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Viernes, 29 de mayo de 2009

EL MEGáFONO)))

“El hombre primitivo no tiene nada que ver con el machismo”

La tapa de Las12 “¡Viven! El modelo de hombre que construyen la publicidad, las ficciones y los medios de comunicación huele a rancio” que subrayaba el auge del neomachismo de hombres dinosaurios generó repercusiones y nuevas miradas de especialistas en masculinidad y diversidad.

 Por Gustavo Girard *

Cuando desde los estudios de masculinidad se habla del Hombre Primitivo, esta calificación nada tiene que ver con el machismo. No se trata del rol estereotipado o fijo de la masculinidad o el concepto que el imaginario popular puede tener sobre un varón primitivo: el prototipo del brutal y agresivo, o sea, un salvaje.

El que expuso otra idea es Robert Bly en su libro Iron John (Juan de Hierro), basada en un cuento de los hermanos Grimm, para develar la esencia más verdadera de los valores masculinos y así desarrollar una nueva visión de la masculinidad. En el cuento aparece un “hombre peludo” que bajo el agua tiene otro lugar en el reino de los dioses. Es un dios de la profundidad, de las heridas y del sacrificio. Representa la figura más divina de toda la prehistoria y es el prototipo de todos los dioses posteriores. Es así que Juan de Hierro es un hombre salvaje, un hombre primordial que guía a un joven príncipe a través de 8 etapas de crecimiento y maduración. Va surgiendo a través del relato una masculinidad sensible y, no obstante, vigorosa, protectora y emocionalmente centrada. Nada que ver con el machismo. El Hombre Primitivo que ha examinado sus heridas se parece más a un sacerdote zen, a un chamán o a un leñador, que a un salvaje.

Mientras que uno de los más grandes cambios del siglo XX estuvo dado por el cambio del rol de la mujer, el varón, por el contrario, no acompañó con un cambio similar esta modificación de género. Esta nueva situación lo tiene perdido y sin rumbo y es esta inseguridad la que lo arrastra a querer perpetuar roles tradicionales, estereotipados y perimidos. No obstante, las nuevas generaciones de adolescentes y jóvenes no tienen miedo o vergüenza a expresar su afectividad y sensibilidad. El hecho de que los adolescentes varones se saluden con un beso, por ejemplo, no es poca cosa.

Pero aquellos que se bloquean en el reconocimiento o en la expresión de su afectividad se refugian en un machismo que cada día resulta más sórdido y chabacano y que, en última instancia, implica un temor a lo femenino.

* Vicepresidente de la Sociedad Internacional de Adolescencia, ex coordinador del Programa Nacional de Salud Integral en la Adolescencia del Ministerio de Salud de la Nación y ex profesor de Pediatría en la UBA.

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