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Viernes, 22 de agosto de 2008

MUSICA

Cantando bajito

La nueva era de música infantil entorna la ventanita de la pedagogía y se concentra en la calidad y la diversidad musical con viejas ideas renovadas y guiños a los adultos, tres propuestas que trabajan todo el año y no se agotan con las vacaciones de invierno.

 Por Guadalupe Treibel

Hit oscuro y bandera del hardcore psicodélico de los ’90’, “Kanishka” todavía suena en el under porteño. Y sí, persiste la canción de Los Brujos, esos rockeros marcianos que –con looks deformes– daban miedo y hacían bailar. Ahora, apenas 17 años más tarde, el rey Kanishka se volvió tiburón de la mano de Koufequin, una banda infantil que revisita el track noventoso y, entre guiños, lo hace posible para pequeños de 1 a 10 años: Un pececito se fue a nadar, andando muy contento por el mar / Pero olvidó el camino que recorrió / Vino un tiburón y se lo comió / ¡El tiburón Kanishka! No, no, la música infantil ya no es lo que era.

Si de épocas y tiempo se trata, los últimos años han cimentado la era post María Elena Walsh con propuestas que abrazan la diferencia y la calidad musical. Aunque inspiradas en los clásicos de la autora de Dailan Kifki, las canciones para niñas y niños atraviesan estilos que juegan a destronar un sillón sin nombre. Pero, ojo, que doña Manuelita, su majestad vegetal la reina Batata, “El twist del Mono Liso” y otros apelativos siguen sin fecha de vencimiento. Bandas y solistas (con el disco bajo el brazo o la guitarra eléctrica on stage) siguen recalcando la importancia de los clásicos. “María Elena Walsh dejó y sigue dejando canciones maravillosas, poesías. Su música significó una ruptura entre canciones para escuchar y canciones para cantar”, explica Teresa Usandivaras, la voz femenina de Los Musiqueros, el trío que lleva casi 23 años armando armonías y letras entre ritmos africanos, latinoamericanos, invenciones de chicos y, claro, de grandes.

Para Gertrudis, cantautora que lanzó su primer disco en 2004 con Canciones para soñar y ya va por dos larga duración y composiciones para un tercero próximo, la autora de “El reino del revés” era una visionaria. “Antes de que ella les pusiera título y personaje a sus canciones, la música para chicos era anónima, tenía mucho que ver con el folklore. María Elena le puso marco, borde.”

En la intentona por el nivel, el lugar que ocupan chicas y chicos es central. “Cambió la concepción de la música infantil. El chico escucha, disfruta. Además, la canción es una comunicación con los padres. Antes, los niños empezaban a ser personas a los cinco años”, destaca Usandivaras. Leandro, Mauro y Ernesto, de Koufequin, hablan de lo mismo: respeto por la niñez.

Más allá de todo, no hay que confundirse, que las canciones no van por la pedagogía. Son arte en cajita compacta. O, a lo sumo, dvd. Tres propuestas, al pie del cañonazo infantil: el rock base con blues y country de la mano de Gertrudis y (el icono) Perrovaca, el pop rock de Koufequin con inspiraciones múltiples y las músicas americanas y del mundo de Los Musiqueros.

LA VIDA EN ROCK

Los animales se revelan ante algunos abusos insospechados, como por ejemplo la explotación simbólica. Este es el caso de la paloma de la paz de Gertrudis Rock: Me pasé la vida entera / posando para todos los pintores / si hasta me pintó Picasso / y ni siquiera así me hacen caso / Me cansé y no quiero más ser la paloma de la paz. El título es claro: “Se cansó la paloma”. Un modo a su vez de plantarse frente a la guerra ante los pequeñitas/os. Más allá de la crítica, las canciones hablan de amor, de juegos y posibilidades, de personajes (como la hormiga que quiere ser actriz, el detective que no guarda secretos o el célebre y escurridizo PerroVaca).

