las12

Viernes, 9 de noviembre de 2007

INTERNACIONALES

Cuerpos revolucionados

Aunque llegó a especializarse en educación sexual porque era un tema que a muy pocos interesaba, Mariela Castro –hija del presidente provisional de Cuba– hizo de ese lugar que le dejaron ése en el que quiere estar. Promotora del respeto y la defensa de la diversidad sexual, la psicóloga y pedagoga revisa los temas pendientes de la revolución socialista, que todavía no ha logrado meterse cabalmente en la sexualidad, la intimidad y la paridad de géneros.

Por Luciana Peker

Yo que nunca creí que fuera el paraíso ¿por qué ahora voy a creer que sea el infierno?”, así desata el nudo que provoca Cuba, la palabra Cuba, el símbolo de Cuba, el escritor Eduardo Galeano. Aunque Cuba sea ese paisito sin fronteras, bloqueado por la censura política etiquetada de embargo. Ya no es bloque, modelo, paradigma. Pero sí es –sigue siendo– isla. La palabra que mejor le queda a ese país rodeado de agua y acaudalado de sed y deseos, que camina por sobre arenas, firmes, rugosas, movedizas, pero camina, en la diferencia. O baila, mejor dicho, sabrosamente, baila en la continuidad de una historia que arrancó a la isla del destino de Haití, pero que tampoco pudo –ni podía– construir un orden mundial distinto con naranjas y cañas de azúcar. Isla. No es sólo geografía esa definición de país de sobrevivientes de caídas, finales y siglos, de punto desmarcado del mapa, de tierra rodeada de agua y de habitantes con ganas de horizontes. Isla. La palabra no va a contramano de un país que hizo la revolución y creyó que los revolucionarios tenían que ser como debían ser los hombres: conservadores. Por eso, desterró a los homosexuales por desviados.

Pero ahora la isla hace autocrítica de su homofobia y construye un nuevo modelo de isla diversa, con lugar, baile e identidad para todos. Pero, especialmente, una mujer, funcionaria, sobrina de Fidel, hija de Raúl Castro –presidente provisional de la isla–, hija también de Vilma Espin (ex líder de la Federación de Mujeres Cubanas), mamá de tres hijos que ampara sin dar sus nombres (pero que tienen 23, 11 y 9 años y son dos niñas y un niño), casada con un hombre de cuerpo generoso (¿con barba?, sí claro) que le calma el cansancio pero al que ella también resguarda –prefiere, pide– de dar su nombre.

Ella es Mariela Castro Espin, pedagoga, psicóloga, directora del Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba, que vino a la Argentina a contar sobre su proyecto de ley para autorizar las operaciones de cambio de sexo, de los problemas de prostitución que trajo la apertura al turismo en Cuba, del machismo que se queda en la isla aunque hace años que lo estén barriendo y de la isla que, según ella, no va a dejar de ser isla porque es mucho más Cuba que un apellido –Castro– que ella misma nombra, ejerce y comparte. Para que la isla siga siendo una revolución y no la revolución una isla.

¿Cómo llegaste a ser directora del Centro Nacional de Educación Sexual?

–Era profesora de psicología de las edades preescolares en la Universidad Pedagógica de La Habana y allí se empezaron a crear espacios de investigación en distintos temas. Como yo era la más joven, el resto se eligió los temas más pomposos –a nadie le interesaba la educación sexual– y me sugirieron que lo trabaje yo. Me pareció buena idea. Desde 1990 estoy trabajando en el Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) y terminé asumiendo la dirección.

¿Qué pasa en Cuba con el acceso al aborto?

–En Cuba, antes de la Revolución, ya existía el aborto legalizado. Pero era caro. Por eso, la mayoría de las mujeres no tenían acceso a esos servicios y recurrían al aborto clandestino. En los sesenta, el aborto era la primera causa de muerte en las mujeres. Eso llevó a que en 1965 se decidiera institucionalizar el aborto para que se practicara bajo el consentimiento de la mujer, en manos de un médico, en condiciones hospitalarias y de manera gratuita. Por eso, la cantidad de muertes por aborto disminuyó a cifras mínimas. Pero esta medida fue acompañada por un programa de planificación familiar.

¿Lograron que disminuya la cantidad de abortos?

–Es una cifra que sube y baja, va cambiando según las provincias y los años. Para nuestro criterio los índices son todavía altos (N. de la R.: en el 2004 se realizaron alrededor de 67.000 interrupciones del embarazo, según datos del Ministerio de Salud de Cuba), pero nos preocupa sobre todo el aborto en la adolescencia. El aborto es una opción que las mujeres tienen derecho a usar, especialmente porque todavía no hay anticonceptivos que no tengan fallas. Pero es una práctica que daña. Por eso, intentamos transmitir que es una intervención riesgosa y lo mejor es evitar el embarazo no deseado.

¿Hay aceptación del uso del preservativo?

