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Viernes, 26 de febrero de 2010

TEATRO

La Furia

Con un texto reescrito por la propia Cristina Banegas –que interpreta a Medea– este fin de semana es la última oportunidad de ver la puesta de Pompeyo Audivert sobre la provocadora tragedia griega.

 Por Laura Rosso

Pese al tiempo transcurrido entre el momento en que las tragedias griegas fueron escritas y la actualidad, las tramas poseen resonancias en el presente. Basta con mencionar al Edipo de Sófocles que fue utilizado por Freud como clave para la comprensión de la psiquis humana. La búsqueda que se hace en la tragedia es la búsqueda de lo intrínsecamente humano, de los secretos de la existencia humana.

Si bien no son escasas las figuras femeninas en la tragedia griega –Antígona, Electra, Hécuba, Andrómana, Clitemnestra– ninguna llega al límite de Medea que mata a sus propios hijos para vengarse de la infidelidad de su marido.

Medea encierra una sed de venganza hacia su marido Jasón –por quien fue abandonada para casarse con la hija del rey Creonte– que no tiene límites y es eso lo que la moviliza en ese tránsito de furia. Medea mata a sus hijos porque sabe que después de que sus hijos le entreguen el nefasto regalo de bodas a la prometida de Jasón no habrá futuro posible para ellos; habrá una venganza mucho peor. Y antes de que otros los maten decide ser ella quien les quite la vida.

Medea y Jasón penetran en el corazón humano y no encuentran allí más que pasiones desbocadas, crueldad, ambición. Son seres atormentados por la pasión. Lo trágico se encarna de algún modo en la lucha contra un destino inexorable y en el conflicto que se abre entre el hombre, el poder, las pasiones y los dioses. Una vez más, el conflicto que se relata en Medea –así como los conflictos de todas las tragedias– tiene que ver con causas y sentimientos humanos.

Medea fue escrita por Eurípides en el año 431 a.C. La versión de esta tragedia, que fue repuesta en la sala Casacuberta del Teatro San Martín, es producto del trabajo conjunto de Cristina Banegas (quien además se pone en la piel de Medea) y Lucila Pagliai. Durante el trabajo de adaptación, que duró más de un año, se propusieron correrse del estilo literario y acercarse a un lenguaje más contemporáneo. Tomaron la decisión de eliminar el tu y el vos y de que no aparecieran los nombres de los dioses sino lo que los dioses representan: la justicia, el deseo, el amor, la belleza. Así pensaron en cada una de las palabras que iba a ser puesta en la boca de los actores. El trabajo de dirección estuvo a cargo de Pompeyo Audivert y el elenco se completa con Daniel Fanego en el rol de Jasón, Tina Serrano como la Nodriza, Analía Couceyro como el Corifeo y Tony Vilas como Creonte, rey de Corinto, en los roles principales.

En charla telefónica con Las 12, Cristina Banegas da cuenta de lo que nos dice Medea hoy: “Pienso que hay varios ejes temáticos y, como en todas las tragedias, los temas que se tratan suceden dentro del ámbito del poder. Los conflictos, los intercambios y las acciones están atravesadas por esa relación con el poder. Jasón traiciona a Medea para casarse con la hija de Creonte, para reivindicarse y ser aceptado por el poder. Incluso él se lo plantea a Medea como algo que forma parte de una negociación con el poder, por lo tanto ella no debería estar celosa ni atacarse por ser repudiada, abandonada por otra mujer y obligada a exiliarse. Por otra parte está el eje que tiene que ver con lo que significa matar a los hijos –lo que significa matar a los hijos en una sociedad contemporánea–, creo que eso tiene una resonancia muy profunda y muy severa. Vivimos en sociedades que matan a sus hijos. Está también todo lo que tiene que ver con el feminismo de Medea o con el género. Medea plantea el lugar de la mujer como lugar de sometimiento, de sumisión casi inexorable, lugar al que ella se rebela, por supuesto. En los clásicos hay una constante resignificación sobre el fondo histórico del momento en el que se vuelven a representar y Medea posee una serie de resonancias muy vigentes. Hay algo de lo que trata y de cómo se trata en Medea que conmueve y que atraviesa la emocionalidad y la percepción de los espectadores después de 2500 años de que ese texto venga rodando por la historia”.

En todas las tragedias hay un momento, cerca del final, que se llama anagnórisis en el que el personaje lúcidamente reflexiona sobre las consecuencias de su acción. Banegas dice: “La tragedia está atravesada siempre por la lucidez. El héroe trágico siempre es lúcido de las consecuencias trágicas e irreparables de sus actos. La lucidez del discurso de Medea es estremecedora. Cuando se da ese momento de la anagnórisis ella dice que tuvo esos hijos y quería preparar sus cámaras nupciales y levantar las antorchas en las bodas y que sus hijos, como debería ser, la cuidaran en su vejez y la enterraran, algo que desean todos los humanos, los padres y las madres. Pero este pensamiento no la detiene, no detiene su acto. Se da esa otra característica que es lo imparable, lo irreparable y lo irreversible de la tragedia, el cumplimiento del destino y de las consecuencias de los actos. Medea asume las consecuencias de su acto hasta la ultimísima instancia que es matar a sus propios hijos, ella lo asume y, como ocurre en todas las tragedias, con absoluta lucidez. Todos estamos sujetos a las consecuencias de nuestros actos”.

Medea, sala Casacuberta Teatro San Martín, Corrientes 1530, últimas funciones de hoy a domingo a las 21. Platea: $45.

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