las12

Viernes, 24 de agosto de 2007

NOTA DE TAPA

Como la vida, como la muerte

“El flamenco se baila con las tripas”, dice Soledad Barrio, la bailaora que de niña quiso ser artista porque todavía no conocía esa palabra que ahora la define. Madrileña, bajita, el pelo recogido y la sonrisa abierta, cuesta reconocer en ella a la mujer que hace temblar los tablados que pisa. En su quinta visita a la Argentina intenta explicar lo inexplicable: de qué esta hecha la emoción del cante, dónde se bebe esa energía que ella despliega.

 Por Marta Dillon

“Es sensual, es sexual, es todo. Es triste, es alegre. Es como la vida misma. Está también al filo de la muerte. Porque a veces nos pasa, en un minuto caes en la cuenta de que podrías haber muerto... de eso se trata la vida, ¿no es cierto? Pues de eso se trata el flamenco.”

Todavía está turbada. El olor a humo la envuelve como si hubiera estado echando leños en un hogar mal construido y ella invita a comprobarlo ofreciendo una manga de su campera negra como prueba de ese filo por el que ha caminado y que no es el flamenco. Aunque a Soledad Barrio todo le remede a flamenco. Lo que acaba de vivir una mañana de miércoles en un hotel de Buenos Aires en el que los vidrios estallaron a causa de un incendio, el recuerdo de sus hijas que dejó en Madrid una vez más para ocupar por quinta vez el Teatro Avenida –y recorrer Córdoba, Rosario y La Plata–, la herencia cultural de unos padres nacidos en la posguerra y criados en la restricción, una postal de Japón, los actores y las actrices de Hollywood que la aplauden a rabiar y que ella reconoce famosos aunque no pueda unir sus caras con sus nombres. Todo es flamenco. Todo sucede antes o después de dejar el alma –y las rodillas, la espalda, el sudor– en el tablado, cuando puede olvidarse de sí y dejar que la tierra le hable a sus pies y le cante al oído la voz de la tragedia de un pueblo marginado que no es más, como ella dice, que la tragedia cotidiana de cualquiera que viva en este mundo y tenga conciencia de ello.

Tiene 42 años, lo dice con una sonrisa como si se confesara; o mejor, como si estuviera haciendo una confesión que no interesa a nadie: “¿No prefieres saber de mi edad artística?”, repregunta, sorprendida de que algo más que su baile importe. Son 24 años de vida trashumante de escenario en escenario y ésa es la edad que le importa. Cuando cuenta su vida, lo hace en los mismos términos: bailaba de niña como se le ocurría, después llegó la edad de la vergüenza y más tarde el nacimiento de la artista que hoy es y de la que el New York Times ha dicho que es “más bestial que humana”.

–De pequeñita no conocía el término bailaora como mucha gente ahora no dice bailaora, a lo mejor dice bailadora o bailarina. Yo decía que quería ser artista, buscaba en la radio todo lo que se asemejaba a flamenco, porque en España el flamenco es algo minoritario. Lo que sí escuchas es canción española, que tiene un aire flamenco. Pues lo escuchaba y lo bailaba en el colegio, en las fiestas, en las bodas, hasta en la calle.

Pero no puede explicar de dónde venía ese amor por un género que no estaba al alcance de la mano, que no era el preferido de sus padres y que para colmo se aprendía y se practicaba en cuevas.

–El flamenco normalmente siempre se ha enseñado en cuevas que son sótanos y se ha enseñado en sitios donde entras y dices “madre mía, salgo de aquí corriendo”. En sitios oscuros, supongo que por lo marginal que es el flamenco. Supongo que todo va acompañado... igual que el clásico parece que está en estudios llenos de luz, con un suelo muy bonito y espejos grandes, el flamenco es como... otro lenguaje.

–Es una danza muy sexuada también, ¿no?, donde tienen que ver mucho lo masculino, lo femenino.