En su segundo disco, Canciones para estar despierto, editado independientemente, Gertrudis cierra el dúo de opuestos. Al fin y al cabo, su primer disco es Canciones para soñar. “No hay un gran salto entre disco y disco; sí temporal porque pasaron cuatro años entre uno y otro. El cambio viene ahora con el próximo material. Estoy más reflexiva y el público viene a abrir la cabeza, además de a rocanrolear”, cuenta la música que hace más de una década se dedica a la canción. Primero, jazz y bossa para adultos. Ahora, múltiples sonidos para otro umbral.

Aun así, Gertrudis sigue componiendo para mayores pero encuentra una diferencia muy fuerte en el modo de recibir que tienen adultos y niños. “El adulto tiene un prejuicio muy por fuera de la piel y genera una barrera que hay que romper. Con los chicos no es así. Si les gusta, les gusta. Si no, no”, cuenta ella, madre de dos nenes de 7 y 10 años.

Además del sonido, una de las claves de la buena llegada en nenas y nenes es el personaje que acompaña a esta suerte de Madonna infantil, que juega con encaje, colorete y rock. PerroVaca, el personaje, casi ícono, nació como un dibujo y se instaló en artes de tapa, remeras y merchandising múltiple. Y el dibujito salió de puño y trazo de Malena, una niña de 11 años, hija de Pizu Rebecca, pareja y guitarrista de Gertrudis.

¿Pero es un él o un ella? “PerroVaca es masculino pero no se entrega a su destino de perro. El elige y, cuando elige, empieza a trabajar la parte fina, sensible, como en las mujeres. Y ahí se larga a descubrir el mundo. No está huyendo, está yendo”, explica la artista que, durante los shows por momentos se siente el cantante de Kiss y, en otros, Adriana Calcanhotto. Su sueño dorado: conducir un programa de televisión infantil donde se pasen videos de Frank Zappa. Por el momento, para saber más de ella, es posible visitar su base en la web www.myspace.com/gertrudisrock.

MUSICA DE VIAJE

“Cuando viajo, hago relevamientos de la cultura”, explica Teresa Usandivaras ¿Lugares? Uff, de todo. Puede ser Jujuy. O el Amazonas. Pero, sí, sí, fundamentalmente Africa. “Me especialicé en un grupo cazador recolector, uno de los últimos en la humanidad: los bosquimanos del desierto de Kalahari.” Es que, además de cantar sobre chicles, amores de barrio y barriletes, Teresa es antropóloga y regala sonidos del mundo (y propios e inventados) a chicos y grandes. “Queremos hacer la música más diversa para abrir los oídos y decir ‘esto también existe’”, cuenta la artista y agrega: “Hay algo que nos junta a todos y es que la música nos pertenece. De la cultura de los bosquimanos me alucinó que todos podían tocar y cantar. Pero, más allá de eso, la música tenía que ver con lo mismo que en otras culturas: es algo que te emociona, algo que cantás porque estás triste, para acunar a un chico, porque querés bailar”.

Como docente de música, directora de coros, cantante o compositora, abre la propuesta de la mano de la banda infantil que integra hace 23 años, Los Musiqueros, junto a Julio Calvo y Pablo Spiller, un trío particular que –además de canciones– inventa instrumentos. Así, a lo Les Luthiers, el vivo despliega globinetes (hecho con globos y algo más), sweet banjo (fabricado con una lata de dulce de batata y la pata de una silla), chancletófono, pavas alteradas, copas, bicordios y otras excentricidades. “A Julio siempre le gustó hacer sonar los objetos –explica Usandivaras–. Tenemos la voz y el cuerpo; podemos hacer música con cualquier cosa.”

Y como todo proyecto tiene fecha de inicio, Los Musiqueros arrancó de la mano de Teresa, que enseñaba a chicas y chicos de 10 años en un taller de educación por el arte. “Como los padres querían cantar con sus hijos, grabé un cassette que se llamó ¿Jugamos a cantar? con los chicos de La Escuelita. A una cronista del espectáculo infantil le llegó, le encantó y me dijo que quería que lo cante en un teatro. Entonces decidí formar un grupo. Una hermana mía me comentó de Julio, que era profesor de música. Después lo llamamos a Tomás Nelson y ése fue el trío original.”

