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Viernes, 18 de diciembre de 2009

¡MIRá!

En regla

Una combinación entre conciencia ecológica y culto a la fertilidad da como resultado un reciente rescate emotivo de la menstruación. Las publicidades de toallitas y analgésicos festejan la llegada del período, mientras asoman organizaciones de mujeres que abogan por el uso de compresas lavables como la gran novedad.

 Por Marisa Avigliano

Una mujer frente a la cámara se pregunta hacia dónde van a parar las toallas higiénicas que se tiran a la basura y mientras lo hace mira fijo al camarógrafo y dice con voz didáctica y desafiante que no considera sucio a la sangre, para mí no es sucio, insiste. Vive en Ecuador, se llama Camila y es una de las mujeres que en la actualidad fabrican sus propias toallas femeninas de tela, explica que las lava fácilmente –se pueden dejar en remojo con agua y sal– y las vuelve a usar, dice además que le gusta tomarse el tiempo para hacerlo y que sabe que está reciclando su propio ciclo. Camila no es la única, algunas encuestas señalan que un 3 por ciento de las mujeres de su país ya las usan y esa misma encuesta dice también que en el mundo se tiran por segundo 13.699 toallitas desechables que quedarán en basureros, campos y mares durante mucho tiempo. Allí estarán todavía cuando ya se haya olvidado hasta el recuerdo de quienes las hayan usado.

Que la sangre no es asco, que la sangre tiene nutrientes, que hay que devolverle sangre a la tierra son algunos de los conceptos que sostienen las defensoras de estas nuevas toallitas femeninas. ¿Nuevas? Sí, como las de antes –en la página del Museo de la Menstruación (http://www.mum.org) posan compresas, delantales menstruales, almohadillas tejidas y algunas hasta con cinturones que las mujeres usaban antes de 1921– pero nuevas. Las promotoras de esta modalidad escriben en recibetuluna.blogspot.com “sabemos que las mujeres no quieren saber nada con el temible tiempo anterior a las descartables... Algodón envuelto en gasa, o paños de toalla... Pues no, claro, no queremos saber nada con eso... Antes solía ser bultoso, molesto, inseguro, se movía (¡podía caerse al piso!), te manchabas...? Esto no se trata de volver a “eso”, sino de comenzar un camino de regreso a lo natural, pero uniendo los conceptos de diseño que el auge industrial desarrolló”. Los elogios continúan asegurándonos que son anatómicas, delgadas, cómodas, que no se mueven ni se caen (las que fabrica Camila tienen broche) y con muy buena absorción cubiertas por una capa de tela impermeable, pero que a la vez respira. Por supuesto hay variedad de modelos y colores.

¿Cómo hemos llegado a esto? Ensayemos una breve reseña biográfica: durante la Primera Guerra Mundial unas vendas muy absorbentes asistían a los soldados mal heridos. Después de la guerra, las enfermeras le dieron otro uso y pocos años después, en 1921, Kimberly Clark lanzó al mercado las primeras toallas sanitarias desechables. Cuando llegaron los setenta, llegaron las adhesivas y con los años, las que tienen gel, perfume, alas, las delgadas y las ultra delgadas. Hasta acá la prosperidad del perfeccionamiento, pero la revolución desechable nos trae malas noticias y tanto confort está perjudicando al medio ambiente. Copenhague está en llamas de sangre detenida, el cambio climático acelera los relojes mientras se acumulan, en la orilla de los ríos, insaciables toallitas de aloe vera con canaletas para tangas.

Quienes están en contra de estas telas femeninas hablan de higiene y olores. Poco les importa las razones que da Alain Corbin en su libro Lo fétido y lo fragante: olores y la inventiva social francesa: “En la Francia del siglo dieciocho, se creía que la menstruación estaba ‘impregnada con sutiles vapores transmitidos por la esencia de la vida’. Estos eran particularmente atractivos, ya que una mujer estaba ‘dispersando efluvios seductores’ y ‘realizando un llamado para la fertilización’. Por esto, las sociedades han celebrado el seductor aroma de la menstruación en vez de sofocarlo”.

Sin embargo, si seguimos las normas del orden cromático y biológico, veremos que la sangre, frenética corresponsal del color rojo, revela el final de una serie que tiene en su origen luz solar y amarillo, donde también hay verde y savia vegetal. Con estas tonalidades destinadas a la representación de la vida, no será difícil imaginar a la sangre en un eterno camino de reverencia y a nosotras dándole nutrientes a la tierra, ya se sabe, tenemos que ser fértiles sea como fuere.

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