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Viernes, 15 de octubre de 2010

PASADO Y PRESENTE: GENERO Y PERONISMO REVISITADOS

Las historiadoras Karina Ramacciotti y Adriana Valobra publicaron este año dos libros sobre el primer peronismo que contienen propuestas para pensar el presente. Con temas disímiles en la agenda –Valobra se concentra en la ciudadanía femenina y Ramacciotti, en la política sanitaria de la época–, ambas utilizan la categoría “género” para entender cuestiones del pasado que hoy siguen siendo problemáticas.

 Por Milagros Belgrano Rawson

“El trabajo del historiador es muy solitario y, cuando puedo, trato de escribir con colegas”, dice la historiadora Adriana Valobra, autora de varios libros junto a Karina Ramacciotti, profesora de Historia de la Medicina en la Universidad de Buenos Aires e investigadora en temas de género y salud. Este año, ambas quebraron una larga tradición de trabajo en común para publicar, por separado, su primer libro en solitario. En Del hogar a las urnas (Prohistoria Ediciones), Valobra analiza la ciudadanía política femenina durante el primer peronismo y a la luz de la ley de sufragio para las mujeres, sancionada en el ’47. Mientras, en La política sanitaria del peronismo (Editorial Biblos), Ramacciotti indaga sobre una época en la que el acceso a la salud fue prioritario en la agenda gubernamental. Con intereses y recorridos académicos disímiles, a estas dos investigadoras del Conicet las une la pasión por la historia del género y un período sobre el que los intelectuales no terminan de ponerse de acuerdo. Mientras que algunas posturas afirman que el peronismo murió en la era menemista, para Valobra, este movimiento “no fue unívoco, y hoy es posible que líneas muy disímiles entre sí se definan como peronistas”. “¿Quién tiene el ‘peronismómetro’ y en función de qué se establece la ‘peronicidad’ o no de algo?”, se pregunta. Más allá de las etiquetas y categorías que inquietan a los científicos sociales, para Ramacciotti, la investigación académica coincide con una búsqueda y un deseo personal: la eliminación de las desigualdades sociales y de género y, fundamentalmente, en el acceso a la salud. “El legado del peronismo fue acuñar el principio de que el Estado sea el responsable de impulsar la asistencia social y la sanitaria. Así, consagró algo que por no consumarse muchas veces se relega: la salud pública es un derecho social”, afirma en su último libro. Convencidas de que el género es una categoría útil para pensar la diferencia sexual del pasado y del presente, en diálogo con Las 12, Ramacciotti y Valobra repasan una serie de problemáticas que no han perdido vigencia.

¿Qué balance se puede hacer a 63 años de la sanción del voto femenino?

Valobra: –Las mujeres hemos logrado muchísimo. Pensemos que la primera candidata a presidenta que tuvo la Argentina fue Angélica Mendoza, por el Partido Comunista Obrero, en 1928. Se ha dicho que fue la primera candidata a un puesto Ejecutivo en el mundo, pero se sabe poco de ella: apenas que era docente y que se perfeccionó en Estados Unidos. Y menos de un siglo más tarde tenemos a una mujer ocupando puesto de presidenta: a María Estela Martínez de Perón, y luego a Cristina Fernández de Kirchner. Antes que ellas, otras se presentaron como candidatas, aunque pocos lo saben. En 1951, el Partido Comunista postuló a la vicepresidencia a Alcira De la Peña. Entre los años ’30 y ’50, De la Peña creció rápido dentro de las estructuras de su partido, estudiaba medicina y fue expulsada de la facultad por su militancia. Pese a que estuvo en la cárcel, logró recibirse.

Mencionás a Isabelita cuando a muchos/as les cuesta contarla entre las mujeres que llegaron al Ejecutivo.

Valobra: –No creo que se olvide su presidencia. A veces se la muestra como si fuera la representación de lo que hacen las mujeres cuando llegan al poder, como si todas actuáramos igual. Es un ejemplo para pensar cómo se construyen las memorias de esta presidencia y la de algunos presidentes. La gente se ríe con el mito del pelele que se inventó para De la Rúa o el del “innombrable” para Menem, que viene a ser una suerte de Lord Voldemort, el de Harry Potter. Como si la inoperancia de los varones tuviera que movernos a la risa, mientras que la de las mujeres se ubica siempre en el orden del drama. Por otro lado, todavía no se ha analizado con perspectiva de género el paso de Isabelita por la presidencia. ¿A qué apostaron quienes apoyaban la fórmula Perón-Perón? ¿El golpe de Estado se dio porque una mujer gobernaba o su gestación es anterior y tiene que ver con erradicar al peronismo del poder, independientemente de que hubiera un varón o una mujer en la presidencia?

