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Viernes, 20 de septiembre de 2002

TEOLOGíA

La iglesia horizontal

Ivone Gebara, brasileña, filósofa, tiene una historia en el campo de la Teología de la Liberación. Trabajó más que quince años junto al arzobispo Dom Helder Camara. Pero luego el feminismo le aguzó la mirada. Actualmente es una de las teólogas feministas más reconocidas del continente.

 Por Sandra Chaher

Ivone Gebara empezó aportando sus reflexiones a la Teología de la Liberación, y con el tiempo fue “provocada” –como dice en un español al que le rebusca la excelencia– por el feminismo, hasta convertirse en una de las teólogas feministas más reconocidas de América. Se doctoró en Filosofía en la Universidad Católica de San Pablo y en Ciencias de la Religión en la Universidad Católica de Lovaina, y trabajó durante 15 años junto al arzobispo de Recife, Dom Helder Camara. Hace unas semanas participó en Buenos Aires del seminario Religión, sexualidad y mitos, que organizó el Movimiento Católicas por el Derecho a Decidir en la Casa de Nazareth, un edificio austero, arbolado y apaciblemente religioso en el barrio de Montserrat.
–En este seminario participaron mujeres cristianas de diferentes iglesias. ¿Qué temas en común tienen?
–Hay varios temas en agenda, pero no todas las iglesias cristianas los trabajan. Lo primero que aparece como un intento más o menos generalizado es releer la Biblia desde una perspectiva feminista. Un segundo tema común también a todas las Iglesias, pero que lo discute un número más reducido de personas, es repensar la teología, el pensamiento posterior a la escritura de la Biblia: la concepción de ser humano, de la relación varón-mujer. Y en tercer lugar, hay muchas mujeres que están en las parroquias, o haciendo trabajos sociales en barrios y que no necesariamente están conectadas con las iglesias, pero que se identifican como cristianas, y que empiezan a conectarse con las biblistas y las teólogas, a abrir brechas en la comprensión de sus iglesias y tradiciones.
–¿Las miradas de género tienen inserción en la teología?
–No, en realidad el discurso sigue todavía en los márgenes de la institución. Es muy parecido a lo que pasa en la sociedad política: los esfuerzos alternativos, las ideas novedosas, se quedan al margen, o a veces el sistema las integra, pero no permite que su fuerza se desarrolle. Algunas iglesias han aceptado cambios, pero no son sustanciales.
–¿La Iglesia Católica es la institución social menos permeable a la integración de las mujeres?
–Hubo espacios grandes de conquista de las feministas en la sociedad civil y política, pero esto nunca sucedió dentro de la Iglesia. Nunca hemos presentado en América latina una plataforma de discusión con obispos, por ejemplo. Quizá tendríamos que hacerlo.
–La Iglesia brasileña es reconocida por su progresismo. ¿También lo es en temas de género?
–La Iglesia oficial brasileña tenía un rostro progresista hace diez o quince años. Ahora ya no se puede decir esto. Los espacios realmente feministas dentro de la Iglesia Católica brasileña son poquísimos. Los teólogos pueden aceptar discutir sobre género y decir que las imágenes de Dios son la mujer y el varón. Pero para ellos Dios seguirá siendo hombre. Hay un límite. Por eso algunas mujeres están repensando desde unaubicación social diferente la posibilidad de introducir cambios más radicales.
–¿Esto pasa también en Europa y Estados Unidos?
–Claro, sobre todo en Estados Unidos. En Europa, al haber iglesias de tradición latina, el proceso es más lento. España está empezando a abrirse, pero en general el feminismo ha sido más fuerte en los países de tradición sajona y germánica. Sin embargo, todas las iglesias de Europa se han vuelto más conservadoras estos últimos años. Creo que tiene que ver con la situación mundial. La crisis del capitalismo genera la necesidad de estabilidad en algún lugar, y la religión pasa a ser ese espacio de estabilidad, de refugio, de protección.
–Usted dice que no le interesa la inserción de la mujer en la actual estructura eclesiástica. ¿Qué condiciones tendrían que darse para que fuera deseable el sacerdocio femenino?
–Es una cuestión muy compleja. Respeto a las mujeres que quieren ser ordenadas sacerdotes en esta Iglesia, y puedo entender su perspectiva política. Ellas plantean que si estás dentro de la estructura, puedes tener más fuerza para cambiarla. Lo que pasa es que muchas de estas mujeres no son feministas, quieren el sacerdocio como un derecho a una igualdad, pero en lo mismo. Y por otro lado estamos las feministas, que decimos que el sacerdocio no puede darse dentro de esta estructura porque no tendríamos igualdad. Creemos que sólo podrás cambiar algo si eres crítica, y que las personas que acceden al sacerdocio deben tener una visión alternativa del mundo, no jerarquizada, más feminista. Pero además yo estoy convencida de que la tradición de Jesús no es sacerdotal. En el judaísmo existe la tradición del sacerdocio, y Jesús era judío, pero nunca fue sacerdote, él nunca asumió funciones en el templo, era un laico. Creo que la institución del sacerdocio no es tradicionalmente cristiana. Actualmente, el sacerdocio es un estadio casi de perfección que aparta del común de los mortales. La Iglesia debería repensarse como comunidad de personas iguales. Deberíamos bregar por un modelo quizá difícil, pero más horizontal y participativo. Me doy cuenta de que lo que pienso es quizás utópico (risas), pero pienso que las utopías nos movilizan y nos invitan a pensar.
–Usted participó de la Teología de la Liberación. ¿Cómo se lleva esta corriente teórica con el feminismo?
–Creo que como se llevan en general la izquierda y el feminismo: no muy bien (risas). Mi mirada sigue siendo desde la Teología de la Liberación; quiero decir que los cambios que hay que hacer tienen que favorecer a los pobres. Pero cuando propones una mirada feminista para entender la vida, las relaciones humanas, el poder, ahí se da el choque. Algunos teólogos de la Liberación, de los que ahora se habla muy poco, dicen que el feminismo es una derivación de la Teología de la Liberación y no se abren a ella. Nosotras estamos informadísimas, sabemos todo lo que ellos publican, pero ellos no saben casi nada de nosotras, no se interesan.

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