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Viernes, 27 de febrero de 2009

INTERNACIONALES

El curioso caso de Jade Goody

La historia de vida de una chica inglesa y de cómo a lo largo del tiempo la sociedad de la información se la fue devorando.

 Por MarIa Mansilla

No pudo ir a la escuela. Se casó gracias a que su nuevo amor, Jack, obtuvo un permiso especial para salir de la cárcel y estar en la boda. Su papá murió de una sobredosis de heroína. Su mamá consume crack. Jade Goody nació y creció en Bermondsey, un barrio de Londres famoso por su mercado: por su mercado plagado de mercadería acercada por ladronzuelos. Jade Goody está enferma de un cáncer terminal, y no tiene todavía 30 años.

Dicen que nunca son los cambios que queremos los que lo cambian todo (lo dice Junot Díaz en una de sus novelas). Jade Goody no es el personaje de un relato de Jane Austen, mucho menos una antiheronía de la pluma de Mary Wollstonecraft, sino una chica de verdad, contemporánea, atrapada por muchas de las desigualdades que persisten a lo largo de las épocas y, encima, se recargan con las tintas de este tiempo.

Tiene dos hijos más chicos que su fama: de 4 y 5 años. Goody se hizo famosa en el 2002, al participar de Gran Hermano y exhibir (desnudar) además de su pelo lacio, sus lentes de sol gigantes y su sonrisa, sus limitaciones. Todo el mundo se burló de ella cuando preguntó si Río de Janeiro no era el nombre de un señor y la audiencia también se horrorizó cuando le sacudió sin anestesia un típico comentario xenófobo a una compañera hindú (mientras su gobierno firma las leyes de migración más inflexibles de la historia de la región). El comentario discriminador y políticamente incorrecto causó tanto revuelo que exigió disculpas a nivel diplomático. Y más: le permitió a Jade editar su autobiografía y sacar una línea de perfumes.

Pobre Goody, la clase no se compra. La buena estrella tampoco, y no alcanza con el brillo que largan los reflectores de la televisión. Ahora la tienen en la mira –y nos tiene en la mira– por su última aventura: vender a 800 mil euros la televisación de lo que le resta de vida, quién sabe cuánto tiempo (¿por qué no sospechar acaso de la veracidad de ese diagnóstico fatalista?). Al juguetear hasta el límite con el exhibicionismo ella no tiene la motivación de su compadre Craig Ewert que documentó su “suicidio asistido” para accionar a favor de la eutanasia, ni la delicadeza de Kylie Minoge para despertar conciencia sobre el cáncer que más afecta a las mujeres, el de mama. Tratamiento con quimioterapia, operaciones, pensamientos en voz alta... todo lo que su representante Max Clifford dicte filmar se filma. Clifford es uno de los principales RR.PP. del país con una de las mayores incidencias de la prensa amarilla.

Vale hacer un paréntesis y colar un comentario entre estos párrafos: por estas pampas, cuando Balbín estaba muy enfermo, un paparazzi logró “robar” una foto del político agonizando. La imagen fue publicada en Gente, la reacción general fue una sola: no sólo la familia entró en llamas, la opinión pública también. La familia del hombre hizo un juicio que ganó y sentó jurisprudencia: en la sentencia se detalló que en este caso el derecho a la intimidad prevalecía sobre el derecho a la libertad de expresión. Y un comentario posterior advirtió: es una cuestión de valores. Valores al menos vigentes en esa época. Algo parecido sucedió cuando fallecía el Polaco Goyeneche, señala a Las12 el fotógrafo Julio Menajovsky. Una enfermera tomó una imagen, pero el ruego del hijo del músico alcanzó para que los medios no se tentaran de usar el material; todavía en las editoriales había códigos.

“Acá los diarios y revistas amarillos tratan diariamente el tema —cuenta desde Londres la periodista Cecilia Storani—. En la calle, la gente no habla de la intrusión de los medios en la vida privada de las personas. Se quejan de que ahora cualquiera es famoso sin ningún talento. Hay que tener en cuenta que esta sociedad es muy exigente y competitiva.”

Mientras planea su propio funeral, Goody dice que para sus hijos es el dinero que recaude con su último show. Para que a ellos, a pesar de su ausencia, tras su muerte, les brinde el poder y las oportunidades que, de otra forma, lo sabe, no llegan —ni siquiera prestándose a la estúpida exposición—. “Sí, la gente dirá que hago esto por dinero. Y tienen razón. Pero no lo hago para comprar coches de lujo o grandes casas. Lo hago por el futuro de mis hijos, por si yo falto. No quiero que ellos tengan la misma infancia miserable, plagada de drogas y marcada por la pobreza que tuve yo”, declaró.

Europa se muere

Hasta Gordon Brown habló públicamente de ella con piedad, sin aprovechar la ocasión para ir un poco más allá. Para reflexionar, por ejemplo, sobre la monarquía paralela que gobierna su país y el mundo, sobre la impunidad y los límites de la sociedad de la información, sobre la salud sexual y reproductiva de sus ciudadanas y el acceso a medicina preventiva, sobre si este negociado con la enfermedad de Jade no es una violación al derecho a una muerte digna.

“Vivimos en una sociedad anestesiada y, en muchísimos casos, cruel —analiza Alicia Entel, directora de la Fundación Walter Benjamin, instituto de comunicación y cultura contemporánea—. Ver guerras como espectáculo ya tiene tradición, exhibir muertes como si nada, también, y de eso ya hablaba Walter Benjamin. Ahora, es como si se hubiera perdido todo asombro, y el asombro es un dato fundamental de lo humano, lo que nos diferencia de los otros seres vivientes. Los medios saben de esa pérdida e intentan herir cada vez más la sensibilidad para un supuesto despertar de los televidentes, para acicatearlos, para que no renuncien a la pantalla (y se refugien en el celular). El tema de la chica que vende el proceso de su muerte es terrible. Pensemos que ya no queda resquicio de lo privado. Y, lo que es peor, la ausencia de esa privacidad no es para el resurgimiento de un sentido de comunidad, para que los otros solidariamente presencien su final, se compadezcan. Es para la comercialización y el espectáculo morboso. Desde ese costado, Europa se muere.”

Es cierto: muchas mujeres visitaron a su ginecólogo/a para hacerse un chequeo y preguntar bien qué es eso del cáncer cervical y del HPV (Virus del Papiloma Humano), después de tanto escuchar sobre la afección de Goody. Pero sin dudas son más quienes corrieron a ver la televisión y/o a Internet y pusieron primero Youtube, después Jade Godoy Living TV. También es cierto que habrán sido muchos y muchas, pero no somos todos.

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