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Viernes, 25 de septiembre de 2009

MúSICA

Una perdida

Haciendo equilibrio entre la música electrónica, el pop y el folklore andino, Paulina Acuña Zárate, alias PAZ, alias Minicomponentes, suele perder pie. Y eso, lo que más le gusta, es también el secreto de su ritmo.

 Por Santiago Rial Ungaro

¿Cómo se le sigue el ritmo a una artista que busca deliberadamente perder el ritmo? El interrogante, casi un koan zen, es el que nos genera el encantador CDR de Minicomponentes, una multifacética artista que confirma aquello de que lo bueno viene en envase chico. Mini canta sus canciones, las escribe, se produce sus discos pero también trata de armar una constelación para que todo eso descoloque, mueva nuestras estructuras sobre lo que debe ser un disco, una canción, o de cómo habría que bailar. De hecho, Perder el ritmo es el desafiante nombre de un CD cuyas letras, para ser leídas, necesitan que uno desarme el arte de tapa.

“A mí me interesa la idea de perderse, de desconcertarse, me parece que cuando uno se pierde un poco de la mente también se puede perder el cuerpo” –dice Mini, también conocida como Paulina Acuña Zárate, que firma con el anagrama PAZ, pero tiene alma de guerrera–. Basta escuchar “Quisiera” o “El Volcán”, para entender que la chica tiene talento para el pop. Pero, por suerte, las cosas no son tan simples en el universo de Minicomponentes:

“A mí me parece que el pop es como una cajita que te dan ya armada, como una cosa ya masticada. Y yo quiero que te haga trastabillar, que digas, es lindo... pero es medio feo también. Por eso el disco pierde el ritmo a propósito, está programado así, así como también hay una pérdida de lírica en algunos momentos y pasa eso de que para leer las letras tengas que romperlo todo.”

Autodidacta (de hecho aprendió a leer a los 3 años y a escribir a los 4), Paulina hoy dirige cortometrajes y estudia Audiovisión y el Calendario Maya. “Yo siento que nací siendo adulta... y trato de hacerme cargo de mis energías. Creo que el hombre cuando es machista es porque no se hace cargo de su energía lunar. Y tampoco me va esa cosa de estar unidas solamente por el hecho de ser mujeres. La otra vez leía una nota a (la percusionista) Andrea Alvarez en que hablaba sobre los dos extremos de mujer, la ‘perra dominante’, como ella, y la ‘novia buena’, como ejemplo ponía a Julieta Venegas. Yo no me identifico con ninguna de las dos. Para mí el hecho de ser mujer es asumirse como médium. Quizá sea un poco por la influencia de mi viejo (Orlando Acuña, reconocido multiinstrumentista de folklore panamericano), pero para mí en todas las composiciones que hago noto que hay una influencia del folklore andino, de los huaynos, porque entienden, como yo, a la música como parte de un ritual mágico.”

Minicomponentes es música electrónica, pero una de las principales influencias de Mini es la danza Butoh: “Yo creo que la Danza Butoh tiene algo que se corresponde con mi música, porque tiene que ver con lo experimental, con salir un poco de la estructura de lo que uno conoce, con morir y volver a vivir. Minicomponentes es un pequeño componente de la galaxia, una masa de energía que no puede parar, que siempre va a fluir. Y el Butoh es un poco eso, olvidarse un poco del ego de la persona y levantar de nuevo en este cuerpo muerto con otra forma: un acantilado, un ciervo, tu padre, un árbol”.

Y es cierto: el swing de su propuesta está más conectado con la interacción entre las palabras, la música y el movimiento, que con una coreografía a lo Broadway.

El movimiento de Paulina también viene de su forma de ser y de cierto inevitable nomadismo: “Siempre fui muy inquieta y me gusta mucho mudarme. Viví en Recoleta, en Lanús y en zona Oeste: Morón, Ciudadela, que son lugares bastante grises y barriales, con mucho cemento. Yo me aburro muy fácil, nunca fui de estar con un grupo de amigos cerrado. Siempre me gustó mucho andar sola. Soy muy desapegada. Creo que al moverse uno también se le mueven las ideas”.

La autonomía de Mini (que ahora encontró en Limón y Laucha, dos aliados que se sumaron al proyecto dándole mayor vuelo musical y ritual al asunto) tiene que ver con cierta idea punk-rock, hard core de la autogestión: “Esa es mi escuela, acá (la nota transcurre en un bar de Lanús), en Gerli, Escalada, hay mucha autogestión. Yo empecé a tocar en el 2001-2002, tenía una banda que se llamaba Perdedores, y éramos muy de organizar cosas a beneficio, nunca cobrábamos un peso. En ese momento no me interesaba el amor ni los pibes. Sólo quería hacer la revolución”.

Si bien (por suerte) ahora Mini sí escribe canciones de amor, de esa época tomó plena conciencia de que “cada uno es dueño de sus elecciones y de su arte. Tiene que ver con la idea de que nadie lo va a hacer por vos. Y esa experiencia también me enseñó a no tener miedo”.

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