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Sábado, 26 de diciembre de 2009

IN CORPORE

No a las dietas estrictas y pasajeras

El verano trae la disyuntiva de si caer en la tentación de ser una mujer Ser (de esas que dibujan un 0% grasa en las propagandas televisivas) y fijarse en la letra chica de las calorías como en los pecados capitales escritos chiquitísimos en las etiquetas de los alimentos, pero almacenados como piedras en la culpa de las mujeres que, aún rebeldes, aún independientes, aún inteligentes y, muchas veces, aún feministas, se doblan en el talón de Aquiles –o en la pancita, los muslos, los brazos y las piernas– de sentir que su cuerpo se queda afuera –o excede– a la mujer que deberían ser.

Pero también es cierto que, más allá de la dictadura estética, habría que moderar la alimentación con dietas saludables y no prohibitivas, con comida natural y no con sacrificios que quitan a la boca la cereza (el vino, el dulce de leche o los ravioles) del pecado. Por esa palabrita que puede ser salvación o una nueva dictadura: la salud.

¿Cómo hacer, entonces, para no ser una mujer que se deja llevar por la correa de los talles small y que, sin embargo, se planta un vestido con las caderas que quiere tener y sin dejarse llevar por la comida rápida y los embutidos permanentes? Sin duda, la imagen corporal y la prohibición de la comida son una de las ataduras que doblegan a las mujeres modernas, ya desatadas de otras desdichas –como no poder gozar del sexo– pero que ahora, en muchísimos casos, miden cada gota de mayonesa, vodka o dulce de frutilla.

El equilibrio –el equilibrio es en realidad una fantasía, en donde el pie siempre cae para el lado de la pizza o para la tortura de la lechuga con yogurt– pero, al menos, la búsqueda de un camino en donde el cuerpo pise seguro de lo que quiere ser y cómo quiere ser –sin imposiciones externas, ni dejadeces que enfermen– es uno de los caminos más difíciles para las mujeres que no quieren ser títeres de los modelos imperantes, ni que su propio reflejo se escape de su deseo.

La nutricionista Valeria Ret (que trabaja para Javier Luna) propone una alimentación saludable, no a las dietas con tolerancia cero y migajas de alimento, pero sí a algún tipo de cuidado. Sólo para las que quieran escuchar una opción y nunca una imposición de seguir la dieta del verano como si fuera una luna que tuviera que iluminarlas ella aporta: “Uno de los conceptos en los que deberíamos hacer hincapié es en el cambio de hábitos alimentarios y el estilo de vida. Hay que aprender a comer de manera saludable y ordenada, sin saltear comidas y realizar al menos cuatro comidas más dos colaciones”. Valeria no propone hambre, sino cuidado. Aunque parezca mentira –frente a médicos best seller que califican la comida de adicción–, hablar de alimentarse mucho y seguido, pero sano, ya es una diferenciación con la cultura de las bocas cerradas.

Y para las que quieren –¡quieren y no deben!– hacer una dieta (que no vea a los platos como ovnis voladores que vienen a conquistar la humanidad corporal), ella apunta: “La pérdida de peso eficaz es una combinación de motivación, actividad física y una restricción calórica moderada, mediante una alimentación balanceada, placentera y sustentable en el largo plazo. Porque cualquier restricción calórica que resulte difícil de llevar a cabo con la vida de la mujer será difícilmente adquirida como un estilo de vida habitual; para alcanzar un peso cómodo, saludable y una mejor calidad de vida resulta fundamental no realizar dietas estrictas y pasajeras. Pequeños pasos pueden significar grandes cambios para lograr el peso ideal sin obsesionarse con el cuerpo”, dice Valeria. Placer, no restricciones y pequeños pasos son pasos posibles en cuerpos que no tambaleen, sino que vuelvan a tener a su propio deseo como prioridad y no los espejos y prohibiciones ajenas.

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