. Yo he tomado posiciones personales en el caso de las chicas discapacitadas y violadas de Mendoza y La Plata. Cuando hubo dificultad de acceso nos hemos contactado con la familia para proteger a las más débiles.

Después de esos casos, Ana María Acevedo murió en Santa Fe con un cáncer y sin acceso a quimioterapia ni a una muerte digna por la negativa de los médicos a realizarle un aborto terapéutico. ¿Por qué pueden seguir estas arbitrariedades?

—Este caso lo conocí cuando ya había muerto la mujer. No pude intervenir. Hubo gruesos errores y gruesas fallas de los servicios de salud. No quiero hablar más porque la causa está en la justicia.

Hace pocos días, en un hospital de Jujuy, a una joven violada, conocida como N, no se le suministró anticoncepción de emergencia...

—Creo que no permitir el acceso a la salud es sinónimo de exclusión. En el caso de Jujuy nosotros hemos sostenido que debió haberse permitido que ella recibiera el anticonceptivo de emergencia porque forma parte de los métodos anticonceptivos que se incluyen en la ley de salud sexual y procreación responsable. Desde el Ministerio de Salud de la Nación vamos a seguir trabajando para lograr que todos tengan acceso a la salud, porque es una excepcional herramienta de inclusión.

¿Habla de anticoncepción de emergencia con sus hijas?

—De ninguna manera iba a permitir que mujeres de clase media como son mis hijas, María Lorena (34) y Maya (31), tuvieran que buscar la información en otro lado. De chicas, les contestaba lo que me preguntaban. En la pre-adolescencia ya les hablaba, y después, por supuesto les dije que la anticoncepción de emergencia está disponible en todos los hospitales del país. Me hace sentir muy bien que lo mismo que hice con mis hijas lo pude hacer con el resto de las mujeres. Otro tema es que prácticamente todo el mundo conoce los profilácticos, pero se necesita un cambio de actitud. Y en eso es muy importante que las personas que trabajan en los centros de salud tengan un compromiso fuerte que haga cambiar la actitud a los pacientes. También me parece que hay que ayudar a que las mujeres se pongan firmes. El maltrato a la mujer tiene una cierta legitimación social desde los cuentos pícaros y esta idea de las mujeres como “brujas”. Los hombres últimamente nos victimizamos.

Para la verdadera igualdad de hombres y mujeres también se necesita un cambio de actitud en los varones. ¿Cuánto se hace e hizo cargo de la crianza de sus hijas?

—Mis hijas son bastante grandecitas... igual se quejan de que soy bastante insoportable porque las cuido y trato de estar cerca de ellas. Su problema no es que les falte, sino cómo alejarme porque parece que tengo abrazo de oso. Es más, creo que aunque haya algunos hombres en su vida son accidentes. ¡El amor de sus vidas sigo siendo yo! (risas). Tienen alguna simpatía... cosas transitorias. Se agarran unas broncas cuando digo esto... Ahora no me quieren acompañar a la cancha, seguramente por cómo anda Racing. Pero siempre fuimos muy compinches. El otro día les pregunté cómo recordaban la infancia conmigo y la verdad es que salí bien. Recuerdan que no estaba mucho durante el año, pero que las llevaba a jugar al hockey y que en las vacaciones todos los amigos venían con nosotros. Aunque no sé si hacía de padre o de hermanito menor de ellas, pero nos divertíamos.

¿Y con las tareas domésticas cómo andamos?

—En eso soy un macho característico: fuera de la casa me banco todo, dentro de la casa soy un inútil absoluto. En general, soy tan inútil que me piden que no toque nada. Igual ahora vivo solo. Pero me quiero poner una camisa y doy vuelta el ropero. En la cuestión interna soy muy dependiente. Soy muy bestia en las tareas domésticas. Salvo cocinar, que me gusta. Mi mundo siempre fue muy femenino. Porque me olvidé de contarte de un personaje muy especial: María Luisa, mi abuela, que murió hace poquito, a los 100 años.

¿Malcriaba?

—¡Uy! A ella se le murió un hijo muy joven y yo llevo el nombre de él. Después murió mi abuelo. Entonces me dejaron un tiempo con mi abuela en San Nicolás. Fueron años deliciosos con mi abuela y un tío soltero. Una cosa maravillosa. Se me nota, además, lo malcriado ¿no? Uy, no sabés lo que era. Cuando yo era chico me vestían en la cama porque siempre me acostaba tarde con mi tío. Me paraban y salía corriendo para el colegio. Tomaba la mamadera también.

¿Hasta qué edad?

—¡¡¡Y hasta los ocho años!!! (risas, claro). No se caguen de risa. Así seguía torrando un poquito más en la cama. ¡Maravilloso! ¡Los mejores años! Ahora, te digo, nunca fui a un psicólogo y nunca tome ningún psicoactivo. Estoy invicto, no sólo de diván. Nunca tomé ni una pastillita... ¡gracias a la mamadera!

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