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Viernes, 5 de noviembre de 2010

RESCATES

Margaret Anderson

1886-1973

 Por Aurora Venturini

Nació en Indianápolis y cursó estudios en el Instituto Anderson hasta graduarse de bachiller; luego ingresó al Western College For Women en Oxford. Fue la discípula sobresaliente del Priorato de los Filósofos del Bosque de Fontainebleu, que dirigía George Gurdjieff, y conoció a Georgette Leblanc y a Katherine Mansfield. Margaret era una mujer muy fuerte y acató la rigidez impuesta en el Priorato sin ninguna dificultad. Su voluntad férrea, enriquecida con los ejercicios psicosomáticos de ese instituto, la impulsaron a la difícil tarea de publicar los capítulos iniciales de la novela Ulises, de James Joyce, lo que le valió críticas negativas de una época pacata y reservada en Norteamérica. Ella y su colaboradora Jane se sintieron repudiadas y pararon en la cárcel cual viles malvivientes luego de saberse calumniadas y procesadas. Cuenta Margaret que las detuvieron y les tomaron las impresiones digitales y que se quemaron los números de los capítulos del Ulises, dados a la estampa con dedicación y mucho sacrificio. En París, en el año 1929, apareció la última edición del bellísimo texto, en la Little Review, con la siguiente explicación de Margaret: “Hemos presentado veintitrés movimientos del arte moderno, que representan a diecinueve países. Durante más de una década hemos descubierto, glorificado y matado. Hemos batallado, pasado hambre y arriesgado la prisión. Hemos obtenido el record de todas las manifestaciones más enérgicas del arte contemporáneo. Los archivos de la Little Review constituyen un cine del arte moderno. Nuestra misión ha terminado. El arte contemporáneo ha llegado y durante cien años quizá sólo existirá la repetición”. Este testimonio consta en el libro The Fiery Fountains, publicado en ediciones Hermitage House. La editora asistirá a las clases de Gurdjieff y sus discípulos selectos en Weigh Play House, de Nueva York y en Carnegie Hall. Nos referimos a los tiempos norteamericanos del Priorato de Fontainebleu. En el primero de los centros culturales citados, el filósofo enseñaba la ciencia exacta del hombre y su comportamiento; una ciencia suprema de Dios, del mundo, del humano, una ciencia que se encuentra fuera del campo del alcance o de la concepción de los sabios y de los psicólogos modernos. Invadiendo la selva salvaje de los llamados Filósofos del Bosque hallamos aproximaciones a hechos y manifestaciones esotéricas devenidas de antiguos textos y escritos indios y africanos, afincados en la ciencia matemática, que es la más ideal de la ciencias porque se nutre de entidades sólo representables. Los maestros, mediante diálogos de apariencia elemental, intentan llegar al subconsciente y actualizar hechos pasados que el sujeto defiende como reserva de propiedad privadísima. Dice Margaret: “Para mí, lo más sensacional del trabajo de Gurdjieff es una especie de sentido sublime. Quiero expresar que mi experiencia se ha parecido a menudo a la de aquel iniciado de la Antigüedad a quien un amigo preguntaba qué había sentido cuando le habían confiado los secretos de una sociedad ocultista, y el interrogado respondió que se había tratado de imbécil por no haber aprendido por su cuenta”. A partir de lo dicho por Margaret Anderson, nos atrevemos a declarar que en las enseñanzas para armonizar las fuerzas del hombre del Priorato hay ciencia matemática sumada a prácticas ocultistas y de trasmigración. En el Carnegie Hall se presentaba una serie de danzas con música de Harmann, muy percutiente. El maestro dirigía y exigía que al son de un determinado acorde los danzantes pararan sus ejercicios y algunos quedados en una sola pierna caían al piso. Estos bailarines, en sus giros, liberaban sus naturales aspiraciones e imaginaciones; manifestaban sus violencias, calmas, furores, sentimientos amorosos, y todo cuanto guarda en su interior ansioso la persona humana. Margaret definió su decisión de publicar el Ulises de Jame Joyce, una maravilla literaria capaz de subyugar los tiempos y sus circunstancias... Ella preguntó al maestro: “Quiero saber qué es Dios”. Contestó el filósofo: “Usted sube demasiado alto”.

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