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Viernes, 1 de febrero de 2008

MODA

Rockera total

Hija del rigor es el nuevo disco de Fabiana Cantilo, esa música que viene atravesando la escena del rock nacional desde los ‘80 sin dejar, prácticamente, etapa o estilo por probar. ¿Qué mejor excusa, entonces, para hablar con ella sobre sonidos, ropa y alrededores?

 Por Victoria Lescano

En la portada de Hija del rigor, su nuevo disco editado por Sony BMG, Fabiana Cantilo aparece retratada por Nora Lezano y Sebastián Arpesella con maquillaje de una curita pegada a la frente, justo sobre la ceja derecha y debajo del flequillo rockeado. Además de rouge color rosa casi piel, junto a la comisura izquierda hay también una gota de sangre (simulada). En la contratapa, arrodillada, y vestida con atuendo de microshort, remera negra, medias al tono y botitas en punta con detalle deportivo, Fabiana luce como accesorio –junto al tatuaje con policromías y estampa de sirena que ocupa todo su brazo– una venda médica atada a la rodilla y otra a una muñeca.

En los interiores del booklet y el arte del disco hay una venda con print ensangrentado plus un bello retrato, ya sin efectos especiales de violencia, en que posa con remera escotada y aire de diva rocker.

“¿Qué representa para vos: que yo soy golpeada o que me llevo todo por delante?”, pregunta Fabi C. a la cronista y luego ella misma responde. “Porque soy golpeadora, golpeo a los hombres, es una catarsis, y estoy sacando afuera mi violencia. También tiene que ver con que vivo golpeada por el escenario, estoy toda reventada. Y con que en la sala de ensayo siempre me llevo algo puesto, o alguna trompis me dan... Visualmente, Hija del rigor es el mundo del rock y sus vendajes y también habla de vivir bajo presión y cometer los mismos errores.”

Fuera de las ironías políticamente incorrectas y las enunciaciones espontáneas que irrumpen mientras se pasea por los interiores y el jardín elegante del bar Madame Croque –junto al Museo de Arte Decorativo–- caminando, descalza, en vestido blanco casi hippie chic y de largo mini, pide una cerveza pero bien helada. También un té con jengibre y un plato de quesos. Y con el mismo tono atorbellinado, gracioso, pide a alguna de sus asistentes que le alcancen los anteojos para ver de cerca y de lejos, o que atiendan su teléfono.

En las catorce canciones de Hija del rigor, Cantilo hace un homenaje y habla de la familia. Dos de las canciones, “Vientos del Oeste” y “Tercas palanganas”, tienen letras firmadas por su madre, Silvina Luro; una tercera, “Zamba para Totó”, está dedicada a su abuela y otra, que fue escrita por el poeta Fernando Noy, homenajea a “Maricel”, una amiga y ex manager que murió. Hay también alusiones muy rockeras: “Se me acusa de ser parte del bardo del rock, ¿y qué?”, canta en “Una tregua”, con atmósfera de arreglos de cello, violines, bandoneón y abundancia de guitarras acústicas.

Hay muy buenas aproximaciones al folk –Cantilo conoce e incursiona en el género desde la infancia– y varios hits: “Mago en prosa” es uno de ellos, además de la canción que da título al álbum, “Hija del rigor, alumna muy torpe, hago todo mal y solo aprendo a los golpes”.

¿Cómo decidiste incorporar letras de tu mamá?

–Es que mamá hace mucho que escribe pero no la reconocen. Y yo una mañana agarré dos hojas de sus papeles y decidí ponerles música. Justo tenía dos temas que compuse con Marcelo Capasso –uno de los productores del disco–-, que aún no tenía letra, y entonces le cambié algunas cosas y las hice entrar. Ella no entendió nada, pero no importa. Mirá que hay días en que me dice “hija ¿cómo va tu trabajo?” y yo le respondo “¡mamá, soy Fabiana Cantilo”!

Proponés hacer una huelga de dos días en el Obelisco hasta que un chico vaya a buscarte y hacés referencia de las veinte llamadas por día que podés hacer a un hombre... Las canciones te ayudan a burlarte ¿de tus modos de flirt y conquista?

–Me río de mi parte obsesiva hacia los hombres, empecé hace muy poco. Todavía no sé si me liberé o si estoy peor. Si mejora lo contaré, yo tengo mucho humor al respecto, pero la vida es difícil. Y a veces me siento muy mal y necesito decirlo.

