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Viernes, 1 de febrero de 2008

TEATRO

El gran deschave de Bernarda Alba

Libremente pero con fidelidad, con un respeto del texto original tan intenso que, a la hora de homenajearla, se anima a hacerle cantar hasta un clásico de El Mago de Oz. De todo esto y mucho más es capaz Gimena Riestra, la actriz, cantante, dramaturga y compositora que no se privó de nada en Bernarda Alba canta, el espectáculo que muestra el otro lado de ese tremendo personaje.

 Por Moira Soto

Aquí llegan los segadores hermosos desde el olivar, los segadores traen unos cantos como árboles quemados, como niños rubios nacidos en tierra dorada, los segadores te cantan en inglés porque estos gringos se han expandido por las alamedas y las tierras santas, pronto serán dueños de los valles y las montañas y de las cuatro estaciones! ¡Estos segadores qué testosterones! Los segadores traen unas voces que estremecen los campos y unas carabinas en sus corceles de hierro y unos brazos como lanzas y unos besos como bombas que si te atrapan, te atrapan niña. ¡Estos segadores que Dios los cría y el Diablo les da tarea! El segador pide una rosa para adornar su sombrero y mientras tanto el muy rufián te quita el agua para su regadero.” Así habla Bernarda Alba por boca de Gimena Riestra en su último espectáculo, estrenado en 2007 y recientemente repuesto en la Sala Pugliese del Centro Cultural de la Cooperación los sábados y en Mar del Plata los lunes. Bernarda Alba canta es el título de esta original y arriesgada obra firmada por Riestra que reescribe libremente, pero sin serle infiel, la obra maestra de García Lorca, hace una síntesis de sus personajes a través de esa madre represora, intercala textos breves de otros autores y completa el retrato con canciones como “Angelitos negros”, “Balada para mi muerte”, “Over the Rainbow”, “Maybe this Time” y también el tema “Soy un fracaso”, letra y música de Gimena. La actriz, cantante, dramaturga y compositora no se privó de nada para dar su versión del otro lado de ese tremendo personaje, ese costado que nunca aparece en el original pero que se libera en este show desmadrado.

“Siempre viré para el lado del teatro”, dice esta chica orquesta que llega a la entrevista lo más campante sin cartera, las manos en los bolsillos del jean. “De chiquita cantaba, era algo natural: mi papá Enrique Riestra es actor; mi mamá es astróloga y le gusta escribir, ahora está terminando una novela que tiene que ver con las cartas de Cristina y el destino del país, una cosa medio esotérica, pura ficción. Siempre hubo en mi casa un incentivo para todo lo que tuviese que ver con el arte. Era bastante chica cuando di el examen para entrar en el Julián Aguirre, que es el conservatorio de música de Banfield. Ingresé, empecé, me embolé. Mi mamá tampoco fue muy severa conmigo, no me obligó a seguir. Ahora veo la nota de Carmen Guzmán que salió en Las/12 y pienso las cosas que podría haber aprendido con la guitarra, pero quizás todavía estoy a tiempo... Bueno, arranqué en serio con la Escuela Municipal de Arte Dramático. Siempre estuvieron muy ligados en mí la musica y el teatro. En verdad, yo quería hacer todo. Luego del recorrido hecho hasta ahora, me doy cuenta de que lo que realmente deseo hacer es cantar en mi estilo, entre la tragedia y la comedia. Pero todavía hay gente que me pregunta: Che, ya que sabés hacerlo, ¿cuándo vas a cantar en serio? De chica tenía referentes extranjeros, mis favoritas –que lo siguen siendo– eran Liza Minnelli y Bette Davis, cada una en lo suyo. Pero después de cumplir los 30 me empezó a agarrar un deseo de querer cantar más en mi idioma, de sentirme más identificada con lo propio.”

