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Viernes, 24 de septiembre de 2010

ESCENAS

Dulce atardecer

La voz de Marosa Di Giorgio recorriendo enredaderas en el barrio de La Boca cambia el rumbo de las tardes

 Por Sonia Jaroslavsky

El sol calienta poco a poco mientras la primavera tímida da sus primeros pasos. El barrio de La Boca sin partido de fútbol encuentra otro tipo de esplendor: colorido, tranquilo y amable. En la calle Pi y Margall una antigua casona ahora devenida en teatro abre sus puertas. Masitas adornadas con mazapán arco iris, tazas antiguas de tamaños y formas irregulares son la antesala de una merienda dulce que sin saberlo, prepara los paladares para saborear las sensuales palabras, visiones paradisíacas, de la mano de la poesía de la uruguaya Marosa Di Giorgio. De fondo escuchamos a Franco Battiato o Fabrizio De André o creemos escuchar a Marosa decir: “... mi casa, esta casa era larga, oscura y alta...”, “Al fondo un jardín de rosas grandes como repollos y repollos rojos como rosas...”

El patio coronado por enredaderas traslada a féminas y caballeros a la entrada de un curioso zaguán previa entrada a la sala. La declamadora, la recitadora o la recitatriz da la bienvenida. Adentro, en cada butaca reposa una flor, flores de diferentes especies y color y un rojo cartel que dice: “Esta flor deberá ser arrojada a la recitatriz cuando ella lo indique”. Pequeño gesto de complicidad con el espectador a través de una indicación que mantendrá la atención del mismo para no defraudar el solícito. Las paredes se iluminan con formas de pajonales verdes y amarillos mientras un músico (Gonzalo Gamallo) toca la guitarra y acompaña con sus acordes cada una de las instantáneas. Dulces, intensas y sensuales palabras inundan la escena. Cuidada previa llena de estímulos visuales, gustativos y olfativos que inundarán a posteriori el espectáculo.

Rosa brillando interpretada por la actriz Vanesa Maja (que se la puede ver también por las noches en Estado de ira de Ciro Zorzoli en el Teatro Sarmiento) bajo la dirección de Juan Parodi (Cariño Yacaré; El 3340 con humos de cabaret) y dramaturgia compartida por los mismos –como bien dice su subtítulo– es una invocación a la poética de Marosa Di Giorgio. En palabras de Parodi, el motivo que los llevó a indagar en su poética es que su obra es única y singular: “La suya no se parece a ninguna otra escritura. Es una poética vital, femenina, sugestiva, erótica, profunda, sentimental. En sus poemas toda la naturaleza late, vive, arde, fulgura de forma casi sobrenatural. Y todo eso la hace tremendamente teatral: cada relato es una diminuta gran historia contada con todos los sentidos y en donde aparecen pequeñas revelaciones”. Marosa Di Giorgio fue una apasionada del teatro y en persona recitaba sus textos con una voz sugestiva y desplegaba con su pelo rojo y descalza entre las flores una curiosa performance teatral.

El espectáculo también se concibió por el deseo de sus impulsores de experimentar sobre el cruce entre literatura, teatro, música y a posteriori artes visuales. Vanesa Maja elabora con su presencia un comportamiento de artista visual que ejecuta en vivo sus obras plásticas proyectadas. Se vale para esto de un retroproyector que a lo largo del espectáculo genera imágenes con pequeños objetos (jarras, compoteras, pluma de pavo, gotas de aceite y agua, inyecciones de colores) y que serán el ornamento de su cuerpo, palabra y canciones. Juan Parodi cuenta que en el proceso de ensayos se intentó que convivieran y no compitieran las imágenes plásticas con los relatos y evitar así el famoso “ilustrar” la palabra. “Según pudimos leer –dice Parodi–, a Marosa le interesaba la lectura personal que cada uno hacía de sus poemas y la resonancia que para cada uno tenía. Así surgió la escena de las frutas ‘raras’ o exóticas que genera una fuerte carga de sensualidad y crea algo así como un momento poético sin palabras. O el momento de las flores: flores que se enumeran y las sacamos de todos los poemas de Marosa, y flores que invaden el espacio, cuando el público se las arroja a la recitatriz. Sin lugar a dudas, la aparición del retroproyector permitió de alguna manera plasmar escénicamente las imágenes provocadas a partir del universo ‘marosiano’. ‘Hay una constelación hirviendo adentro de una piedra’, dijo alguna vez la poeta, y de alguna manera, el efecto del retroproyector nos permitió dar vida propia a algunos objetos, o mostrar su interior.”

Cuerpo, palabra, imágenes proyectadas y algunos objetos constituyen los elementos con los que la dúctil actriz se vale para crear climas que sugieren estados vinculados a la esencia de cada poema. Por otra parte interpreta magistralmente las canciones “Angelitos negros” de Antonio Machín o “Soy pecadora” de la cantautora uruguaya Ana Prada. Canciones que se entretejen a poemas sensuales, eróticos, dolidos o sentimentales.

Rosa brillando. Sábados, 17 hs. Teatro Querida Elena. Pi y Margall 1124. Barrio de La Boca (a media cuadra de Av. Patricios al 100 y a dos cuadras del Parque Lezama). Con reservas por capacidad limitada al 4361-5040. $ 35, con consumición. www.rosabrillando.blogspot.com

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