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Viernes, 18 de julio de 2008

TEATRO

La verdad robada

Dos mujeres se encuentran por azar en un bar y desde mesas diferentes mantienen un extraño diálogo: una habla y en su desborde descifra secretos, mientras que la otra mantiene un cerrado pero expresivo silencio. Andrea Jaet y Karina Antonelli se sacan chispas en una fascinante pieza de Strindberg, La más fuerte.

 Por Moira Soto

“¡Soberbia institución moral, sagrada familia, intangible empresa divina que debe educar a nuestros conciudadanos en la verdad y en la virtud! Pretendes ser el soporte de las virtudes del hogar, donde el niño inocente es torturado hasta decir su primer embuste, donde el sentimiento de dignidad sucumbe frente a estrechos egoísmos. ¡Familia, tú eres el hogar de todos los vicios, la casa de retiro de las mujeres que disfrutan de sus comodidades, el presidio del padre de familia y el infierno de todos los niños!”. Esta durísima opinión del genial dramaturgo y escritor August Strindberg, expresada a los 37 años, en 1886, cuando ya tenía una hija y su primer matrimonio estaba en crisis, ciertamente puede aplicarse a buena parte de lo que representa el personaje de la señora X, una de las protagonistas de su pieza La más fuerte (1889), recientemente estrenada en Elkafka, en una traducción de Bárbara Togander que suena muy bien, con un refinado trabajo de iluminación de Alejandro Le Roux, quien asistió atentamente a los ensayos para integrar su aporte al de la puesta en escena, a cargo de Emilse Díaz, María Marull y María Zambelli.

Tres directoras para conducir a dos actrices, Karina Antonelli y Andrea Jaet en esta obra casi experimental donde una mujer elegante que llega la víspera de Navidad a un bar donde encuentra a otra mujer, de aspecto parecido, a la que trata como a una vieja amiga y empieza a hablarle compulsivamente. La otra permanece muda pero no inexpresiva ante la catarata de comentarios de la recién llegada que hace alarde de su felicidad familiar junto a sus dos “corderitos” y a su marido. Pero pronto empieza a destaparse que hay un entripado entre las dos, traiciones y celos, una relación de vampirismo recíproco. La tensión se acrecienta, atizada por el silencio de Amelia, la otra, la que la habladora dice que prefiere tenerla de amiga antes que de enemiga. Y en ese darse manija, la señora X comienza a descifrar el secreto que durante años, como la carta robada, tuvo delante de sus ojos y no supo o no quiso ver.

Jaet y Antonelli son dos jóvenes actrices experimentadas, de sólida formación, que actualmente, además de brillar en La más fuerte, se desdoblan con mucho oficio en otro exitoso espectáculo de Elkafka, Los hijos del sol, de Gorki, la trepidante comedia que con numeroso elenco dirige Rubén Szuchmacher. Andrea Jaet y Karina Antonelli se conocieron en 2000, al actuar en Ifigenia en Aulide, en el San Martín, se hicieron amigas y volvieron encontrarse sobre la escena en Las Troyanas, siempre bajo la batuta de Szuchmacher. También trabajaron cada una por su lado: la primera en Sesión de Tarot, Trío para madre, hija y piano de cola; la segunda –también cantante– con la Banda de la Risa en varios espectáculos, en Aria da Capo. Asimismo, Antonelli es la creadora del excelente y exitoso espectáculo infantil Lalá... canciones, que con la dirección de Marcelo Subiotto se mantuvo tres años en cartel. El próximo 10 de agosto, Día del Niño, se repone por única vez este miniconcierto de canciones de autor, hilvanado por un relato delirante, con entrada libre y gratuita, en el Centro Cultural San Martín, Sarmiento 1551.

Las tres jóvenes directoras que estudiaban el curso de puesta en Elkafka eligieron, entre varias propuestas, la obra de Strindberg y convocaron a las actrices, que participaron de ese taller entre mayo y diciembre de 2007. En verdad, se trataba de un trabajo de finalización, pero la muestra salió tan bien que se decidió presentar La más fuerte en una serie de funciones para el público. La respuesta superó las expectativas y la obra sigue al menos hasta septiembre. “Las chicas decidieron una innovación en la puesta, que le da otro relieve: las dos actrices, aunque se mueven, siempre miran de frente al público, y no frente a frente, como propone Strindberg”, dice Karina Antonelli. “En el texto figuran los roles como X e Y, aunque en algún momento la señora X me nombra como Amelia. Mi personaje está detrás de una revista y tiene muy pocas marcaciones.