En la práctica, Gimena Riestra cumplió sus planes de hacer todo, o casi. Después de recibirse en el Conservatorio y ganarse una beca fue a parar a uno de los elencos del San Martín donde, bajo la dirección de Villanueva Cosse, estuvo en El inspector, Luces de Bohemia, La venganza de Don Mendo (hace poco, la llamaron para una versión de Las mujeres sabias, de Molière, y está esperando la respuesta). Pero antes, a los 22, en el ‘97, remontó vuelo con alas propias al crear y protagonizar un espectáculo de culto, La peor de todas, que representó en Clásica y Moderna y en Liberarte. Una suerte de music-hall que le sirvió de excusa para hacer una serie de canciones dándoles una línea narrativa, “interpretándolas desde personajes que me inspiraban mucho: Billie Holiday, Madonna, Annie Lennox, Liza... Una galería satírica de divas, pero siempre empezando por reírme de mí misma, poniéndome en el lugar del ridículo que me abría la puerta a todo, que me daba, me da mucha libertad”. En los últimos años, aparte del exitoso espectáculo Las Tontas, cuya autoría y actuación compartió con Verónica Díaz Benavente, Gimena Riestra estuvo en 2005 y 2007 en radio La Red haciendo viñetas humorísticas, “un medio que me encanta, con muchas posibilidades, muy relajado, no hay que producirse y me dio más incentivo para escribir”.

¿El humor, la comedia te circulan desde siempre por las venas?

–Creo que son parte de mi metabolismo, innatos en mí. Es más: cuando quiero hacer algo completamente serio, me cuesta, la gente se ríe, me sale alguna connotación graciosa. Esto sin dejar de considerarme una actriz dramática. Ahora con Bernarda..., yo aposté a un personaje que proviene de una tragedia, quise que tuviera sus momentos serios, pero me resulta muy difícil no hacer reír. Creo que el sentido del humor, aunque se pueda aprender alguna cosa de orden técnico, básicamente es algo que se trae. Mi hermano, mi papá son personas muy cómicas sin proponérselo...

En las actrices y actores con ese tipo de inspiración humorística, aparece el riesgo de cebarse con la risa del público, que otorga un poder especial.

–Sí, es un peligro y creo que hay que tener cuidado cuando la gente se engolosina. Porque tengo ese temor del regodeo, es que trato de hacer espectáculos cortos, no entrar en la explotación fácil o reiterada de un chiste. La comedia tiene un timing que hay que saber respetar, reconocer el momento en que hay que pasar a otra cosa, evitar alardear o ponerse delante de la obra.

Las Tontas fue un capítulo innovador para vos, elegiste compartir un proyecto con Verónica Díaz Benavente, también actriz y cantante.

–Fue la primera vez que trabajé con esa modalidad en un proyecto personal. Tenía algunos textos escritos, me gustaba ese título. Con Verónica nos conocimos en Don Mendo, funcionamos de maravillas, coincidimos en los materiales que ella traía, organizamos juntas el espectáculo. Había mucha afinidad en nuestras historias, nuestros gustos, un registro de humor semejante. En un comienzo, en realidad, íbamos a ser cuatro, pero las otras chicas no se engancharon con nuestro tipo de humor. Con Vero sintonizamos en ver el patetismo de estas dos mujeres, que siguen siendo un poco niñas, que algo tenían que ver con nosotras: fue como hacer un poco de catarsis, el cuadro del padre que se veía era el de mi papá... Fue un espectáculo que superó nuestras expectativas, a través del cual me di cuenta de que podía ir más allá del simple efecto cómico, jugarme un poco más, entrar en una zona poética, en un humor menos evidente, más subterráneo. También Las Tontas representó el clic de contar una historia, porque La peor... era una especie de recital donde yo improvisaba mucho, una cosa más suelta. En Las Tontas había un relato que se desarrollaba, un paso adelante más.

¿Cuándo arranca tu relación con Lorca? ¿Cómo llegás a apropiarte de Bernarda Alba?

–Este Lorca fue la primera obra que hice de chiquita en mi primera escuela de teatro en Temperley, cuando yo vivía en Banfield. Estudiaba con una profesora que enseñaba literatura en el colegio, ella hacía a Bernarda y yo a una de las mujeres del duelo que llegan a la casa, tenía 17. En Bernarda Alba hay muchas cosas que me resuenan, yo viví un tiempo en casa de mis abuelos, percibí algo del espíritu de esa pieza que, por otra parte, es una obra maestra, no tiene desperdicio, rebosante de poesía y de apuntes críticos. No por casualidad, a los tres meses de haberla leído en Madrid, a Lorca lo fusilaron... Es una pieza que he leído muchísimas veces, que me es muy familiar. En un momento de la preparación de Las Tontas, yo quería hacer La Bernarda, una mezcla de Broadway y Lorca, pero con Vero nunca llegamos a juntar y a convencer a las actrices que nos parecían apropiadas, porque todas nos miraban y decían: Ustedes están totalmente locas. Bueno, Las Tontas resultó otra cosa, pero en un momento yo me desdoblaba y era la madre de estas mujeres y ahí utilizaba textos de Bernarda. Entonces empecé a vislumbrar lo que iba a ser Bernarda Alba canta.

