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Viernes, 3 de abril de 2009

INTERNACIONALES

Historias de sexo y redención

Según el sindicato SUDEtudiant de Francia, 40 mil estudiantes de ese país estarían en situación de prostitución. La cifra no sólo causó alarma y debate –hay quienes la creen exagerada–, también dio a luz un libro anónimo escrito en la primera persona de una joven que se paga la facultad prostituyéndose. En plena recesión, demasiado marketing y poco contenido en una historia –mujeres que reivindican o rememoran su experiencia en cobrar por sexo– que nunca termina de contarse. Ni de venderse.

 Por Milagros Belgrano Rawson

En estas épocas de recesión económica, en Francia se acaba de reimprimir un libro con un inusitado despliegue publicitario. Se trata de Mis queridos estudios, escrito por una misteriosa Laura D., estudiante francesa que para pagarse la facultad se prostituye a través de Internet. Más allá del dudoso seudónimo que busca proteger a la autora, el libro resulta un bodoque insulso donde ni siquiera las partes de sexo logran siquiera levantar una ceja en el o la lectora –en el colmo de la pacatería, en el relato no se mencionan ni una vez los órganos sexuales masculinos ni femeninos–. Seguramente, sus editores buscaban repetir el éxito de Cien cepilladas antes de dormir, relato autobiográfico de la italiana Melissa Panarello, que para salpimentar su soporífera adolescencia provinciana se acostó con todas y todos y vivió para contarlo. O de El dulce veneno del escorpión, de Bruna Surfistinha, seudónimo de una chica paulista que convirtió su historia de escort de lujo en un bestseller. A diferencia de estos libros, que al menos lograban interesar al lector con los caldeados encuentros sexuales que mantenían sus protagonistas, la atmósfera lúgubre de Mis queridos estudios busca llamar la atención sobre un fenómeno aparentemente alarmante: según cifras publicadas en el 2006 por el sindicato SUDEtudiant y recogidas en el postfacio del libro, en Francia habría no menos de 40.000 estudiantes en situación de prostitución. Si se tiene en cuenta que, según la policía francesa, en todo el país hay entre 15.000 y 20.000 personas que se dedican al trabajo sexual, las cifras de ese sindicato, que fueron repetidas por docenas de diarios europeos horrorizados por la dramática situación de las universitarias francesas, resultan inverosímiles.

“No hay estudios sobre la prostitución estudiantil y nadie sabe de dónde sale esta cifra. Por otro lado, sólo concierne a las chicas, como si los varones no se prostituyeran”, indica a Las12 la antropóloga Marie-Elisabeth Handman, una de las autoras de La prostitución en París, el primer libro en investigar a fondo esta actividad, que anualmente mueve millones de euros en la Ciudad Luz. En los debates sobre la prostitución, en la actualidad existen dos tendencias: la abolicionista, que busca erradicarla, y la reglamentarista, que lucha contra la explotación sexual, pero considera que aquellos que eligen vender servicios sexuales sean reconocidos como cualquier trabajador. Según Handman, las cifras exageradas podrían proceder de militantes abolicionistas, “que al igual que las alertas sobre el tráfico de niños explotados sexualmente en Asia, inflan estadísticas. Por supuesto que estos problemas existen, pero no tienen la proporción que le dan muchas ONG, que viven de la fabricación de víctimas”, advierte. Por otro lado, admite que “en Francia existen pocas becas de estudios y los trabajos a tiempo parcial son muy mal pagos. Así que hay chicas que se dan cuenta de que prostituirse tres o cuatro horas por semana les rinde mucho más que ser meseras. Y yo creo que, para muchas, hoy la sexualidad ya no tiene un carácter sagrado. A otras, tener varias parejas o recibir dinero a cambio de sexo las posiciona en una situación de poder. Las jóvenes de ahora perciben mejor que las de mi generación la diferencia de estatuto que existe entre el hombre y la mujer”, sostiene Handman, al tiempo que pone distancia de ese feminismo francés que autores como la francoargentina Marcela Iacub consideran “demasiado moralizante”. Provocadora en sus definiciones, Iacub, autora de ¿Qué ha hecho usted de la liberación sexual?, proclama el derecho a hacer del sexo “una libertad como la libertad de comercio”, lo que le valió la antipatía de las feministas que libran una lucha sin cuartel contra la pornografía y la prostitución.

Lejos de ese feminismo se ubica Teoría King Kong (Melusina, 2007), suerte de diario y panfleto anarcofeminista escrito por la francesa Virginie Despentes, codirectora de Baisemoi (Cogeme), film lanzado en el 2000 que ostenta el triste record de haber sido el primero en prohibirse en Francia en 28 años. Denostada por la crítica, la película narra la loca carrera de dos jóvenes que seducen hombres para luego ejecutarlos. Mientras el éxito de ventas de relatos como los de Panarello, su par brasileña o, en un registro más alto, más auténtico y valiente, el de La vida sexual de Catherine M (Anagrama) –lo firma la crítica de arte francesa Catherine Millet, que en sus páginas describe con precisión quirúrgica sus múltiples encuentros sexuales como swinger– parecieran demostrar que sigue siendo rentable adentrarse en la vida sexual de una mujer. Claro que siempre hay un límite, y la que lo supere se atendrá a las consecuencias: en Cogeme hay violaciones, penetraciones no simuladas –la otra realizadora del film, Corine Trinh Thi, hace cine porno– y muertes, pero lo que irritó al Consejo de Estado francés, que la prohibió, no fue el cóctel hollywoodense de sexo y violencia, sino lo explícito de las escenas.

Fue justamente la controversia provocada por esta película lo que motivó a Despentes a escribir Teoría King Kong, libro carente de todo rigor académico y periodístico y sin valor literario, pero que al igual que Millet y Iacub arroja una piedra al prolijo camino trazado por muchas feministas desde el Mayo Francés. Así, Despentes, violada a los 17 años, declara que “la violación fabrica a las mejores putas”. Precisamente, el trabajo sexual fue para Despentes una forma de ganarse la vida. Trabajaba en un supermercado y la deprimía “el tiempo que dejaba en ello y lo poco que ganaba”, relata. Frente a ese panorama, tener sexo pago con algunos clientes no le pareció mala idea. “En mi caso, la prostitución ha sido una etapa crucial de reconstrucción después de la violación”, escribe al tiempo que desentierra los polémicos escritos de Camille Paglia, “la feminista a la que las otras feministas odian”, como la llama la prensa estadounidense. “Si te violan, está bien. Eso era parte del riesgo de libertad, eso es parte de lo que exigimos como mujeres. Bancátelo. Levantate y pasá a otra cosa. No podemos regular la sexualidad masculina. El incontrolable aspecto de la sexualidad masculina es una parte de lo que hace al sexo interesante. Y sí, en algunas situaciones puede llevar a la violación”, escribió Paglia en un artículo despedazado por decenas de encolerizadas feministas, pero celebrado por la misma Despentes. Ni Paglia ni Despentes escriben cosas que la mayoría de la gente desea escuchar. “Escribo para las feas, las viejas, las frígidas, las mal cogidas, las incogibles, las excluidas del gran mercado de la buena chica”, dice Despentes. Así y todo, su mirada no es desesperanzadora. Al final del libro plantea un feminismo como una aventura colectiva tanto para las mujeres como para los hombres y, al despedirse, esgrime un sincero “Buena suerte, chicas”.

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