¿Consideran que esta pieza es un monólogo, o un diálogo entre una mujer que habla provocada por el silencio de la otra, que sólo se manifiesta a través de miradas y algunos gestos?

Andrea Jaet: –Es un monólogo si tenemos en cuenta que es un único personaje el que habla. El diálogo al que vos asistís como espectadora surge del trabajo de puesta de las directoras. Esto de abrir la obra, de desplegarla para que estas mujeres conversen para el público. Se produce, claro, una interacción entre ellas.

Karina Antonelli: –El trabajo se hizo a partir de las reacciones de Amelia. La mujer que habla empieza a armar esta historia como instigada por mis miradas, mis silencios. Todo el proceso de ensayos fue muy enriquecedor, la obra fue ganando nuevos sentidos. La señora X mantiene una conversación con las expresiones mudas de Amelia. Lo movilizador de este juego de hablar y callar es que la señora X no ve la cara de Amelia, reacciona a través de lo que ve el público... Nosotras, durante la primera etapa de preparación, estuvimos frente a frente, ahí apareció toda la expresividad silenciosa de Amelia. Con ese trabajo previo, pudimos después desdoblarnos frente a la platea. Una investigación de mucha percepción, de mucha escucha, donde va subiendo el tono emocional de X, y también se va acentuando el efecto que sus palabras, sus descubrimientos producen en Amelia.

A. J.: –Por otra parte, teníamos un elemento extra a favor: somos amigas, nos conocemos mucho, casi te diría que nos leemos el pensamiento. Esto allana mucho en general el trabajo en el teatro. Hay un ida y vuelta real, productivo.

K. A.: –No se trata sólo, en este caso particular, de escuchar la voz, el contenido de una frase, sino también la respiración, el ritmo, el movimiento interior de la otra.

¿Cómo se llega a buen puerto con una obra protagonizada por dos actrices y conducida por tres directoras?

A. J.: –Lo notable es que esta puesta de La más fuerte sale de un proceso de aprendizaje de ellas tres, de nosotras dos. Al principio hubo un momento de caos, luego todo se fue organizando. El procedimiento elegido fue que ellas, las tres directoras, se pudieran de acuerdo y sólo una se comunicaba con nosotras en cada oportunidad. Es decir, consensuaban entre ellas y luego tiraban la idea. No hubo una distribución de tareas, se manejaron en equipo total. Por ejemplo, nosotras hacíamos una pasada, nos íbamos fuera de la sala, ellas conversaban, volvíamos y una de las directoras nos hacía los comentarios, las indicaciones.

K. A.: –De todos modos, cuando nos dijeron que la obra se iba a programar en Elkafka, volvimos a trabajar desde un lugar más minucioso, de mayor afinación. Fue un momento muy estimulante: elaborar la sutileza hasta el detalle más pequeño, esos instantes donde no hay palabras de la señora X y sin embargo suceden cosas en el escenario que aportan a la narrativa.

A. J.: –Las chicas no sólo supieron ponerse de acuerdo en ese intercambio misterioso al que no teníamos acceso, sino que cuidaron cada pormenor, desde el arito que podíamos llevar, el maquillaje, hasta la puntuación de una frase. Creo que entre ellas encontraron la forma ideal de potenciarse.

La más fuerte es una pieza de extrema condensación, donde habla y habla un solo personaje al que le van cayendo las fichas que se van ensamblando y armando un relato complejo de pasiones humanas.

K. A.: –Sí, es una obra de gran concentración dramática, maravillosamente escrita, de una redondez perfecta. Y creo que la puesta valoriza todo esto. El tema de las cuentas pendientes entre dos amigas, un hombre en el medio, una profesión –son actrices– compartida, resulta cercano. La obra es corta pero muy intensa, la gente se queda con ganas de más, crea mucha inquietud el silencio sostenido de Amelia. A la vez, es una pieza que el público puede completar, que despierta mucha intriga. La gente necesita comentarla.