–Bueno, lo es como lo puede ser el reflejo de una sociedad. Para mí, personalmente no me siento muy atada a ser mujer o ser hombre, me siento ser humano, pero también tiene que ver con mi forma de ser que no me siento en especial determinada por ser mujer, me siento más persona. Me puedo sentir condicionada en cuanto me condicionan los demás, por la sociedad en que pueda vivir, pero no porque yo misma me condicione.

–Ser mujer no es puro condicionamiento.

–Claro, por supuesto. Con decir que soy madre alcanza para nombrar alguna potencialidad, pero no pienso que voy a salir a bailar de una determinada forma porque soy mujer.

–¿No hay roles específicos en las puestas en escena?

–Eso depende de los roles que tú quieras imponerte a ti misma. Si tú piensas que ser mujer es no zapatear y mover mucho tus caderas o ser muy sensual, entonces sí estás muy condicionada, pero si tú piensas en algo que va más allá de eso y que puede estar expresado a través de tus pies con fuerza o de otra manera porque, vamos, una mujer es algo muy fuerte que de hecho trae los hijos al mundo y que no tiene que ser algo frágil, femenino o bello para gustar a un hombre, entonces depende un poco de lo que tú te impongas a ti misma o seas tú como persona. Sí me siento mujer, pero no me siento objeto, tampoco me quiero sentir así para gustar, sino que quiero tener algo para decir.

Touché. Era una pregunta sencilla aquella que indagaba sobre la sensualidad de este modo de expresión que, en la imaginación de la cronista, tal vez mantenía alejadas a las niñas de sus cuevas. Pero Soledad Barrio, la mujer pequeñita de los 24 años de artista, no está dispuesta a dejar cabo suelto y así como su mano está acostumbrada a dibujar pasiones sobre el cante quebrado de un gitano, su boca se apura a dejar claro lo que así tiene que estar.

Esta es la mañana en la que ha sobrevivido. Algo en el temblor de su boca lo recuerda a lo largo de la charla. No había alcanzado a quedarse dormida cuando unos gritos la despertaron, pero ella pensó que era alguien que venía “de juerga”. Cuando escuchó el ruido de cristales que se rompían pensó que quien venía de juerga, también venía violento. Su marido, Martín Santángelo –también director de la compañía que ambos integran, Noche Flamenca–, la levantó de la cama y la metió en el baño. “Es que yo creí en ese momento que era un robo y que nos iban a matar a todos, no sé por qué, se ve que tengo pensamiento trágico.” La noción de lo que sucedía la tuvieron más tarde y no porque alguien haya gritado fuego o hayan sonado las alarmas, fueron las llamas que vieron de refilón mientras eran evacuados por un hombre con un silbato. Varias horas después, las imágenes la siguen acompañando, pero, dice, de esa materia también se hace el baile. “Porque el flamenco no es solamente que tengas condiciones físicas, técnicas, también tiene que ver con otras cosas más del ser humano. No es como otra danza como puede ser clásico, que tal vez requiere más un físico, más condiciones determinadas, una estatura, que tengas tal estilo... Flamenco es otra cosa. Ahora, si me preguntas por qué soy tan trágica, no te lo puedo contestar, como tampoco sé contestar de dónde me viene el amor por el flamenco, porque tampoco puedo rastrearlo en mi familia.”

–¿Cómo es tu familia?

–Mis padres han nacido en la posguerra, es una gente que ha luchado mucho, que se han encontrado en un momento duro para salir adelante. Mi padre es de Segovia y mi madre es toledana. Mi madre es una mujer de su casa, es ama de casa, y mi padre es taxista. Mi padre ya se jubiló y mi madre sigue trabajando porque tú sabes que las mujeres seguimos sirviendo. Hoy en día ha cambiado un poco, pero la verdad es que hay ciertas mujeres de aquella época que siguen sirviendo la mesa y siguen trabajando sin estar remuneradas.