Entre idas y venidas (de elenco, no de ideología y calidad), Los Musiqueros llevan cuatro discos en su bolsillo: Con todos los ritmos (donde se incluye el tema de Manuelito, continuación de “Manuelita”), Carí caracuá (ganador del premio ACE a mejor disco infantil en 1996), Canciones colgantes (pensado como disco más que como espectáculo) y Pequeño romance de barrio (disco que salió ternado para los premios Gardel, con letras más complejas, que requieren un poquito más de atención).

Con tres años sin nuevo material, Teresa adelanta que ya hay cinco o seis canciones en camino para un próximo disco, que saldría en 2009. Mientras, siguen participando del Movimiento de Música para Niños (Momusi), una organización no lucrativa que agrupa a conjuntos de música infantil nacionales como Sonsonando o María Teresa Corral.

Si la propuesta musiquera apunta a los de menos edad, el Teresa Usandivaras Quinteto amplía el panorama para los de más edad. “Básicamente es música latinoamericana y del Caribe. También hay música rural, ciudadana y etnográfica (de los bora, mapuches, del Amazonas)”, explica su gestora, hermana de once que empezó a enseñar música a los 10 años. Más info en www.teresausandivaras.com.ar

GALAXIA MUSICAL

Por iniciativa de tres maestros de jardín en sus treintas, nació una galaxia con piratas, robots, canciones sobre cortes de pelo, reminiscencias a hits de Michael Jackson y apoyo audiovisual en vivo. Eso (y rock, más pop, más otros géneros) es Koufequin, el grupo que hace apenas tres años salió a la escena infantil y, aún sin discos, ya ha llenado el Teatro de la Comedia. Los maestros: Leandro Gajate (voz), Ernesto Algranatti (guitarra y voces) y Mauro Conde (guitarra y voces). El equipo que acompaña: Ana Chacón (bajo) y Federico Castro (“dispara pistas como un dj en vivo”).

¿De dónde salió el nombre de este grupo? “Hay un instrumento que usamos en jardín, una especie de melódica de baja calidad, como un clarinete con teclado que se vende en negocios de música. Eso es Koufequin”, explica Ernesto (alias Tico).

En trajes, mamelucos o pantalones chinescos, la puesta es de show de rock con un fuerte acompañamiento en video. Así, mientras el tiburón Kanishka (hit de la banda) comienza a sonar, la pantalla se adentra en el fondo del mar. Con todo, la puesta ha ido variando de tiempo en tiempo. “Estamos preparando un nuevo show llamado Koufequin y la máquina del tiempo”, cuenta Tico. Gajate recuerda y agrega: “Primero hicimos Galaxia china, que fue un momento muy recitalero, y después vino Los piratas del Tai Pei, muy teatral. Ahora estamos en un mix de recital con guiños de puesta e interacción”.

Dice Tico que la idea es generar un clima entretenido, donde no hay pretensión didáctica. “Tocamos diferentes estilos desde una formación rockera”, asegura el guitarrista, ex bajista, del grupo con nombre de melódica.

Sobre las niñas y niños que los van a ver, muchos alumnos de sus talleres, plantea Mauro: “Están sobreinformados y decodifican de otra manera. Por eso se puede encarar el proyecto de arreglar con sonidos de temas para grandes, con sonidos electrónicos, pistas”. Así, la demanda de los chicos se acopla con la de los padres, que “reclaman un guiño hacia ellos”, según Leandro.

Koufequin provee con señas a Seru Giran, el ex niño prodigio de Jackson Five, la banda hardcore de los ’90, Los Brujos y tantas otras composiciones propias que hacen del rock una propuesta para todas las edades. Si no, a mirar nomás: http://koufequin.blogspot.com.

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Gertrudis y PerroVaca. Koufequin. Teresa Usandivaras.
 
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