¿Qué hay de la política “en femenino” del presente?

–La participación de las mujeres a nivel partidario es todavía una pelea pendiente. Hasta hace poco se creía que las mujeres cambiaríamos la política, por las características intrínsecas que, se pensaba, toda mujer debía poseer. Y no es que las mujeres hagan política igual, mejor o peor que los hombres. Simplemente hacen política en un ámbito regido por códigos masculinos: por ejemplo, todavía hoy las mujeres deben explicar si logran conciliar la maternidad con la política. Pero cuando los medios entrevistan a un candidato nunca le preguntan cómo reparte su tiempo público con el privado, o sobre sus tareas de padre. Hay normas, simbólicas o explícitas, que prohíben o excluyen, pero hay formas de apropiarse de ellas. Si no, nunca hubiéramos tenido figuras como Julieta Lanteri, una médica que buscó los vericuetos legales para ejercer sus derechos políticos. Es admirable el dinero y esfuerzo que invirtió en la lucha por el sufragio para las mujeres. Llegó a ser candidata a diputada y hasta obtuvo votos de cientos de varones. Vivía de su laburo y todo lo que ganaba lo gastaba en el Partido Nacional Feminista, fundado por ella. Tenía una personalidad avasallante, pero un partido no se arma con una persona sola. ¿Quiénes conformaban los cuadros del partido? No se sabe, no se ha estudiado.

Afirmás que el radicalismo fue el partido más indiferente a modificar sus estructuras después de la ley de derechos políticos.

Valobra: –Es el partido con el discurso más liberal, que evoca al hombre ilustrado, masculino, culto y con apego a la racionalidad normativa, lo que se convierte en una trampa y una excusa para no otorgar derechos políticos a las mujeres. Ello no implica desconocer a los radicales que, individualmente, los apoyaron, como el diputado Rogelio Araya, que presentó el primer proyecto de sufragio femenino. Pero dentro del partido, las mujeres no tuvieron sino hasta muy tarde un reconocimiento orgánico. Incluso, en 1951, las radicales no integran las listas electorales. Sin embargo, hubo mujeres muy valiosas en este partido: además de Eufrasia Cabral, Elvira Rawson y Clotilde Sabattini, hubo otras como las que formaron el Comité Radical Feminista “5 de Abril” en La Plata, que llegó a tener más de 1400 afiliadas en la década del ’30, y que por entonces exigió que el comité central las reconociera. Ese reconocimiento llegó tarde y poco después se opacó con una sanción disciplinaria, firmada por Ricardo Balbín. A raíz de un problema interno entre las mujeres del comité se decretó su intervención, pero ellas anunciaron que no iban a entregar las actas del comité porque consideraban injusta una medida que buscaba disciplinarlas. Nunca se efectivizó la intervención porque se resistieron.

Considerás que Perón fue una de las razones del renunciamiento de Evita a la candidatura a la vicepresidencia.

–Creo que se ha invisibilizado el papel de Perón. Y que este momento resulta difícil de analizar si se omite que Evita era una mujer política y se insiste, por el contrario, exclusivamente en su acción social. Lejos de las interpretaciones que consideran que la candidatura de Evita fue algo que ella desconocía, entiendo que ella misma la gestó y que fue esa búsqueda de una investidura para su poder lo que generó el conflicto con Perón. Por otro lado, hubo un montaje que presentó aquella escena histórica del 22 de agosto de 1951 como una glorificación por el renunciamiento y que intentó ocultar que a Evita la habían dejado sola. Las versiones oficiales reprodujeron hasta el hartazgo que Evita declinaba la candidatura en nombre de una labor desinteresada y ajena a lo político. Pero el último 17 de octubre en el que participó Evita refleja la desolación que sentía por este “renunciamiento”. Durante el acto no pudo seguir mirando a la muchedumbre que la aclamaba y lloró sobre el hombro de Perón. Este pudo haber comprendido que no sería la oposición o su segunda línea partidaria quienes le harían sombra, sino su propia esposa.