–¿Y a ti cómo te va con las tareas domésticas?

–La verdad es que mucho no me va, paso mucho tiempo viajando. Al menos seis meses al año. Pero tengo que reconocer que sigo teniendo mucha ayuda de mi madre y de la madre de Martín, no me puedo quejar. También tengo que decir que, si pude en un año formarme como para empezar a trabajar, es porque llegaba a mi casa con los músculos latiéndome y tenía un plato de comida en la mesa. La verdad, que para ser una familia sin muchos estudios, ni tal, fue impresionante cómo me apoyaron, porque a veces un poco la ignorancia te hace creer que tus hijos necesitan más estudios porque si no no están haciendo algo. Evidentemente los estudios son importantes y el tener cultura o por lo menos un poco para descubrir ciertas cosas, pero no siempre hay que tener una carrera universitaria para... ser feliz

–Y ellos lo entendieron

–Sí, bueno, es que además no tenían nada que hacer, porque también yo creo que mis padres sabían qué era lo mío, yo pienso que cuando una persona ha elegido un camino tan claro quiere decir que no está equivocada. Yo empecé a los 18 años, después de intentar estudiar Geografía e Historia, pero es como que no me enteraba de lo que pasaba en la facultad. Hasta que vi una película de Antonio Gades y ahí me inscribí en una academia y como que me enloquecí.

–¿Qué cosas pones en juego de ti misma cuando bailás?

–Intento no pensar en mí misma sino que pienso más en transmitir algo que creo que tiene que ver con todas las personas, con los sentimientos... Intento olvidarme de mí misma, ésa es la verdad. No me funciona pensar en mí misma, ni me interesa. Si pienso en mí misma al final la paso mal, porque si piensas en ti misma solamente te quedas muy corto, porque estás tan limitado que sólo piensas en tus errores. Yo, como soy un poco más bien pesimista o realista, no sé, pensaría más en mis errores. Yo intento hacer lo que he aprendido y lo que hago y aquello que me viene que es misterioso. No sé, es algo que te llama y que está ahí, a lo mejor es como si te dijeran “por qué te gusta esta persona” pues a lo mejor no sabes por qué te gusta y es una pasión, la verdad.

–Una pasión que suele poner en juego el desamor, el amor romántico...

–Yo pienso que el flamenco es trágico porque viene de la marginación, viene de pueblos marginados, o sea arranca desde lo más bajo, viene de gente que ha sido perseguida, gente que sufre, viene del pueblo. Entonces yo pienso que el baile flamenco es apretado. Yo cuando termino de bailar salgo rota, de hecho es curioso porque hay gente que me conoce y que después está contigo y dice “parece que no te dolía nada”, “parece que estabas fenomenal” y a mí me duele. Los flamencos tenemos además las rodillas desgastadas, sin cartílago, la espalda destrozada, porque es muy apretado. Todos los bailarines de otras danzas tienen sus problemas.

–¿Qué quiere decir apretado?

–Quiere decir que se baila con las tripas, porque se baila al cante y el cante lo que dice es algo tan directo, que no es algo muy intelectual que no tienes que pensar “a ver qué ha dicho”, “espera que lo lea tres veces” o que lo escuche cinco o seis a ver qué me ha querido decir, sino que te lo está diciendo: “Me siento en esta sillita/ repaso mis memorias /con lo que a mí me ha pasao /yo podría escribir una historia/ qué solo estoy”, o sea te está diciendo cosas que las entiendes inmediatamente, entonces claro, eso se baila con las tripas y nosotros como zapateamos... es abajo, en la tierra, hacia el suelo, no es un baile en el aire. La verdad es que tiene tragedia y se sufre bailando y luego también de la tragedia viene la alegría, los momentos buenos que a veces los disfrutas más cuando tienes menos que cuando tienes más. Yo me acuerdo cuando iba con mis padres al campo los fines de semana, con un bocadillo, la bota de vino de mi padre, un trozo de tortilla y un poco más y a lo mejor te reías más que cuando ahora puedes ir al campo y tienes una casa que ya te preocupas sólo de cortar la hierba...