¿Tuviste alguna idea madre, un punto de partida que te impulsó?

–Obviamente los que vienen a ver el espectáculo no se van a encontrar con La casa de Bernarda Alba al pie de la letra. La idea fue sacar a este personaje que se recorta tan unidimensional, tan monolítico, sin emociones, y mostrar qué pasa detrás de esa máscara, de ese rigor extremo, qué le sucede realmente con las hijas, qué siente cuando muere Adela... Para lograrlo, puse canciones, textos que intercalé que creo que están ligados al discurso de Lorca sobre la ideología, la religión.

Además de tus propias referencias biográficas, tenés las históricas locales, en un país como el nuestro con sus ciclos de represión política, la influencia de la Iglesia Católica oficial con su aporte a ese tema...

–Claro, bueno, yo nací en 1974 y me crié con esa historia viva tremenda, así que también puedo asociar a Bernarda con el Proceso.

Sin duda, la dramaturgia debió ser un trabajo muy complejo. Lo tuyo es una especie de monólogo organizado por un inconsciente que tiene muy internalizada a Benarda.

–Sí, fue un quilombo. Mi intención era buscar a esta mujer en lo más íntimo, un poco como cuando espiás a alguien y lo ves en soledad, a calzón quitado, con las defensas bajas. ¿Viste que ella casi siempre anda mascullando, que hay muchos diálogos en segundo plano pero muy reveladores? Traté de que aflorara el pensamiento más profundo de Bernarda en voz alta, las canciones la expresan, luego ella vuelve a su discurso estructurado, hablando consigo misma. Tenía cositas de otros autores que asociaba con el personaje: por ejemplo, mi novio, cuando empezamos a salir, me regaló un libro de Porchia, Voces, que me encantó y puse citas en la obra. También hay frases de Poncia, la criada, de las hijas, todo lo dice Bernarda. Tomé de cada una lo que me parecía que encajaba en el drama íntimo de Bernarda. Fueron apareciendo varias capas de trabajo, de subrayar, cortar, unir.

¿Tenías desde el vamos la idea de llegar a una síntesis desde tu propia lectura, que también puede considerarse un homenaje?

–Tenía muchas imágenes de La casa..., sobre todo de Bernarda que es un personaje que está omnipresente, pero al que no se ve tanto. Es como un eje. Entonces, era tomar a ese personaje que parece de una sola dimensión, sin matices, para hablar de todos los demás, todas las hijas aparecen. Para mí es un universo tan rico que me inspira para meter “Over the Rainbow”, cosa que a alguna gente le parece una herejía. Es raro, ¿no?, porque por un lado hay como una actitud muy liberal para un montón de cosas, y por otro está ese respeto mal entendido, me parece, frente a obras canonizadas. Yo creo que Lorca tenía sentido del humor, lo dicen los que lo conocieron, aflora en su poesía, en su teatro, también en Bernarda Alba.

¿Con esta obra considerás que te convertiste en dramaturga?

–No sé si tanto, pero siento que logré lo que me propuse, independientemente de la opinión de la gente: hubo un crítico que medio me mató, acusándome de cantar mejor de lo que pronunciaba, cosas así. Para mí esta experiencia teatral es una bisagra, un antes y un después.

¿Cómo fue el proceso de integrar los temas musicales al texto?

–Eso es lo más fácil porque la música es muy maleable. Lo más complicado, como te decía, fue engranar el texto. Y la música es la continuidad de ese texto que ahora me satisface pero que cuando comencé la sensación era de lanzarme a un abismo. Pero después del estreno, aparte de esa crítica que te mencionaba, los comentarios que salieron fueron muy favorables, se abrió un panorama incitante para mí, vinieron directores a verla. La respuesta de la gente es realmente buena, incluso he confirmado que no hace falta conocer de memoria La casa de Bernarda Alba para seguir estas confesiones delirantes de su protagonista. £

Bernarda Alba canta se da los sábados a las 23 en Sala Pugliese del Centro Cultural de la Cooperación (Corrientes 1543) y los lunes a las 22 en Mar del Plata, en la Sala del Auditorio (Boulevard Marítino 2280).

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