Indudablemente, Evita podía transformarse en una feroz adversaria política. Hablás de la vigilancia que ella ejercía sobre los cuadros del Partido Peronista Femenino (PPF).

Valobra: –Evita construyó mecanismos de control para asegurarse la lealtad de las delegadas censistas y las militantes en general. Algunas delegadas eran vigiladas por los comisarios de la zona en la que les tocaba actuar y otras por las inspectoras del PPF. Los informes se remitían a Evita que, a su vez, tenía un contacto personal con cada delegada, en un vínculo estrecho en el que ella era como una hermana mayor. Y no digo madre porque las mujeres difícilmente la recordaron como tal. Pero había una familiaridad de trato que disimulaba esos mecanismos que algunas militantes conocieron luego de la muerte de Evita y terminaron aceptando.

Estas mujeres participaban en política, pero estaban en las antípodas del feminismo. Lo vemos hoy también: la Presidenta se despega de las feministas.

Valobra: –La mayoría de las mujeres que hacen política reniegan del feminismo, salvo honrosas excepciones como Diana Maffía. Ella conjuga una serie de áreas que en general aparecen divorciadas: militancia política, militancia feminista y carrera académica. Es verdad que algunas han cambiado su postura pasando de un rechazo a una aceptación, como la izquierda. Por otro lado, el feminismo es un concepto al que hay que resituar históricamente para entender qué significa en cada momento. Hoy muchas feministas dicen que las anarquistas de principios de siglo eran feministas cuando que éstas defenestraban al feminismo por ser un desvío burgués de la verdadera revolución. ¿Por qué no llamarnos anarquistas cuando invocamos las ideas de este movimiento? Por otro lado, en los primeros años del peronismo hubo algunas feministas, como Lucila de Gregorio Lavié, que se plegaron al movimiento. En la actualidad, persiste el recelo por parte de varones y mujeres hacia el feminismo. Piensan que es lo opuesto del machismo. Y el machismo es una ideología autoritaria, mientras que el feminismo es una propuesta democratizadora.

¿Y qué opinás de la sanción del matrimonio igualitario durante un gobierno que se dice peronista? Me refiero a que históricamente este movimiento fue conservador en la “moral y las costumbres”.

Valobra: –Para un gobierno que defiende ideas peronistas, la sanción de la ley de matrimonio gay me parece interesante. En materia de relaciones entre los sexos, el peronismo fue muy tradicional, e incluso tuvo posturas represivas y canónicas, en el sentido eclesiástico del término, sobre todo en el gobierno de Isabelita y en relación con temas como la patria potestad, los métodos de control de la natalidad y la prohibición de la venta de anticonceptivos.

¿Qué pasa con el aborto? ¿Qué dice la historia sobre esta cuestión?

Valobra: –En relación con el primer peronismo, éste no tuvo una sanción explícita respecto de los casos de aborto denunciados ni hubo persecución a los que los practicaban. Esto lo ha trabajado la historiadora Dora Barrancos a partir de casos judiciales de la época. No significa que no hubiera casos que terminaran así, pero en general no hubo una política represiva en este sentido. Alicia Moreau de Justo decía algo que tiene vigencia para este tema: no por ignorarlo un problema deja de existir. Hoy mujeres que abortaron o varones cuyas parejas lo hicieron por decisión conjunta pueden estar sentados en una banca legislativa y, en lugar de generar empatía con la situación vivida, la niegan y deciden no tratar el problema. Por otro lado, las políticas de salud reproductiva deberían pensarse en términos de género, o sea, relacionalmente –varones y mujeres– y no en el sentido achatado del concepto que es cuando se piensa que género es igual a mujer.

Ramacciotti: –Coincido con eso y creo, además, que se debe subrayar que el aborto es un tema de salud pública, pero también de política social. Porque precisamente son las mujeres pobres las que corren más riesgos al recurrir a abortos clandestinos. Además de una urgente despenalización del aborto es necesario que se sorteen las limitaciones políticas y económicas para lograr la implementación de la guía técnica de aborto no punible del Ministerio de Salud de la Nación.

Tus investigaciones recorren una gran variedad de temas: incluso estudiaste el discurso médico masculino de los años ‘40 en relación con las mujeres homosexuales.