–Pero no has perdido la conexión con eso fundamental que describes.

–Yo creo que no porque me gusta, creo que es mi forma de ser.

–Más allá de esto, que son cosas fundamentales, no puedes negar que hay toda una lírica del amor romántico, del amor de pareja...

–Quieres decir que es muy exagerado.

–Quiero decir que el amor y la muerte parecen cosidos al cante.

–Bueno, al fin y al cabo todos gustamos ser queridos, de una forma, menos exagerada o poco exagerada, pero lo que todo el mundo necesita en la vida es que le quieran. Entonces a veces nos disfrazamos más o menos de una forma más suave y parece que las cosas están más por encima, o puedes hacer meditación... pero en el fondo queremos gustar a los demás, que nos quieran. No sé, puede parecer un poco exagerado también.

–Eso corre por tu cuenta.

–De todas maneras, a mí la relación de pareja tampoco me interesa mucho. Por ejemplo, no me afecta tanto cuando bailo porque es una de las cosas que menos me interesa en realidad. A mí me mueve más la relación que tengo con mis hijas. La relación de pareja no es algo que a mí personalmente, de hombre y mujer me mueva mucho. No sé, a veces me resulta un poco cursi. Me parece una de las relaciones más tontas de las que puedo hablar porque a veces son así, tontas, o que estás atontado, no sé. Yo no soy muy así.

–No sos muy apasionada en ese sentido.

–La verdad que no. Si yo repaso mi vida... sí, soy apasionada, exageradamente apasionada y tonta. Además creo que soy demasiado romántica, aunque intento ser más... Sí, creo que soy muy pasional, sí seguro, aunque no lo quiera, es evidente. Para qué voy a decir que no lo soy si lo que hablan de mí en síntesis las críticas es lo pasional, y el fuego que llevo dentro, tanto que voy quemando lugares.

Fotos: Juana Ghersa

Un año después de sentir cada noche los espasmos en los músculos cansados, Paco Romero la eligió como primera bailarina de su compañía, Amor Brujo. Hizo su primera gira por hoteles de la costa de España y desde entonces ha llevado su arte tan lejos como la puedan llevar los aviones. El repicar de sus tacones arranca lágrimas tanto en Estados Unidos como en Japón. Todavía pone en práctica eso que le enseñaba su primera maestra María Magdalena, una mujer que jamás diría que hay que hundir las costillas sino “elevar la cintura como una princesa”, y que marcaba la posición de los brazos incitándola a volar.

–Ella comunicaba algo muy de dentro y lo hacía muy bien y todos los que hemos estudiado con ella la queríamos muchísimo. Era tu maestra, no era alguien con quien vas a tomar clases, sino tu maestra. Pero bueno, he estudiado con muchísima gente también que tiene muchísimo valor.

–¿Seguís estudiando?

–Sí, yo siempre sigo estudiando. Vivo haciendo hincapié, incluso voy y tomo clases, o sea que no tengo ningún reparo, ahora me voy a quedar ahí sin nutrirme un poco de lo que hacen los demás. Aunque luego al fondo haces lo tuyo, porque cuando ya has superado un nivel, ya se trata de hacer un poco lo que tú eres, que es lo bonito que tiene también el flamenco, la individualidad de cada artista. Pero bueno, me gusta cómo picar también afuera para no encasillarme mucho en lo mío.

–¿Hay algún otro sitio donde se baile flamenco popularmente, más allá de España?

