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Viernes, 29 de mayo de 2009

El lujo no es sólo vulgaridad

Martín Churba vuelve a desafiar los conceptos de la alta costura cruzando cristales Swarovski con telas tejidas por cooperativas textiles de la Puna, creando la noción de “nuevo lujo”, ese que obliga a quien lo lleva a ser consciente de su privilegio y también a pagar por lo que vale el trabajo de las artesanas que, desde su paisaje de montes y quebradas, aceptan a regañadientes agregar esos artificios a sus creaciones tradicionales.

 Por Victoria Lescano

Luego de haber investigado en la estética del gaucho y delineado una bombacha avant garde y un vestido con estampas de rastras que causan furor en Japón, de haber realizado colecciones con anclaje político —guardapolvos confeccionados junto a la cooperativa La Juanita—, de haber logrado una deconstrucción de un desfile en el cual sonó como hit el llanto de una modelo y el público pudo adentrarse en un backstage irónico y poético a la vez, y de haberse montado una celebración de carnaval con procesión a un centro de compras un año después de aquella colección junto al escultor Pablo Reynoso; para celebrar las últimas noticias de su laboratorio textil invierno 09 el diseñador Martín Churba —aliado con la firma de cristales Swarovski— ideó una colección subversiva en los modos de enlazar textiles y avíos.

La presentó con una puesta en varios actos desde Villa Ocampo, epicentro de la Belle Epoque en Buenos Aires: cada habitación fue tomada por una acción de moda regida por textos de la dramaturga Inés Saavedra, con la coartada de lucir los vestidos romanos de seda y otros denominados “elastic” -construcciones en jersey de algodón, seda, goma y lana, que fueron disparadores de la nueva colección.

Luego de un banquete y ataviado con una levita rescatada de la casa Gil Antigüedades pero con un gadget sofisticado de tecnología siglo veintiuno en sus oídos, Churba dio la señal de partida de un desfile entre los eucaliptos y tipas de Villa Ocampo que exaltó los plisados, los romanos de seda y novedosos sacos y tapados de llama, devenidos abrigos muy chic con piedras Swarovski. Dijo sobre la perfomance: “Tuvo mucho en común con los relatos que hago a diario en mi estudio de diseño para aplicar a mis textiles. Fue un cuento hecho junto a la bailarina Gaby Ayala, la música Mariana Baraj —quien improvisó sonidos de una tormenta e hizo de hechicera— y yo, como director y diseñador. Contamos la historia de un espíritu vinculado con la tierra y con la oscuridad. La bailarina apareció con un gran libro bajo el brazo mientras que se dio inicio al desfile de vestidos en color peltre brillante, verde y negro. Una mujer descalza con vestido negro y manto blanco jugó al fantasma en el intervalo y antes de una nueva pasada de atavíos para noche en colores cobre y tierra, marfil y dorado pálido. Finalmente, vestida en color humo, la bailarina llegó al paroxismo, hubo un malambo, con instrumentos autóctonos y pañuelos de seda en alusión al canto boliviano religioso Hatun Ilimani y de un libro aparecieron cristales que simbolizaron la sabiduría.

¿Cúal fue el argumento sobre el cual se construyó la performance con profusión de cristales en cada habitación y la arbitrariedad de hacer brillar a la máquina de escribir, la colección de revista Sur y hasta el teléfono de disco?

—Las habitaciones fueron escenarios para imaginar la vida de princesas de siglo pasado, chicas muy bien, anglo y franco parlantes, muy viajadas, algunas más femeninas que otras y todas criadas con muchas nodrizas e institutrices. Por un lado, las doncellas reclinadas en la bañera, vestidas de seda y lana, por otro una mujer sentada en el banquito del baño, erguida, con gesto adulto y anteojos de carey. Mientras que en la habitación, las hermanas confluyeron alrededor de la cama. La escena reflejó el grado de preferencia que unas y otras se tienen. Los anteojos, los cigarrillos y libros hablaron de mujeres fálico-femeninas, antesala de una nueva sexualidad. En otra escena, que transcurrió en la biblioteca se jugó cartas y se tomó pastís, tal vez jugaron por un botín de cristales o de brillantes, pero quisimos reflejar que en ese entorno el dinero siempre estuvo y nunca hubo que preocuparse. Por otro lado, en el escritorio, dos hermanas jugaron a hacerse el peinado trenza. Encargue un trabajo de documentación a la fotógrafa Candelaria Gil.

