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Viernes, 20 de junio de 2008

EXPERIENCIAS

Las palabras y las acciones

La Jaula es una obra de teatro –premiada por la Unesco– que se empezó a escribir en 1976, aunque recién pudo ser terminada cuatro años después, durante el exilio de sus autores, José Luis Andreone y Julián Romero. Puesta en escena por cinco mujeres, su escenario privilegiado son unidades penitenciarias en las que el debate mezcla la realidad de las internas con la no ficción que se acaba de ver, sobre la vida dentro de una fábrica.

 Por Elisabet Contrera

La cámara rescata cada detalle de la acción. Toma los gestos grotescos, exacerbados, de las cinco mujeres ubicadas en el escenario. Ellas habitan un lugar conocido entre las obreras como la jaula. Allí fueron recluidas por sus jefes. Están castigadas. Son discriminadas. Sus cuerpos delatan las marcas de la violencia. Ahora, la cámara se detiene en los rostros del público desparramado por el patio. Ellas y ellos también se sienten en una gran jaula, de muros altos, con horarios fijos de trabajo. Están castigados. Son discriminados. Sus cuerpos revelan las marcas de la violencia. Son personas privadas de su libertad en las cárceles de Santa Fe. Son los espectadores de la obra La Jaula puesta en escena por organizaciones sociales de la provincia con el objetivo de debatir sobre la vulneración de sus derechos, los roles del hombre y la mujer y la necesidad de organizarse para mejorar sus condiciones de vida.

Se trata de un proyecto impulsado por la agrupación Manualita, que acaba de cumplir cuatro años recorriendo la provincia con la obra y buscando a “espectadores no habituales” de teatro, de acuerdo con la definición dada por una de las actrices del equipo, Verónica Mirabet. “No vamos a sectores que tienen acceso a salas de teatro, sino aquellas poblaciones de bajos recursos, como por ejemplo, a escuelas secundarias de barrios carenciados, hospitales, centros culturales, fábricas recuperadas”, explicó en diálogo con Las12. Este año decidieron extender la iniciativa a las unidades penitenciarias de la provincia. Ellas no están solas en el proyecto, sino que cuentan con la ayuda de la organización Contraimagen, que se encarga de registrar a través de la cámara todas las presentaciones con el plan futuro de crear un documental.

La jaula. Vida, sueños y luchas de nuestra clase obrera es el nombre de la obra, premiada por la Unesco, que fue ideada por los escritores argentinos José Luis Andreone y Julián Romeo. Ellos la empezaron a escribir en 1976 en Argentina y la pudieron estrenar cuatro años después en Brasil. Originalmente, el texto estaba pensado para ser personificado por cinco obreros, pero como sólo se presentaron mujeres a las audiciones el guión tuvo que ser adaptado. Así fue como nació la historia de cinco mujeres, obreras de una empresa multinacional radicada en Brasil dedicada a la elaboración de productos farmacéuticos.

Ellas trabajan en un sector de la firma conocida como la jaula, donde van a parar las empleadas lesionadas en horario de trabajo y las que son discriminadas por su color de piel o por militar en una organización sindical. El conflicto comienza cuando ingresa una nueva castigada. Se trata de Marlí, una obrera llena de vida y alegría, en ese sótano oscuro y sin aire. Su vida cambia cuando se entera que está embarazada. Esta situación la obliga a trabajar horas extras. El excesivo trabajo no sólo terminará destruyendo su vida sino también la de su hijo que muere al poco tiempo de nacer. Ella decide impulsar la huelga cuando la jefa resuelve despedirla. Luego de recorrer Brasil y en diferentes puntos de Argentina, la obra cruzó los muros de las unidades penitenciarias de la provincia.

La primera actuación fue el 10 de marzo, en conmemoración del Día Internacional de la Mujer, en la Unidad Nº 5 de mujeres, en Rosario. El escenario fue armado en uno de los patios internos de la cárcel. “La idea fue acercarse a estas mujeres, que sufren una doble opresión al igual que las mujeres de las obras. Se trata de mujeres pobres, condenadas legalmente y moralmente por cuestiones de género, condenas por homicidios pasionales, infanticidio, prostitución”, explicó Cecilia Sarmiento, miembro de Contraimagen. Ella colabora con la iniciativa filmando las presentaciones, captando cada reacción del público. Los comentarios bajos entre compañeras, los gestos disimulados dieron paso a la hora de debate a las palabras a viva voz de las internas. “Ellas enseguida se identificaron con las historias, dieron sus testimonios y se pusieron a debatir sobre sus necesidades y las situaciones de violencia naturalizadas que sufren”, contó Verónica. “Ellas compararon la jaula con la cárcel, repensaron las condiciones en las que están. Ellas también se sienten vulneradas, laburan toda la semana por 130 pesos, dinero que destinan a comprar elementos de higiene personales, pañales”, agregó Cecilia.

La angustia que genera en las mujeres escuchar esas historias de injusticia es relevada luego por la necesidad de simbolizar la experiencia vivida. Una a una, en orden, las mujeres dieron su testimonio y debatieron sobre la necesidad de luchar por sus derechos, al igual que las obreras de la fábrica brasileña. A los pocos días de la presentación de la obra, la voluntad mancomunada de las internas se cristalizó en diferentes acciones para mejorar sus condiciones de vida en la Unidad Penitenciaria. “Es muy gratificante para nosotras que estas mujeres pueden organizarse y reclamar por sus derechos”, sostuvo Cecilia.

La segunda visita fue a la Unidad Penitenciaria de hombres Nº 3, de Rosario. Las reacciones allí fueron distintas. Mientras que en la cárcel de mujeres fue casi instantánea la identificación entre las historias relatadas y las reales, en el penal de varones la obra permitió abrir el debate sobre la situación de las mujeres de sus vidas: madres, esposas, hermanas e hijas. “En un primer momento, se dio el debate acerca de si la mujer tiene que trabajar o no. Algunos decían que estaba bien que las mujeres pudieron tener su independencia y que ellas eran las que mantenían el hogar, mientras ellos cumplían su condena. Otros, en cambio, hablaban sobre las posibles consecuencias en la crianza de los chicos. Veían mal que los chicos quedarán solos en la casa, mientras la madre trabajaba, y que esos chicos no estaban muy lejos de terminar robando y en la cárcel como ellos”, relató Cecilia.

La violencia ejercida contra las mujeres en las requisas fue otro de los temas debatidos entre los internos. “En las requisas se provocan abusos contra las mujeres. Los controles son abusivos, les piden a las mujeres sus celulares amparándose en la seguridad, cosa que no pueden hacer”, contó Guido Mutti, profesor de los talleres de dinámica grupal que dicta todos jueves. “Luego del debate, se impulsó una mesa de diálogo entre los presos y las autoridades de la Unidad para cambiar esta situación. Ellos dieron su palabra de no realizar más estos controles abusivos. Lo que pasa que ya prometieron lo mismo varias veces”, explicó.

El próximo destino del equipo de artistas será la Unidad Penitenciaria Nº 1, de Coronda, cárcel que quedó grabada en la historia carcelaria argentina, cuando en abril de 2005 en medio de un motín se mató a 14 detenidos. Allí, también intentarán a través de la obra que la palabra y las voces colectivas precedan al silencio.

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