A. J.: –Creo que La más fuerte, como dice Karina, toca un tema bastante corriente, que les concierne a muchos. Lo apasionante es el tratamiento que le da Strindberg, las aristas que van apareciendo en los personajes.

Aparte de la traición en la amistad y el amor, quizás en la profesión, la pieza encara una forma de vampirismo psicológico: X aprendió a comer, a vestirse, a elegir autores copiándose de Amelia. Ese vampirismo es recíproco: X le dice a Amelia: “Me dejaste nada más que la cáscara”.

K. A.: –Sí, estas dos vidas se retroalimentan, se ha creado una trama donde se alternan los protagonismos, las relaciones de poder. Hace unos días, después de una función, dos espectadoras se me acercaron para preguntarme cuál era la más fuerte. No dije nada y una de ellas prosiguió: “Para mí es la que habla porque se quedó con el esposo, formó una familia”. La otra comentó: “No, la más fuerte es la que tuvo el amor de él”. Me resonaron mucho esas opiniones divergentes. Creo que Strindberg muestra a sus personajes en una posición de paridad, equiparadas en fuerzas. No hay juicios morales, no es que una sea buena y la otra mala.

También hay que aceptar que tenemos una sola versión de los hechos, aunque en esta puesta se pueda deducir parte del pensamiento de Amelia por su expresión.

Es que La más fuerte tiene la ambigüedad de las buenas obras que habilitan distintas lecturas, te hacen dudar, sacar tus propias conclusiones. Otro aspecto fascinante de la pieza es el silencio usado como un arma, que puede ejercer una presión muy violenta. Me encanta hacer esta obra, sólo escuchar y trasmitir con mi cara, con mi cuerpo el impacto de las palabras de X. Generar pensamiento de esta manera me parece una gran oportunidad como actriz, encontrar los mecanismos de la comunicación sin hablar. En la obra, además, hay un tercero que nunca aparece en escena y que sin embargo está presente todo el tiempo: ese marido con quien mi personaje tuvo un romance clandestino.

A. J.: –Se trata de dos actrices que no sólo compiten por un hombre, también en el oficio: X hace un descargo que en realidad la está señalando como causante de que a Amelia la hayan echado del Gran Teatro Principal. X empieza a mover algunas piezas de esa interna y se produce una avalancha. Mi personaje defiende su situación de señora burguesa, casada con hijos, esa sería la verdadera felicidad, su lugar en el mundo, su nidito. Y le echa en cara a la otra su soledad en esa Nochebuena. A ella el marido la habrá engañado quién sabe por cuánto tiempo, y hasta le hizo poner por todos lados los tulipanes que le gustaban a Amelia, pero no importa mientras se preserve la fachada de la fachada del hogar.

Ya ves que hoy día puede haber espectadoras que piensen que X es la más fuerte porque tiene bien sujeto a su marido, una familia tipo. Ese marido que a través de la descripción de su mujer se recorta como un ser mezquino y vulgar, que maltrata al personal doméstico. Una actitud despreciable que X parece aprobar. Para mí también es un placer enorme hacer esta obra que tiene una marcación muy precisa de las directoras, pero ya incorporada, cobrando vida propia... Todas las funciones hay algún cambio, alguna ventana que se abre, que no sabía que estaba, que me lleva a otro lugar

K. A.: –A las directoras les costó un poco proponerme el personaje de la mujer que no habla, pero yo le vi el potencial. Además, me dieron bastante libertad para ir construyendo el discurso interno de Amelia. Nunca me pareció un papel menor en esta obra con semejante dramaturgia. Me sedujo de entrada y en cada función le encuentro nuevo matices. Ese personaje es un verdadero hallazgo: hace uso del silencio como un poder, un silencio más molesto que mil palabras, que en algún momento empieza a hacer una especie de ruido, cobra otra dimensión, algo a punto de estallar. La que calla no siempre otorga.

La más fuerte,
los jueves a las 20.30 en Elkafka,
Lambaré 866.

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Imagen: Juana Ghersa
 
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