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Viernes, 20 de marzo de 2009

LA VENTA EN LOS OJOS

Vialidad intestinal

De cómo una marca de lácteos inventa un trastorno nuevo –que obviamente afecta a las mujeres– para vender sus productos y a la vez evitar onerosos juicios.

 Por Graciela Zobame

Históricamente se ha recurrido a curiosos eufemismos para abordar el tema. Hasta hace poco una abuela podía preguntarte sin pudor, si habías ido de cuerpo, si habías movido el vientre o los intestinos. Y si querías eludir esa metáfora tan visceral que por no nombrar el resultado se concentraba en el proceso, podías responder con otro eufemismo centrado en el procedimiento: “No abuela, hace días que no voy al baño”. Y todos se enteraban de lo que estaba pasando: estabas necesitando ir al médico, automedicarte con un laxante de venta libre, comer unas ciruelas, tomar más agua, alimentos con mayor porcentaje de fibras... La palabra constipación o estreñimiento son otros salvatajes para evitar palabras más escatológicas y a su vez son dos términos que vienen mediados por el saber científico, se pueden leer en el prospecto del remedio, lo puede diagnosticar un médico y también lo puede curar. “La constipación es un trastorno que afecta a la mayoría de las personas en algún momento de la vida”, dicen los manuales.

Ahora, si no vas a tomar ningún remedio, si no vas a ir al médico, si sos mujer, lo que vos tenés no se llama constipación sino tránsito lento. Que no es lo mismo. El tránsito lento, tal como lo conocemos todos, es un acontecimiento paranormal que empieza en una publicidad, se produce en el medio de una reunión de mujeres que pueden ser amigas, compañeras de trabajo o madre e hija y se pasa con un yogur. De pronto una de ellas o varias, o todas a la vez se agarran la panza como si hubieran cargado allí un Alien durante todo el día, ponen caras de desesperadas, dicen que están hinchadas, se desparraman en una silla, pierden las ganas de todo, se sienten deprimidas y están feas. Todas saben lo que tienen: tránsito lento. Están embotelladas, atascadas, faltas de autopistas, tienen algo más estacionado: la metáfora se puso vial, y eso que las mujeres no manejan bien. Vale decir que antes de la llegada del yogur Activia a las góndolas, nadie hablaba de tránsito lento. Es el producto el que ha creado el malestar y no al revés. Y una de sus características más curiosas es que se trata de una dolencia que, por lo visto, las ataca sólo a ellas, quienes abundan en los mismas dramáticos mohínes que usan quieren vender calmantes para dolores menstruales. ¿Los hombres no tienen tránsito lento o no son consumidores de yogur como para que valga la pena sentarlos haciendo fuerza inútilmente en el baño? Teniendo en cuenta todas las dolencias que acusan estas damas y si el tránsito lento es un malestar prácticamente indefinible, el yogur que todo lo calma serviría para paliar toda una serie de males que ellas describen: depresión, malhumor, esa hinchazón, un rollo en la panza... En fin, “sirve para regularizarte”, necesidad tan de féminas.

El yogur ha recorrido un largo camino, nació casi por casualidad y hace años que se ha convertido en un elemento esencial de la dieta sana. La competencia lo obliga a ofrecer un plus. Algunos te dan gustos exóticos, otros te dan bajas calorías y otros te ayudan a que fluya el tránsito. ¿De qué? Mientras nos reímos del T. L. pensando que se las han rebuscado por pudor, por educación o por puros finos, circulan serias investigaciones asegurando que la bacteria que contiene Activia (el nombre de fantasía “Acti Regularis” consta, según la empresa, del fermento Bifidobacterium DN173010 y de una fibra alimentaria) no puede hacer mella ni a la constipación ni al estreñimiento ni al colon irritable. Pero sí al tránsito lento. Así, el yogur no promete lo que no da mientras alienta un estereotipo de mujer regida por el mal funcionamiento de sus tripas.

Si de modo subliminal, el producto ha ingresado a la mente de las chicas con la categoría de medicamento, los últimos mensajes se encargan de romper el mito. No es un remedio, no hay dosis, no hay sobredosis, al contrario: “El efecto Activia aumenta al incrementar la cantidad de potes ingeridos, es decir, a mayor consumo mejores resultados”. Dice: “¿No me pasaré para el otro lado?”, inquiere ahora tan frontal como nuestras abuelas, una amiga a la otra. La amiga le contesta, con toda la sinceridad que a la luz de lo dicho anteriormente nos queda más claro: “¡No! ¡Es un yogur!”

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