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Viernes, 26 de diciembre de 2008

INTERNACIONALES

RAPIDA Y TREMENDA

Así se define la nueva ministra de Economía de Ecuador, María Elsa Viteri, mano derecha del presidente ecuatoriano, Rafael Correa, y ahora embarcada en una política inédita en el mundo: la denuncia de los responsables de las irregularidades cometidas en las negociaciones de la deuda pública de su país.

 Por Milagros Belgrano Rawson

“Soy una gordita horrorosa”. Así se describe la actual ministra de Economía de Ecuador, María Elsa Viteri, ante la prensa de su país. Y aclara que en Guayaquil, donde se crió, una persona “horrorosa” es alguien “rapidísimo, tremendo” a la hora de tomar decisiones. Hace un mes, su ministerio anunció que postergaba el pago de intereses de una parte de la deuda externa, considerada “ilegítima, ilegal y corrupta” por el presidente ecuatoriano Rafael Correa. La decisión de cesar los pagos e incluso entrar en un “default responsable” fue tomada por Correa, quien llegó al poder en 2006 prometiendo que la deuda externa sería pagada “en la medida en que ésta no afectase las prioridades del desarrollo nacional”. Toda una declaración de principios en un continente históricamente adiestrado en el pago obediente a los organismos internacionales de crédito.

María Elsa Viteri no sólo fue compañera de Correa en la Universidad Católica de Guayaquil, sino que hizo campaña para que el futuro presidente de los ecuatorianos ganara la presidencia del centro de estudiantes de la Facultad de Economía, donde ambos se graduaron a principios de los 80. “Probablemente nadie se acuerde de que yo fui la primera persona que hizo un afiche para la campaña de Correa”, dijo Viteri en declaraciones al diario ecuatoriano El Universo. “Me arrepiento de no haber guardado uno de esos afiches. Nos quedábamos noches enteras preparándolos.” Al igual que hace 25 años, esta economista entrada en kilos y de sonrisa afable apoya cada una de las medidas de Correa, el mismo que la nombró ministra de una cartera en la que sus titulares salen eyectados de sus cargos con demasiada celeridad. Su antecesora, Wilma Salgado, fue destituida por el presidente “por realizar cálculos presupuestarios sin haber contado con las cifras que manejaba el gobierno”. Salgado, partidaria de la moderación en el gasto social, había anunciado en septiembre pasado que habría un déficit en la financiación del presupuesto de inversión del Estado, lo que inmediatamente fue rechazado por Correa, que indicó que no aceptaría “conspiradores” en ese ministerio. La economista, que apenas duró dos meses en el cargo, venía a suceder a Fausto Ortiz, quien renunció en julio pasado luego de negarse a incautar los bienes de dos empresarios investigados por la justicia. Pero el constante vaivén de ministros tiene su correlato en la reciente historia política de este país: ninguno de sus tres últimos presidentes electos pudo terminar su mandato. Luego de una seguidilla de destituciones, revueltas populares, suplencias y vicepresidencias, a lo largo de diez años, siete personas diferentes se sucedieron en el cargo más alto de esta república andina. Quizá por esta razón, a Correa no le tiembla el pulso a la hora de depurar las filas de las dependencias estatales que no lo siguen ciegamente. En Viteri, una economista de 42 años, vio enseguida a su mano derecha, la persona ideal para acompañarlo en una cruzada que incluye una decisión inédita en el mundo: la denuncia y castigo de aquellos funcionarios responsables de cometer irregularidades en las negociaciones y renegociaciones de la deuda pública ecuatoriana entre 1976 y 2006.

“Vamos por la misma vereda en esta gran lucha por la revolución”, insiste Viteri al señalar las coincidencias que la unen al presidente, aliado de Hugo Chávez –quien lo alojó en la casa de su madre en Caracas, un raro honor para cualquier mandatario– y ferviente opositor a George W. Bush.

Mientras que a Correa le encantan los golpes de efecto y la exposición pública –al igual que el presidente venezolano tiene un programa semanal en la TV local– a Viteri la prensa ecuatoriana la acusa de esconderse y no dar notas. “¿Usted cree que con este tamaño yo puedo pasar desapercibida en algún lugar?”, retrucaba en un reportaje la ministra, de la que sin embargo, con la excepción de sus logros académicos y sus estudios en una modesta universidad del interior de Estados Unidos, se sabe poco. El fin de año la sorprende en el centro de la estrategia de cesación de pagos de los intereses de un tramo del endeudamiento público, luego de que una comisión creada por Correa descubriera irregularidades en las negociaciones de la deuda realizadas durante los gobiernos anteriores. “El país no puede aceptar que se lo endeude y que la plata nunca llegue porque el dinero va a otras cuentas para financiar deudas anteriores. No es el caso sólo de Ecuador, es generalizado. Piensan que los latinoamericanos no tenemos la capacidad de visualizar estos abusos”, decía la ministra refiriéndose a los organismos multilaterales, en un reportaje otorgado a Página/12.

Luego del derrumbe hipotecario en Estados Unidos, la funcionaria debe combatir los efectos de la drástica baja en el precio del petróleo, principal recurso del Ecuador. Para pilotear la crisis, propone una frase de Albert Einstein –“Más importante que el conocimiento es la imaginación”– y una lucha sin cuartel contra la corrupción: “Hoy más que nunca, necesito la honestidad de la gente”, dijo hace unos días.

Aparentemente, muchos ecuatorianos la apoyan: cuando se publicaron las irregularidades en la negociación de la deuda, su teléfono celular colapsó: “A todo lugar que voy la gente no para de felicitarme”, se jacta ella de este raro privilegio para cualquier funcionario de la convulsionada América Latina.

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