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Viernes, 13 de julio de 2007

MARISA RUEDA

Vestidos viejos como arte íntimo

Nacida en Argentina y radicada en Inglaterra, Marisa Rueda supo alimentarse tanto del feminismo inglés de los ‘70 y los ‘80 –cuando comenzó a vincularse con grupos de mujeres artistas– como de sus recuerdos y reflexiones sobre la historia argentina reciente. De esa combinación tan particular surgió Texturas Narradas, una muestra en la que retoma, interviene y cuestiona mundos privados femeninos a partir de viejos vestidos de su madre.

 Por Verónica Engler

Está conmovida hasta la médula. Parada justo en el punto desde el que puede mirar su vida dividida en dos mitades exactamente iguales, por lo menos a escala temporal: treinta y tres años en Buenos Aires seguidos de otros treinta y tres en Londres. Marisa Rueda vuelve una vez más a su ciudad natal, ahora para mostrar Texturas Narradas, una serie de trabajos artísticos erigidos sobre los vestidos de la infancia que su madre, española, diseñaba para evocar su patria. “Después de que falleció, cuando me encontré con este material que ella había cosido, tuve que decidir qué hacer con esos objetos”, cuenta Marisa. “Y como vengo de la historia del feminismo inglés, de fines de los años ’70 y principios de los ’80, tenía una visión de aceptar y dar valor a ciertos trabajos de las mujeres que han sido históricamente desvalorizados, como coser o bordar. Entonces pensé en usar ciertos objetos de mi historia, hechos por otra mujer para un uso específico, como materiales para mis obras”, explica la artista que supo ser ministra de Energía durante el año en que vivió en la República de Frestonia, una comunidad anarquista formada por unas 100 personas que en 1977 tomaron una serie de edificios abandonados en pleno Notting Hill, para evitar que el gobierno británico convirtiera la zona en un polo industrial. De esa época, recuerda la fiesta, el frío que se filtraba por todos lados y la intensidad de las experiencias que ni imaginaba cuando despegó de Buenos Aires.

1. Ophelia, fotos e instalación sobre metal.

Antes de partir ya había ganado el primer premio en el Salón Nacional de Cerámica y había realizado varias muestras individuales y grupales en la Argentina. Pero decidió viajar a Europa tras las pistas de un amor. Cuando la Triple A comenzó con el horror que luego continuaría la dictadura militar, Marisa se dio cuenta de que no podría volver a Buenos Aires y ancló en Londres, donde años después se casaría y tendría a su hija. Hasta no hace tanto, tuvo la sensación de que su estadía londinense podía ser definida por lo que ella había contado de su país. Amén de su trabajo con grupos de exiliados, durante varios años buena parte de su obra estuvo signada por las consecuencias del terrorismo de Estado en la Argentina. Parecía que no había nada relevante allá que hubiera marcado su experiencia estética.

Sin embargo, el encuentro con los objetos legados por su madre y el acercamiento a un momento bisagra de su vida entre Buenos Aires y Londres –en el que el inglés se le cuela en el castellano, y viceversa, cuando la emoción suelta las riendas–, le dieron la perspectiva suficiente como para apreciar esas vivencias del mundo sajón que la fueron nutriendo en las últimas décadas.

Lo que aparece condensado en Texturas Narradas es una mirada fraguada al calor del movimiento de mujeres artistas que, desde fines de los ’70, viene cuestionando el androcentrismo que impera en el arte. De los debates principales de aquella época, quedaron varios interrogantes abiertos que abonaron la tierra de la creación femenina. “¿Si las mujeres hubiesen creado más obras, habría una historia del arte paralela? ¿Esta historia sería estéticamente diferente? Con el pasar del tiempo, ¿la mujer creará una estética diferente a la generada por siglos de arte hecho por hombres?” Estas eran algunas de las preguntas que se formulaban las artistas en Inglaterra al tiempo que realizaban exposiciones exclusivamente de mujeres como muestra de la calidad de las obras y de la falta de exposición de las mujeres en galerías y museos. “Lo que molestaba era que las mujeres mostráramos juntas, como en Women Images of Men, una exposición que se hizo en el Institute of Contemporary Arts (en 1980), en la que presentamos imágenes de hombres. Lo increíble fue la reacción de los críticos de arte, decían: “¿Cómo las mujeres pueden responder con estas imágenes cuando los hombres han hecho imágenes tan hermosas de las mujeres?... Se vieron desnudados, porque aparecían débiles, por ejemplo sentados en la falda de una mina”. Pero esos mismos críticos ni se percataban de que en ese momento, entre los cientos de cuadros y esculturas que se exhibían en la National Gallery, había apenas tres obras realizadas por mujeres.

“Es muy importante que las mujeres tengan la posibilidad de tener modelos –-reconoce la ilustradora de Feminism for beginners (Feminismo para principiantes, Londres 1993)–. Porque si no, nos toca hacer un trabajo de traducción muy grande al tener que reflejarnos en modelos masculinos. Virginia Woolf se ocupa de esto en Un cuarto propio. Los hombres no tienen que traducir, ellos directamente se identifican.”

Blanca (con referencia a La bañista, de Rembrandt), instalación.

En Texturas Narradas hay otra materia prima novedosa además de los vestidos andaluces. La fotografía se incorpora como artilugio para modificar la realidad escultórica. Estas prendas intervenidas dejan vislumbrar la inmigración y el desarraigo, mujeres que llegan de ultramar guardando como una gema preciosa las memorias de su lugar de origen, paisajes disímiles suscitados por el vestuario de otra época. La mirada actual sobre esa ropa está signada por espacios íntimos de la infancia a los que sólo las niñas y las mujeres tenían acceso. De esa intimidad de pocas palabras y miradas sugestivas, se desprenderá un erotismo incipiente, una educación sexual reticente. “Esto que hago con los vestidos empezó a ser más importante fotográficamente que como escultura –acepta–. La fotografía descubre otras realidades, aspectos desconocidos a simple vista. Se puede ampliar, elegir detalles, mezclar con otras imágenes, de golpe se tiene a mano un mundo nuevo.”

Texturas Narradas se puede ver en la Fundación Arte x Arte (Lavalleja 1062 Cap. Fed.), de lunes a sábados de 13 a 19, hasta el 30 de agosto.

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