Luego de haber hecho revisionismo del rock nacional en tu disco anterior (Inconsciente colectivo), que anticipó el actual furor del retro rock, ¿cómo recordás con mirada retrospectiva a las Baby Biscuits, la banda de mujeres que tocó junto a los Redondos y fue invitada también al Ring Club de Melingo y de Seru Giran?

–De las Baby Biscuits tengo el recuerdo de que fue lo mejor que hice en toda mi existencia, tanto a nivel creativo como vinculado con la vanguardia, aunque creo que no lo entendieron en ese momento. Me gustaría convocar a Viviana Tellas para que haga la puesta del show de presentación del nuevo disco, que se hará en marzo. Nos recuerdo vestidas de marcianos, de secretarias, o con un botiquín, y que yo salía con una peluca morocha. Los paneles pintados siempre estaban presentes como escenografía de los shows, a varios los pintaba Viviana y algunos los hacía yo. Porque soy dibujante, lo hago habitualmente. Para los interiores del booklet del último disco yo diseñé las páginas de cada canción.

¿Y sobre la estética que acompañó a tus discos entre los años ’80 y la actualidad?

–Vamos disco por disco, por algunos. El primero fue en Los Twist, donde yo no tuve nada que ver con la estética sino que fueron Pipo Cipollati y Dani Melingo y también Diana Nylon, en verdad fue ella quien tiró la idea de la new wave, venía de vivir en Holanda y anticipó estéticas. A los 19 años yo estaba sentada en la plaza de San Isidro vendiendo artesanías y apareció Sergio Aisenstein, el futuro dueño de la disco Nave Jungla. Era el marido de Diana y así los conocí. Después me llamaron a mí como mujer de Los Twist, ahí me ponía cualquier cosa, vestidos que me compraba mi mamá o el corpiño de una bikini. Hacía cualquier cosismo y el cualquiercosismo siempre era minifalda para tapar el culotte, así instauré la minifalda. En Fabiana y los perros calientes (1988) yo iba a estar mirando a un televisor junto a Gabriel Carámbula pero nos peleamos y salí yo sola. A esa tapa la hicieron sin preguntarme, me parece un opio, pero no importa, el disco es buenísimo y estuvo producido por Fito. Por entonces yo estaba muy rubia tipo Blondie. Para Golpes al vacío (1994) hice fotos en Nueva York, pero usaron unas distintas a las que yo quería, hubo una mala interpretación y parezco Bugs Bunny. En Sol en cinco (1995), la portada sí fue mi idea pero la pusieron acostada: ahí estoy empezando a hablar de mí y de la ecología. Para Inconsciente colectivo (2006), a Afo Verde, el productor, se le ocurrió que yo saliera como la famosa portada de Almendra, con la gorrita (a rayas rosas y blancas) y cuando hice las fotos parecía la Tortuga D’Artagnan. Y como yo me cubrí haciendo también fotos de prensa durante las sesiones en estudio, a la portada fueron las de prensa.

Volviendo a la construcción del estilo para salir al escenario y la minifalda évasée como constante decisión de vestuario, algo que te representa tanto como a Patti Smith la representa la camisa blanca, ¿tenés una colección de minis? ¿Quiénes fueron tus vestuaristas?

–Sin querer y para mostrar las gambas y tapar el culo armé este estilo. Hubo una época en que mamá me acompañaba a ir de compras porque yo no soy chica de shopping y me acuerdo de que cuando me invitaron a tocar con Charly en Clics modernos me dieron plata y con mamá elegimos unas botas muy raras pero de arpillera. Después, en Algo mejor, al vestuario lo hizo Adriana San Román, y también trabajé con Sonia Lifchittz para un show en el teatro Broadway. Me importa mucho estar cómoda para moverme, todo el último invierno estuve con tailleur de paño y un corset pero con zapatillas, y al look lo armó Claudia Rojas, mi vestuarista hace tres años. Me encanta porque ella me da mucha libertad, mantuvo mi estilo, no me quiso cambiar sino trabajar en mi estilo pero mejor. Hace unos días me puse un vestido rojo de raso strapless diseñado por Natalia Oreiro, me sentí divina. Para los shows de verano estaré usando varias minifaldas, una de cuero blanca, otra de charol roja y tengo una botas tipo Marilyn Manson. Nunca forjé ninguna personalidad aparte: en mí, la construcción del personaje no existe, yo salgo, me paro y canto. La que posa en Hija del rigor no es ningún personaje, soy yo.

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