—¿Cúales son los ejes del nuevo lujo con el que bautizaste a un segmento de la colección desarrollado con tejedoras de la Red Puna?

—En la Argentina el lujo es un juego de resignificaciones: la chapa de frente del colectivo alas, borlas estilo palacio que cuelgan del espejo biselado, y que junto con el estilo fileteado anuncian línea 60, son lugares tomados por el lujo o tratados de manera lujosa. Elegí llamar “Nuevo Lujo” y lujo socialmente responsable al que se hace a conciencia de que todos los que participan lo vivan como tal. Muchas de las prendas fueron desarrolladas por los artesanos textiles de la Puna y la quebrada con diseñadores del programa “Red Puna” que ya lleva tres años, y a través del cual se capacitó al grupo de treinta familias que la componen en temas de artesanía textil con camélidos. Las piezas se hacen a partir de fibra de llama, que se esquila a mano una vez cada dos años y de la que se selecciona la parte de fibra mas fina. Acto seguido, se lava, se mecha, se limpia la cerda, se hila y se teje. Cada pieza lleva entre setenta y noventa horas de trabajo. Los artesanos están cobrando entre tres cuatro veces más por la factura de estas prendas que lo que suelen cobrar en los mercados tradicionales de artesanías. Además hicimos una trampa: les agregamos cristal y así conseguimos llamar la atención del ojo buscador de glamour, mientras que las piezas reflejan cruce de viejos y nuevos paradigma de lujo . Con respecto al agregado de cristales las tejedoras lo ven como algo artificial, pero les gusta la combinación.

—¿Considerás que la fusión de alta costura con nuevas tecnologías simboliza una patada a la tradición de la alta costura?

—No, porque no se necesitan telas únicas, especiales para hacer una pieza genial. En realidad es agregar una variante más a la tradición de alta costura, la de las telas que tienen un valor agregado y son creadas por el mismo creativo que luego las trabaja para convertirlas en vestimenta. Es algo como los sistemas constructivos de laminados con el cual el arquitecto Frank Ghery hizo muebles o el A-poc del diseñador japonés Issey Miyake —un tubo de tela con múltiples posibilidades de uso—.

—¿Cómo funciona el mercado de la moda en tiempos de recessionismo?

—Hoy la moda se piensa y se vive con amplitud; comprás tu ropa interior y los básicos en supermercados de moda barata, inteligente y a little bit trendy. Y luego la mezclás en la coctelera hogareña con las prendas más amadas, las que tienen injerencia en tu diario personal. Considero que de estas últimas se componen mis colecciones, que son hitos para el guardarropas, pareciera que siempre se estrenan porque cada vez que las usáss vivís los cumplidos de un estreno. Permanecen vigentes y sorprenden tanto en tiempos recesivos, como en otros de más opulencia. Hoy el lujo pasa por saber que tu prenda, tiene una historia, una materia única y que se hace a mano.

—¿Cómo se traza la toile de los nuevos atuendos? ¿En el proceso hay un síntesis de la vestimenta y las estampas?

—La línea Elastic que presenté no tiene toile, se hacen sobre el bustier directamente y a partir de un nuevo sistema constructivo, mediante vendas con cintas elásticas que envuelven el cuerpo casi con el mismo método de las momias. La cinta, creada a partir de un jersey engomado y separado en tiras que se vuelve a consolidar luego de ser estirado, adopta una forma de bordes enrulados similares al dibujo de una palmerita de azúcar. Y es en el interior del textil donde se acomodan los cristales, porque seguí a rajatabla esa observación que hizo Markus Swarovski de los cristales escondidos y la idea es que el brillo aparezca con el movimiento del cuerpo.

—¿En el trabajo con cristales hubo puntos de contacto con tus primeras búsquedas textiles, cuando cual un personaje de glam rock solías tener la cara pintada con purpurina?

—Recuerdo que en mi segundo taller de experimentación textil, el que funcionó en el taller de autopartes, tuve un eureka al pegar simulaciones plásticas de piezas de cristal en tela, al grito de ¡soy el swarovski sudaka!

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