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Viernes, 30 de julio de 2010

PERFILES. MARGARITA STOLBIZER - ELISA CARRIó

Deshojando margaritas

 Por Flor Monfort

En un capítulo más de su viejo romance de entregas, las diputadas Margarita Stolbizer y Elisa Carrió volvieron a trenzar sus opiniones. Lamentablemente respondiendo al peor estereotipo de las mujeres que se pelean y de las rubias, si queremos ser prejuiciosas.

Una relación apasionada de larga data, de los días en que Lilita entraba de la mano de su padre y con toda la onda de su amigo Raúl Alfonsín (nada de Raulito) como candidata a la Convención Constituyente de 1994. Margarita, que la venía remando hace años en el partido (se afilió a la UCR a los 18), se sintió opacada por la gruesa y brillante figura de su nueva oponente. No por eso dejó de responder a su nobleza partidaria, que indica que con una nueva compañera hay que ser solidaria.

Lilita empezó a sentarse muy pronto en las mesas de los periodísticos de la tele, en ese momento bien arriba en el rating. Espacios que a Margarita todavía le resultaban lejanos, la claridad con la que Elisa explicaba por qué el Pacto de Olivos era una estafa para el pueblo argentino ponía en evidencia algo que a Margarita le faltaba. ¿Carisma? ¿Alianzas? ¿Buenos asesores? ¿Un papá-padrino?

Sin embargo, las chicas se hicieron amigotas por eso de que si no puedes vencer a tu enemigo, mejor únete a él. A ella en este caso. Sin embargo, en esos años noventeros en que el enemigo era Menem y sus acólitos, Margarita soportó en silencio ese rasgo que hace que Lilita pueda hablar con el más convincente de los dramatismos: la certeza de que en política todo se está por inventar. Para Margarita, que venía poniéndole el cuerpo, la cabeza y el corazón a las boinas blancas hace tantos años, las máximas de Lilita sonaban más a autobombo que a verdad revelada.

Antes de abandonar el barco radical, Lilita hizo una campaña fuerte en el interior para las elecciones del ‘99 que finalmente ganó Chupete, al tiempo que empezó a transitar su época más severa de delirios místicos. ¿Quién no la recuerda con el rosario enredado en los dedos, el pelo atado y tirante y el uniforme a lo Marta Pelloni que desfiló por lo de Grondona y compañía? Allí contaba que la virgen le hablaba directamente al oído y le decía, entre otras cosas, que iba a ser Presidenta y que su misión era guiar a nuestro pueblo. Por ese entonces, Margarita seguía observando.

Cuando Lilita decidió dejar el partido criticada por tantos, parecía llegar la hora de Margarita. Con Carrió afuera y sumando en su contra los odios más encarnizados del radicalismo, Stolbizer quedó bajo el ala de Fredy Storani, que la vio como la joven promesa mujer, pero todavía faltarían varios años para que entrara en la agenda del prime time y los programas que se dedican a revisar la televisión.

Mientras tanto, Lilita creaba el ARI, bajaba de peso y aflojaba un poco con el brote religioso. Todavía no estaba todo dicho entre las amigas. En 2005, la oportunidad que Stolbizer abonó con trabajo y perfil bajo parecía encarnizarse con la posibilidad de encabezar la lista radical por provincia de Buenos Aires. Pero fue apartada, acusó al partido de misógino y en 2007 fue la primera mujer en la historia del radicalismo que ganó la interna para presidirlo, también en la provincia bonaerense. El cargo sonaba a premio consuelo, y en esa bruma de tiempo, las chicas volvieron a acercarse. Ese mismo año, Margarita se posicionó públicamente como antikirchnerista y desde la UCR propuso apoyar la candidatura presidencial de su renovada aliada. La idea no prosperó y el partido decidió apoyar a Roberto Lavagna, dejando a Stolbizer rebotando con su iniciativa. El run run que le había zumbado Lilita al oído dio sus frutos y Margarita se integró a la Coalición Cívica, siendo designada candidata a gobernadora de la provincia de Buenos Aires y apoyando la creación de un partido político nuevo: Generación para un Encuentro Nacional (GEN). “La UCR es un partido un poco misógino”, dijo la más rubia de las enemigas íntimas en la presentación de las candidatas mujeres que la acompañaron en las listas del Acuerdo Cívico y Social (ACyS) el año pasado. La paz parecía firmada con las sonrisas que se dedicaban.

Pero con las diputadas en sus bancas, volvió a quebrarse el suelo de tan curvilínea amistad. Ahora Lilita salió con los tapones de punta contra “Ricardito” por haber acompañado a los K en un acto en Chascomús. Que no puede ser que se abrace con De Vido y Randazzo, que lo único que falta es que ella se ponga de novia con el Gordo Valor, que la Argentina de hoy causa mucha risa. Y la respuesta de la otra Pimpinela no tardó en llegar: que cada vez que habla, divide; que si siempre se quejan de que no las invitan a los actos oficiales, cómo no van a ir cuando sí los invitan; que basta de llamar Ricardito a un hombre grande.

Hagan sus apuestas para el próximo capítulo de la novela que Cristina mira por TV.

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