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Viernes, 20 de agosto de 2010

RESCATES

La divina

Beatriz Portrinari

1266-1290

 Por Aurora Venturini

En Florencia caminé por el barrio de los Portrinari de Folco di Romagna, que así los ubicaban, ya mudados a la Toscana, cuando habitaron una casa vecina a los Alighiero: después se nombrarían Alighieri, famosos por su hijo Dante. Serían asimismo famosos los Portrinari por la niña Beatriz. Salteo una triste historia para relatar mis vivencias yendo a misa en la iglesia de Santa Margherita dei Cerchi, desde cuya vereda se ve el museo. Durante la ceremonia (en junio, verano mediterráneo) me sentí atraída hacia una hilera de bancos votivos, y descubrí en el piso de baldosas rojas, una lápida. Era pequeña y rectangular y de su superficie sobresalía un bajo relieve en mármol, pulido por acción secular y que decora la figura de una dama adormecida con las manos cruzadas sobre el pecho, esta dama usa rebozo y hábito monjil; leí a sus pies: Nutriccia de Beatrice Portrinari-Beatrice Portrinari. ¡Descansan las dos juntas! Me embargó una pena visceral, muy vieja. Yo estaba viendo el sepulcro de la amada de Dante, pensé que sus huesos, allá, abajo, alguna joya o paño antiguos conservaran triunfando de humedades y terrores, algo de unos contactos latentes que provinieran del amor de los amores dantescos, de las guerras familiares; algo para entablar una relación increíble con los ya decadentes días del medioevo.

El músico irlandés Patrick Cassidy compuso un aria breve titulada “Mira mi corazón”, en colaboración con Gevin Greenaway. El argumento de la romanza es un soneto del poeta. Y todo esto es parte crucial de la banda sonora de la película Hannibal, cuyas escenas de horror se aproximan a los sucesos crueles de los nueve círculos de La Divina Comedia. El espectador no hallaría tregua ni respiro piadosos de no ser por la preciosa ambientación y la música y de no haber leído La Divina Comedia, Hannibal se rebajaría a la calidad de terror y asustaniños... Es preciso analizar la psicología de los personajes y seguir prestando oído a la romanza para llegar a la conclusión de que Hannibal es una obra de arte y que va, como todos, en busca de Beatriz. En su Infierno, el poeta castiga ferozmente a sus enemigos y perseguidores guerreando junto a los guelfos blancos y masacrando a los guelfos negros; sangrientas batallas que transfiere a sus tercetos que diviniza elevándolos a la altura de la Santísima Trinidad; el doctor Lecter, justiciero a su manera, arrasa a sus enemigos y perseguidores a dentelladas y los tortura atándolos sobre las mesas, con sogas.

De pronto ocurre una conjugación comparativa satánica que une los tiempos y reúne a los personajes: tiempos de Dante y del doctor Lecter y de un único apellido que es Pazzi, y de ahí resulta que el inspector está emparentado con Francisco Pazzi, que asesinó a Lorenzo de Medici. Esta es la parte más significativa del argumento. El inspector Pazzi quiere capturar a Lecter para cobrar suculenta recompensa, pero el supuesto capturador ha sido capturado por Hannibal Lecter, que lo ata a la máquina de tormento y le muestra, sobre el muro del palacio Vecchio, la estatua pendular de su pariente Francisco; acto seguido el descendiente es acuchillado y empujado, balcón abajo, hacia la plaza, donde espectacularmente se desparraman sus intestinos.

La historia familiar que narra Hannibal Lecter al inspector Pazzi antes del sacrificio data de 1478, pero de fondo la letra cantada deviene de un soneto que Dante dedicó a su adorada imposible. Ella escuchó la romanza andando por el puente de la Santísima Trinidad junto a sus amigas y a su nodriza, que hoy reposa con ella en la iglesia de Santa Margherita dei Cerchi. Cuando bajó el Arno de un gran desborde, descubrió un cuadro en el muro dei Cerchi de Dante recogiendo su llanto en un lagrimario de cristal, cuando ella se casó con otro... Luego de ver Hannibal repasé unos tercetos del Infierno del Alighieri y sentí la quemadura de mi infierno personal ganado por mi culpa, por mi culpa, por mi grandísima culpa.

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