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Viernes, 14 de diciembre de 2007

LIBROS

La F de la A a la Z

Como una manera de reapropiarse de las palabras, Susana Gamba, feminista y directora del Portal Agenda de las Mujeres, creó un diccionario en el que se pueden buscar y encontrar definiciones –y bibliografía– para palabras diversas y que a veces parecen distantes, como travestismo, amamantamiento, femicidio, bruja y hasta hada.

 Por Luciana Peker

Femicidio: Asesinato misógino de mujeres cometido por varones. De ahora en más, los diarios podrán dejar de citar como crímenes pasionales –en donde las mujeres caen ante la tentación de la vida por derroche de amor– a los crímenes de mujeres por ser mujeres. Incluso, podrán dejar de llamarlos homicidios o asesinatos brutales o noche de horror o el crimen del country. De ahora en más, los diarios, los lectores, las televidentes, las oyentes de radio podrán oír la palabra femicidio y de sólo leer, de sólo escucharla, entenderían que se trata de la muerte de una mujer. Por ser mujer. Y podrán decir que la definición de femicidio la sacaron del diccionario.

Porque no se trata sólo de que la palabra femicidio exista y de que explique mucho más que la contracara femenina del homicidio, sino de una realidad que aparece tapada por la placa roja de las noticias policiales o por el manto de piedad de la supuesta pasión hecha barbarie. Para que las palabras circulen, se usen, se conozcan, se legitimen, se consulten, se entiendan, se expliquen, se consulten, las palabras están –deben estar–- en un diccionario. Pero los diccionarios también son parte de una cultura que elige qué nombrar y qué esconder, con qué renovarse y en qué encapricharse en el pasado. La palabra femicidio, por ejemplo, no figura, todavía, entre las nuevas palabras admitidas por la Real Academia Española que, sin embargo, sí aceptó bulímico o salvapantalla.

Sin pantallas, femicidio no.

Sin embargo, la palabra femicidio –asesinato misógino de mujeres cometido por varones, según una definición que comenzó a circular hace más de treinta años, en 1976, y que se hizo más conocida a través de los femicidios de Ciudad Juárez, en México– no está huérfana de explicaciones. Porque contra el discurso único, también hay otros discursos (y en la junta de esos discursos, los diccionarios). Por eso, ahora, acaba de publicarse un libro con definiciones de la A a la Z, que en la F –también de feminismo– sí explica qué es femicidio.

“Al hacer referencia al asesinato misógino de mujeres y niñas, el concepto de femicidio permite entender que la muerte de mujeres a manos de sus esposos, amante, novios, pretendientes, conocidos o desconocidos así como las muertes de mujeres en abortos ilegales o por negligencia no son el producto de situaciones inexplicables, de conductas patológicas o de la casualidad. Por el contrario, estas muertes de mujeres son el producto de un sistema estructural de opresión”, define el Diccionario de Estudios de Género y Feminismo, que acaba de publicarse por Editorial Biblos y que, por definición, representa un avance en una contrapropuesta para nombrar, buscar y repensar el lenguaje.

Pero no sólo de femicidio habla este diccionario feminista. También se nombra el travestismo, la trata de personas, el parto vertical, el aborto, el amamantamiento, el lesbianismo, la mortalidad materna, la menstruación y la viudez. Pero tampoco son sólo las palabras clave de los reclamos del movimiento de mujeres las que aparecen nombradas, detalladas, entrelazadas en este libro. También el diccionario se permite contar sobre brujas, hadas o pachamama. Todo (o casi) lo que hasta ahora no podía o no debía ser nombrado está detallado en esta iniciativa de Susana Gamba que terminó de consumarse con la colaboración de Tania Diz, Dora Barrancos, Eva Giberti y Diana Maffía, entre otras investigadoras.

“Las feministas incorporaron sus deseos, sus saberes y sus ordenamientos al diseñar una cartografía en la cual puedan tropezar y trastabillar los señores de las academias ventajeras, las que nos arrinconaron en el pecado, la reproducción y las imbecilidades esenciales. Ahora, haciéndonos dueñas de los hiatos, los vacíos y las suplencias, vamos con un/otro diccionario que propone sus propios ADN”, valoriza Giberti en la presentación del libro. “Es muy importante que a las palabras las nombremos nosotras”, rescata Susana Gamba, coordinadora del Diccionario de Estudios de Género y Feminismo, directora del Portal Agenda de las Mujeres y coordinadora del Area de Documentación y Publicaciones de la Dirección de la Mujer del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

¿Cómo surge la idea de hacer un diccionario de estudios de género?