–Se ha ido incrementando el uso del preservativo. Pero todavía hay resistencias. En las primeras relaciones no se usa. Por eso, se hacen campañas para incentivar el uso de preservativo como la mejor opción anticonceptiva. También se les dice a los adolescentes que el amor es una sublime responsabilidad y que no hay que jugar con la potencialidad reproductiva. Ya no son los padres los que deben cuidarlos, sino ellos mismos. Y, especialmente, que el embarazo es responsabilidad de los dos y no sólo de la muchacha. Por eso, si una chica se queda embarazada no es por obra y gracia del espíritu santo, sino por obra y gracia de un varón. Estos mensajes se les trata de transmitir a través de la televisión, la radio, dibujos animados, etcétera.

Muchos hombres son revolucionarios y combativos en política, pero en su intimidad reproducen sistemas de abuso. ¿Cómo se combate el machismo?

–La escuela tiene una gran responsabilidad, pero hay lugares en donde se trabaja mejor que en otros. Porque a veces los maestros no están convencidos. No es algo parejo que todo el mundo maneje por igual. También se trabaja en prevención de la violencia hacia las mujeres. Pero, especialmente, de la violencia psicológica que predomina sobre la física. La manera de humillar a la mujer, de descalificar cualquier cosa que diga o haga, de depositarle la responsabilidad absoluta del hogar o de los hijos o engañarla son maneras de violentarla. Hasta el silencio es una forma de violencia psicológica. También salen en la televisión casos dramatizados para mostrar como se expresa la violencia de género.

Vos proponés cambios en la legislación para que puedan realizarse operaciones de cambio de sexo y uniones gay. ¿Qué perspectiva tienen de ser aprobadas?

–Con el Ministerio de Salud se logró una resolución que normativiza el proceso de atención integral de salud de personas transexuales –hormonales, psicológicos, etc.– y un equipo cubano se está entrenando para poder seguir las operaciones de cambio de sexo. Tenemos el proyecto de ley de identidad de género que marca que las personas transexuales reciban cambios en sus documentos y, también, modificaciones al código de la familia que incluirían el derecho a la libre orientación sexual e identidad de género.

¿Cuba aprobaría el matrimonio homosexual?

–Sería similar, pero con el nombre de unión legalizada, para no meternos con el tema del matrimonio que requiere de una reforma de la constitución y demoraría mucho.

¿Tiene resistencias o es probable que se vea reflejado en la vida cotidiana?

–La parte de identidad de género y transexualidad no tiene resistencias, la parte de los derechos patrimoniales de las parejas homosexuales, tampoco. Pero en donde sí hay resistencias es en los derechos personales porque ahí está incluido el derecho a la adopción de las parejas homosexuales. En Cuba no hay muchos niños para adoptar, pero igualmente es un derecho que hay que legislar.

¿Las parejas de mujeres lesbianas tienen la posibilidad de inseminarse?

–Es que no tenemos en Cuba los recursos para la reproducción asistida. En estos momentos se está preparando un presupuesto y equipos médicos que van a ocuparse de la fertilización asistida. Ya hay tres parejas de mujeres lesbianas que nos pidieron que, cuando esto se implemente, quieren estar en la lista. El Ministerio de Salud Pública nos respondió que si nosotros resolvíamos esta cuestión en la ley –en donde estaría incluido este derecho– ellos no tendrían problema. Pero seguramente todo este proceso va a llevar su discusión.

¿La continuidad de la revolución depende de la salud de Fidel?

–No, no es así. Todo lo contrario. El proceso revolucionario está fortalecido. A la gente y a todos nos va a doler mucho cuando Fidel ya no esté, pero todos queremos seguir este proceso. Fidel va a quedar siempre como nuestro líder. Toda su obra va a seguir siendo una referencia. Pero ahora se está analizando qué cambios queremos hacer, como fortalecer el socialismo para que dé mayores satisfacciones a la población, se está decidiendo todo a nivel popular.

¿Tenés diferencias de género o generacionales con Fidel y tu papá?

–Con Fidel pude intercambiar poco. Con mi papá un poco más. Hay cosas en las que pensamos igual y hay cosas en las que nos tomamos un tiempo porque no pensamos igual. Pero si partimos desde un punto esencial, que es el humanismo y la justicia social, enseguida nos ponemos de acuerdo.

Jineteras

A partir de la apertura al turismo de Cuba creció la prostitución. ¿Cómo hacen para no legitimar en la revolución la explotación sexual?

–Hay problemas que surgen de desatenciones en el seno de la familia y también de dificultades económicas muy profundas que han marcado la vida de los cubanos en este período especial. Se han perdido valores y eso duele. Cuando la economía mejora, todo camina mucho mejor.

¿Y en el mientras tanto cómo trabajan con las mujeres?

–No se las considera trabajadoras sexuales, pero sí a las prostitutas se las trata como víctimas.

¿Hay redes de explotación?

–No hay redes, pero sí ya hay proxenetas que manejan a mujeres y varones. La prostitución no es ilegal, pero el proxenetismo sí. No hay que atacar a las prostitutas, pero sí los problemas que la crean.

Compartir: 

Twitter

Imagen: Juana Ghersa
 
LAS12
 indice

Logo de Página/12

© 2000-2022 www.pagina12.com.ar | República Argentina | Política de privacidad | Todos los Derechos Reservados

Sitio desarrollado con software libre GNU/Linux.