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Viernes, 11 de septiembre de 2009

A MARISA RUEDA

Diez preguntas

Marisa Rueda, la artista argentina criada en Londres, trae ahora una nueva muestra que tiene ecos del feminismo aprendido en las décadas del ’70 y ’80, así como también los conceptos líquidos de Zigmunt Bauman.

 Por Laura Rosso

¿Cuándo diría usted que fueron “sus comienzos” en el arte?

–A los 12 años. Desde entonces ya no pude cambiar. Creo que fantaseé con ser bailarina, pero es este quehacer solitario el que me acompañó siempre, aunque siempre con la idea de trabajar en grupo, que es tal vez lo que más me satisface.

Vivió la mitad de su vida en Buenos Aires y la mitad en Londres, ¿de dónde dice que es?

–Mis padres eran inmigrantes aquí o sea que en realidad tengo raíces en tres lados. Esto de ser inmigrante es duro y la forma que yo encontré de unir esas partes es la de viajar y dejar que esa parte de mí que está en todos esos lugares, que conservan mi identidad, aparezca. Mi obra anterior, Texturas Narradas, justamente habla de la identidad, del esfuerzo para comprender y comprenderse, lo que significa el estar en un lugar diferente al que uno pasó sus primeros años.

Integró el movimiento feminista en las artes plásticas en Inglaterra durante los años ’80 formando parte de una exposición en Londres que hizo historia, Women Images of Men, ¿qué rescata hoy de todo eso?

–Descubrí que para hacer arte es importante tener una madre artística, además de un padre artístico, como identificación para que se reflejen todas nuestras partes. Si tengo un mensaje para la gente que comienza a crear es que copie si no sabe dónde va, y sabiendo que copia, que busque su madre y su padre y los explore. Mis padres fueron Francis Bacon y Alberto Heredia y mi madre, una compañera de taller, Elena Samperi, artista italiana, con la que compartí años de cuestionamientos y de práctica juntas, en Londres.

¿Advierte un cambio en el lugar que ocupan las mujeres en el arte, siglo XX mediante?

–Simplemente, ahora somos más visibles. Lo que hace pensar en aceptación, en la inclusión en la historia del arte, la compra de obra en colecciones, el estar en jurados, el poder mencionar nombres de artistas mujeres. Recuerdo que hicimos un “piquete” en la Nacional Gallery de Londres cuestionando lo poco que allí se muestra de trabajos de mujeres. La gente nos cuestionaba el “piquete” hasta que les preguntábamos “¿cuántas obras de mujeres piensa usted que están colgadas en este momento en la National Gallery?”, y respondíamos que solamente eran tres. Todavía no se conocen las luchas que sostuvimos para llegar a la inclusión en la esfera del arte, no se las incluye como historia de arte porque esto levantaría muchas preguntas sobre la diferencia entre trabajo artístico y actividad política de género.

¿Cuál es su fuente de búsqueda para su trabajo?

–Yo encuentro más que busco, y cuando encuentro esa fuente la voy bebiendo.

¿Cómo define el concepto de instalación?

–Tal vez la instalación suplante a las formas anteriores en el arte plástico, hay artistas que piensan así. Es una técnica/forma/género que permite incorporar continuamente los cambios que estamos viviendo. Maneja el espacio, puede hacerlo desde el objeto con espacios llenos o vacíos, y también puede jugar con el espacio arquitectónico. El espacio une lo que sucede, que está en plena expansión y que nos da la posibilidad de reflejarlo más fielmente. La audiencia está cerca, la instalación se dirige a ella, crea familiaridad en el espectador y espero que el espectador identifique en la instalación sus experiencias cotidianas.

Desde hace algunos años su obra contiene imágenes fotográficas y proyecciones de video utilizados como materiales plásticos. ¿Por qué incorpora esos soportes?

–Para mí, la fotografía siempre ha sido un material plástico. Ahora junto con el video y los cambios técnicos en ambos campos se han ido incorporando y proveen una nueva manera de decir. El mundo del arte tampoco es sólido.

¿Qué le interesa explorar a través de sus trabajos con videos?

–Yo uso los materiales que más me interesan para decir eso que estoy buscando, cambian en mi obra los materiales todo el tiempo. Por un lado el video me interesa, aunque es muy nuevo y hay mucho que aprender; por el otro lado, me cansa mucho el largo tiempo que lleva su edición.

Trabaja con los conceptos de Zygmunt Bauman de Modernidad Líquida, ¿cómo y por qué aparecen en su obra?

–Descubrí nuevos soportes de instalación que me interesaban y también que todos teníamos miedo. Yo tenía un miedo que creía me pertenecía, pero luego entendí que además me venía del mundo, de la sociedad y tuve la suerte de encontrarme a través del regalo de una amiga con las ideas de Bauman y el trabajo fue hacer que esto se ligara, se uniese, que haga “click”.

Trajo a Buenos Aires su nueva obra, Ciudades líquidas I. ¿Qué lenguajes contiene?

–No se si traje a Buenos Aires o se originó en Buenos Aires y se mezcló con materiales londinenses. Siento como un gran orgullo, pero humilde, al pensar que yo siento esta ciudad, que esta ciudad me penetra, que la asimilo sin pensar, que me enamora y me duele al mismo tiempo. Preparé el siguiente texto para presentar la instalación: “Mi miedo se tradujo en imágenes, palabras. El Estado es dejado y destruido por el poder. El deterioro se encierra en cercas. Con la muerte jugamos con tarjeta de crédito. El miedo es blandido como arma global. Los filósofos/artistas se acercan y proponen que aprendamos. Y tal vez (si lo hacemos) podamos volver a ser solidarios y solidificar lo residual”.

Ciudades líquidas I
Instalación con proyecciones
Hasta el 30 de septiembre
Fundación: “Arte x Arte”
Lavalleja 1062, ciudad de Buenos Aires

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Imagen: Constanza Niscovolos
 
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