–Yo fui coautora, en 1989, junto a Torcuato Di Tella, Paz Gajardo y Hugo Chumbita, de un Diccionario de Ciencias Sociales y Política en el que ya había incluido algunos términos de estudios de la mujer. Por eso, desde hace cinco años, empecé a trabajar en la búsqueda de ideas, conceptos y autoras de este diccionario en el que finalmente intervinieron alrededor de cien personas de distintas especialidades y países. Creo que este diccionario suma diferentes ideas y perspectivas y además aporta una mirada transgresora.

¿Qué es lo transgresor?

–Metí varias cosas de espiritualidad femenina, de las diosas, las hadas, que, muchas veces, son ideas cuestionadas desde el establishment o la academia feminista.

¿Para qué sirve un diccionario?

–Las mujeres hemos sido reprimidas e invisibilizadas y es muy importante poder definir y nombrar las palabras desde nosotras. También es fundamental que una cantidad de términos puedan ser instalados en la opinión pública y que estudiantes universitarios tengan acceso a estas definiciones para usarlas en sus estudios. Yo creo que un diccionario abre bastantes caminos.

En el intento de elaborar un lenguaje no sexista muchas veces se cae en el exceso de corrección política, pero cuesta, todavía, instalar palabras que simbolicen la desigualdad hacia las mujeres. ¿Cuál es el intento de este diccionario?

–Esperemos hacer un aporte a partir de este trabajo colectivo. Por ahora, vemos una respuesta y un interés en el trabajo, desde distintos lugares de Latinoamérica y España, que nos tiene sorprendidas.

Se ven cada vez más varones interesados en abarcar la problemática de género o para estudiar la propia masculinidad o para acercarse al movimiento de mujeres...

–Me parece sumamente positivo. Yo quisiera que fuesen muchos más. Todavía son contados con las manos... Ni en los estudios de género o en las convocatorias de mujeres llegan al diez por ciento. Son muy pocos. Las mujeres tenemos que saber qué queremos, pero ya hemos transitado un largo camino y si no sumamos a los varones para juntos transformar va a ser difícil seguir avanzando. Yo creo en la apertura...

También se ve una gran cantidad de estudiantes universitarias interesadas en desarrollar investigaciones sobre género. ¿Es bueno que se agrande el sustento teórico de los derechos de las mujeres o se corre el riesgo de que la lucha por la igualdad quede encriptada entre papers?

–El movimiento a nivel académico y la inserción en las universidades, con miles de publicaciones, les ha dado mucha legitimación a los planteos feministas. Lo mismo pasa con el feminismo más institucional –que trabaja desde el Estado o los organismos institucionales–, que ayudó muchísimo a los avances de la Argentina. Pero también se corre el riesgo que el exceso de institucionalización frene el proceso de transformación si sólo se hacen las tareas para las que se consiguen subsidios o que el movimiento queda atrapado por cierto establishment. Son riesgos que se corren. Pero si no se sale y se tiene relación con los movimientos sociales el feminismo va a quedar reducido a los papers que sólo leen una minoría.

¿Qué expectativas te abre la próxima asunción de una presidenta?

–Me parece importante que Cristina Fernández tenga en claro que es presidenta con “a”. Ojalá que también luche por todos los derechos que nos corresponden. Pero el solo uso de la palabra muestra un cambio. Hace pocos años, cuando Graciela Fernández Meijide competía con Fernando de la Rúa por la candidatura a la presidencia de la Alianza, a ella se la nombraba como presidente y ella no decía que no. Ahora, el uso de la palabra presidenta muestra cómo se ha ido legitimando las propuestas de las feministas y los estudios de género. Hay una legitimación a los avances.

¿Cuáles son los grandes temas pendientes?

–El derecho al aborto y una nueva ley sobre trata de mujeres y violencia laboral. Y que las mujeres podamos tener plena conciencia, libertad y autonomía para no permitir ningún tipo de violencia contra nosotras.

Más información:
www.agendadelasmujeres.org

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Susana Gamba
Imagen: Juana Ghersa
 
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