Ramacciotti: –Sí, en esa época, el “tribadismo” o “safismo”, como se llamaba a la homosexualidad femenina, eran categorías intercambiables para definir un supuesto trastorno mental que, se decía, incluía malformaciones físicas y al que había que tratar, incluso a través de métodos quirúrgicos. Preocupados por fijar el límite entre una relación amistosa y una “inmoral” entre dos mujeres, los médicos armaron una serie de criterios que indicaban que las mujeres que se sentían atraídas sexualmente por otras poseían estigmas físicos visibles como trastornos hormonales, mayor vellosidad, caderas abultadas, etc.... En Rosario, en los años ’40, hubo una mujer a la que se le quería realizar una ablación de clítoris. Se decía que al ser ninfómana incurría en relaciones lésbicas y que esto se revertiría removiéndole el clítoris. Afortunadamente, logró escaparse del sanatorio en el que estaba internada, pero nunca más se supo de ella. Si a la comunidad médica le interesaba tanto sancionar el lesbianismo era porque estaba en juego la reproducción. Esas mujeres no podían reproducirse y, si se reproducían, esa carga genética se afirmaba, iba a repetirse en su descendencia, con deformidades aún peores. Se creía en una decadencia social, asociada a trastornos como el alcoholismo, las “sexualidades diferentes”, la tuberculosis... En la Argentina de los años ’30 tuvieron mucha repercusión las teorías biotipológicas del italiano Nicola Pende y las del médico argentino Nerio Rojas. Pero lo sorprendente es que, hoy, sus postulados, ya obsoletos, se siguen utilizando como referentes en la jurisprudencia argentina. Por otro lado, en el caso de la sexualidad femenina “desviada” no hubo una actitud sancionadora, pero sí la hubo entre los varones. Como los padrones electorales se armaban sobre la base de los padrones militares, los varones homosexuales no votaban ya que no pasaban las revisaciones médicas. Se suponía que en el Ejército no había homosexuales, pero no era así: los estudios de casos se hacían justamente en cuarteles, reformatorios, orfanatos. Se pensaba que donde se juntaban muchas personas del mismo sexo iban a caer en relaciones sexuales homosexuales.

La salud pública es uno de tus principales temas de investigación. En tu último libro mostrás un sistema muy diferente del actual.

Ramacciotti: –Es que durante el peronismo, la salud pública tuvo un papel destacado dentro de las acciones de gobierno. Hay que pensar que la Secretaría de Salud Pública contaba con un presupuesto abultado que hasta permitió duplicar las camas disponibles en todo el país. En los años ’40 el sistema estaba formado por hospitales públicos, los hospitales de origen étnico y los sindicales. A diferencia de lo que sucede en la actualidad, las clases medias y los sectores acomodados recurrían al hospital público y a los hospitales sindicales. La antinomia que nos dejaron los ’90, esa que dice que lo “privado” es mejor que lo “público”, es una construcción de las últimas décadas. Es probable que el sistema privado de salud responda mejor que el sistema público ante cuestiones no demasiado costosas ni ante largos tratamientos. No obstante, frente a problemáticas sanitarias que demandan tratamientos costosos y extensos el sistema público o sindical es el que todavía responde ante las demandas sociales. Los médicos y médicas siguen prefiriendo el hospital público para formarse. Y a pesar de las carencias, esta institución sigue teniendo gran valoración social.

¿Qué opinás de la Asignación Universal por Hijo?

Ramacciotti: –Es una política que amplía los mecanismos de redistribución social y que estuvo apoyada por un amplio abanico de sectores políticos e intelectuales, lo cual le da una legitimidad que potencia su implementación. Si bien interpela a las mujeres como supuestas organizadoras “naturales” de lo doméstico, los varones también pueden usar ese derecho. Pero en la práctica, se tiende a pensar que son las mujeres las que tienen que proteger las necesidades de los hijos/as y que son ellas las que deben realizar el trámite. Por otro lado, los requisitos de control sanitario y acreditación de la concurrencia a la escuela apuntan a reducir los niveles de analfabetismo y proteger la salud de las criaturas. Quizás, a futuro, el análisis de ambos criterios sirva para preguntarse por qué las familias no pueden cumplir con los dos requisitos, a pesar del dinero extra que cobrarían. Por último, y en relación con los derechos de las madres, insisto en la necesidad de guarderías para todas las clases sociales: que todas las mujeres puedan dejar a sus hijos en lugares idóneos mientras trabajan es un derecho básico que aún nos falta conquistar.

Las historiadoras Karina Ramacciotti y Adriana Valobra.
Foto: Constanza Niscovolos

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