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Viernes, 2 de abril de 2010

RESCATES

Picado fino

María Bernabitti de Roldán

(1904-1989)

 Por  Aurora Venturini

Nació en la localidad de San Martín, siendo sus padres don Agustín Bernabitti y doña Josefa Souto quienes se trasladaron con ella a la ciudad de Berisso. En 1930, María se casó con don Vicente Roldán, obrero del frigorífico Armour, cuyo edificio se veía, impresionante, desde los suburbios de la calle Nueva York, cuando la niebla del Río de la Plata se disipaba. Las aguas fluviales humedecían el entorno, embarrándolo.

Todo aparecía sumergido en tristísima chatura. Sólo la mole de los frigoríficos dominaba el paisaje y la población precaria. En las casas de chapa corrugada habitaba la gente que provenía de Italia, Turquía, Lituania, Checoslovaquia, Polonia. Acrisolábase una sangre diferente. Berisso significó un espacio sufrido y convulsionado por seres acostumbrados a la pobreza, pero decididos a la lucha gremial. El gremio es la única arma del proletariado, la gente de Berisso, inmigrantes, sabían sobre huelgas y guerrillas contra los jerarcas del odio y la sumisión de los pueblos. Berisso, en opinión de Daniel James: “The magical zone that Berissenses call the ‘monte’”.

El sueldo de don Vicente no bastaba; María decidió faenar afuera, sin abandonar el cuidado de su familia. Ingresó a las moles propiedad de los meatpackings de Chicago, a un espeso laborar sin descanso, donde los patrones exprimían hasta el alma de la clase obrera en provecho propio y sin lástima. María cuidaba su puesto de picar fino, cuchillo veloz cortando la carne de ganado vacuno, y la suya, en alguna ocasión; tal era el ritmo de “carne limpia en la mesada y el nervio en el otro tacho”. Muchas obreras llegaron a mutilarse en el trascurso de mesadatacho; más de una, resbalándose en la grasa, se rompió las piernas, los brazos. Había que seguir picando fino y sin tregua. Dijo María: “Las ganas de llevar un peso a la casa, el hambre y la necesidad, obligan a aprender”, y ella aprendió el oficio en dos días.

María Roldán viendo su mundo obrero descubrió belleza más allá del estrado. “Era un pueblo, una cuadra, todo blanco de gente trabajando, era un espectáculo hermoso” expresó la pioneralíder. “Hay capataces terribles que disciplinan con grosería, que indican que no debemos hablar.” Ella se desempeñaba en el Swift. Se supo que las acciones de Mr. Swift se desbarrancaron, como así él mismo, arrojado desde lo alto de un edificio.

El pueblo berisense, la populación de los frigoríficos, era la Torre de Babel donde los habitantes se comunicaban por señas: emigrados de los Balcanes, paisanos bonaerenses y otras etnias, sólo comprendían un idioma, que era el maltrato y las golpizas. Según María, “la policía era muy brava, se llevaban hasta a las mujeres con los pechos llenos”. Y empezó otra tarea sin dejar de picar carne: reunir a los diferentes grupos y agremiarlos. Así les habló: “El gremio es la única arma de los obreros”. Inició un vocabulario de lucha que terminó con la confusión babilónica y las etnias diseminadas se agruparon alrededor de la primera líder de nuestro país que decidió enfrentar a la patronal inglesa, a la embajada yanqui y a los conservadores del fraude. Ella tramaba su lucha a pesar del peligro de las razzias, de la cuchillada en las dársenas y en las estibas, de las calaboceadas y del terrorismo negrero; al interés político unía el gremial, y el sindicato crió alas y las rusitas acosadas por los capataces gritaron “viva el sindicato de la carne”.

En 1944 María Roldán picaba carne junto a sus compañeras; siendo ya delegada debía asistir a los mitines y por ser oradora de barricada, expresar: “Miren compañeras obreras, que si no respetan el trabajo, no nos van a respetar a nosotras. Yo me jugaré para defenderlas, pero respétenme que aquí nos estamos jugando el pan de nuestros hijos”. Y despertaba el sentir gremial de las trabajadoras, impulsándolas a luchar por derechos humanos, igualdad salarial, licencia por embarazo, atención hospitalaria, ley de silla para las mujeres con várices. Luego armó comisiones de proselitismo, comités de huelga, cuerpos de activistas y equipos de acción sindical. Defendió a todas sin excepción, “porque piensen como piensen tienen hijos y familia; exigimos a la patronal que considere absolutamente todos los casos”.

Ya estaba armado el sindicato de la carne cuando en septiembre de 1945, 36 buques extranjeros llegaron a cargar carne argentina y poner proa a Europa, subrepticiamente. Traían ametralladoras y cañones, y estaban custodiados por aviones y buques de guerra. Seis de esos barcos surcaron el dock central de Berisso. Arribaron a los muelles de Armour y Swift. El sindicato paralizó los embarques. Los míster de los frigoríficos no podían creer que un gremio tuviera tanta fuerza. Hubo enfrentamientos, muertos y heridos. Se aproximaba el 17 de octubre.

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