–El flamenco está por todo el mundo, pero desde ya en Japón es algo increíble, o sea Sevilla está invadida de japoneses. A pesar de que he estado en Japón bastante, yo no puedo hablar de cómo son porque son un misterio. No expresan como nosotros lo que sienten. Pero en el fondo deben de tener algo tan metido allí adentro que creo que encuentran en el tango o en el flamenco una forma de liberarse.

–¿En todos los lugares donde te presentas sientes la misma devolución del público?

–El flamenco está en todos lados, pero también a veces mal entendido, a veces te encuentras con que lo quieren bailar porque qué oportunidad para una mujer ponerse tan sensual con la flor y la falda. O sea a veces un poco se disfraza el que no entiende. Igual que el que no entiende va a ver flamenco y aplaude cualquier cosa porque no entiende mucho, como yo podría aplaudir una película. Pero es la labor del artista la que tiene que dar algo que sea honesto, porque no todo el mundo tiene por qué entender.

–¿Pero qué es lo que hay que entender?

–Lo que hay que entender es que la vida es mucho más profunda que un montón de cosas que nos adornan y con las que nos entretenemos para quitar nuestros miedos, entonces a veces vas al teatro porque quieres pagar una entrada muy cara y decir que lo que has comprado vale mucho, y lo que quieres es ver mucha gente que entra y sale, mucho vestido por aquí, y bueno pues con esas cosas nos engañamos. Yo creo que los artistas tenemos la oportunidad de subirnos al escenario y que nos mire tanta gente; deberíamos, ya que entendemos lo que estamos haciendo, dar algo bueno y educar un poco también al público.

–¿Y a ti, qué cosas son las que te dan miedo?

–La vida en sí te da miedo, a veces de no poder, de no estar fuerte, de que se te vaya un poco la cabeza, no sé... Sí sé, pero... Miedo me da no tener fuerzas para luchar, miedo me da un poco eso, perder un poco la cabeza, pero intento no pensar en lo que me da miedo porque entonces no me muevo.

–¿Y cómo se lleva una mujer apasionada con los excesos?

–Los mido, los reservo. Si estoy de gira los excesos me los dejo para el último día con mis compañeros, de decir “esta noche voy a beber champán”. No todas las noches me voy a beber champán, porque estaría después fatal, a no ser que tomara otros estímulos para poder aguantarlo.

–Pero te reservas alguna noche para perder la cabeza.

–Perderla del todo no, porque a mí perder la cabeza del todo no me gusta. De alguna manera me gusta controlar todo lo que hago. Me asusta la idea de hacer algo y que no sepa lo que he hecho al día siguiente.

–El paso del tiempo no es algo que te preocupe.

–Me preocupa en lo cotidiano, aprovechar el tiempo que estoy con mis hijas... Y también el tiempo para mí. La verdad, que cuando estoy de gira apenas si veo algo más que el teatro y el hotel. En Nueva York suelo tener un público muy especial, actores y actrices y muchas veces ni sé los nombres; mi esposo me tiene que decir en qué película estuvieron. Es que es difícil dedicar tiempo a otra cosa que no sea esta pasión flamenca. Ahora, si pienso en el tiempo con relación a mi vida, pues ahora empiezas a cuidarlo. Por suerte lo que elegí me permite no medir mi tiempo en el escenario por años, no creo mucho en el virtuosismo sino en la garra. Pero de alguna manera me siento más en forma ahora que cuando era más joven porque sé cuidarme. Tal vez por fuera no vea mejor, pero por dentro, tengo más fuerza.

–¿Te imaginas que podrías hacer otra cosa si no bailaras?

–Me lo imagino pero no lo veo. Intento imaginármelo a veces, digo voy a jugar a imaginarme qué podría hacer si no bailo, pero la verdad, de momento, no veo nada que lo pueda sustituir, en todo caso más adelante montar o tal vez algo relacionado con teatro.

Funciones del 23 de agosto al 2 de septiembre, 20.30. Teatro Avenida, Avenida de Mayo 1222. Desde 30 pesos. Reservas: 4381 0662.

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