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Viernes, 26 de noviembre de 2010

TEATRO

Sangre y swing

Gran musical con un toque brechtiano, Chicago ha vuelto a la cartelera porteña con todo su jazz, las coreos envolventes de Bob Fosse y esas dos chicas fatales, Roxie Hart y Velma Kelly, bailando y cantando por un sueño: ser famosas.

 Por Moira Soto

Aunque después de la explosión mundial que suscitó la reposición en 1996 –con coreografías de Ann Reinking en el estilo de Bob Fosse–, quedaron en primer plano los nombres de Fred Ebb (libro, con participación de Fosse)), John Kander (música) y desde luego, BF, la verdad es que unas cuantas mujeres estuvieron en el origen de este vodevil musical estrenado (y cuasi fagocitado entonces por A. Chorus Line) en 1975, con Gewn Verdon (reemplazada por la juvenil Reinking en 1977) y Chita Rivera.

En el arranque, tenemos a las asesinas históricas Beulah Annan –ama de casa– y Belva Gaertner –cantante de cabaret–, cuyos procesos judiciales cubre la periodista Maurine Dallas Watkins durante 1924, para el Chicago Tribune. Incitada por la repercusión de sus notas, MDW presenta en 1926 la obra de teatro The Brave Little Woman, luego retitulada Chicago or Playball y finalmente Chicago, a secas. Esta pieza es adaptada para el cine por Lenora J. Coffee en la producción de 1927 que interpretaron Phillis Haver en el papel de Roxie (Beulah) y Julia Faye como Velma (Belva). Maurine escribió más de 20 obras teatrales y fue guionista en Hollywood, pero el guión de la segunda versión cinematográfica de Chicago, Roxie Hart (1942), lo pergeñó Nunnally Jonson, mientras que Ginger Rogers encabezó el elenco, donde hacía un rol secundario Helen Reynolds, encarnado a Velma.

Sin dejar de reconocer a full el genio de Fosse, vale remarcar que en los ‘60 la idea de tomar la obra de Watkins para convertirla en un musical fue de Gwen Verdon, a la sazón esposa del gran coreógrafo (y mediocre realizador de cine). La ex periodista se resistió, pero al morir en 1969, legó los derechos a la pareja. Reinking, por su lado –amante del creador de Pippin, Sweet Charity, Cabaret y otras maravillas–, además de impulsar el revival 1996 de Chicago, fue la artífice del magnífico homenaje Fosse, de 1998, antología de sus coreos (que ya en 1999 bailó Julio Bocca en Broadway).

La incesante acción de este musical que seduce acá y en la China, sin metáfora, tiene lugar en los Roaring Twenties, en tiempos del charleston, el shimmy, el foxtrot. Regía la Ley Seca haciendo prosperar la fabricación clandestina y el contrabando de bebidas, en tanto que en Hollywood el mandamás de Motion Pictures, Will H. Hays, trataba de imponer un código que moderase la publicación de los escándalos estelares, tales como el divorcio de Chaplin y la adolescente Lita Grey, el asesinato del director Thomas H. Ince a manos del magnate Randolph Hearst (quien había querido matar al mujeriego Chaplin por retozar con Marion Davies). En esa etapa de entreguerras previa a la Gran Depresión, en una ciudad en parte dominada por gangsters mafiosos, transcurren las historias de Velma y Roxie, sus crímenes por puro despecho, la rivalidad en la cárcel, los arreglos con el abogado inescrupuloso y venal que las defiende. Ciertamente, Fosse y Ebb subrayaron la sátira corrosiva tanto a la corrupción en la administración de justicia como a la adición a la fama mediática para trepar en el mundo del espectáculo.

Así como algunas coreos de Nureyev, Balanchine o Petipa se siguen reponiendo porque son insuperables, del mismo modo la de Chicago (integrada a la puesta, el decorado, el vestuario, las luces) ya es un clásico absoluto, impensable de modificar. Salvo, obviamente, las variaciones de tonos y acentos según las latitudes y la diversidad de los elencos. El montaje que se ofrece actualmente en el Lola Membrives –supervisado por un equipo llegado de Broadway– irradia frescura y picardía, sin perder su trasfondo de negrura y cinismo. Aunque se pueda estar en desacuerdo con la elección puntual de algún intérprete, el resultado general es de un excelente rendimiento.

Si bien en los años ‘20 del siglo pasado aún no había hecho su aparición el film noir –aunque ya existían las películas de gangsters–, Velma y Roxie son dos chicas fatales con todas las de la ley (del hampa): con iniciativa en el sexo y el crimen, inescrupulosas para cumplir sus designios. Claro que en Chicago no conviene buscar ni héroes ni heroínas del lado de la virtud. Tampoco villanos de una pieza. Sólo se trata de gente del montón, que sobrevive a su modo, sin demasiada alevosía. Un universo que van pintando los precisos e intencionados diálogos y canciones, brillantemente traducidos. Y que se redondea gracias a esas coreografías sinuosas, envolventes, voluptuosas que sugieren mucho en lo narrativo, que se funden con la música y se deslizan en una escenografía minimalista que integra a la orquesta en un show que sigue siendo contemporáneo, chispeante, soberbio.¤

Chicago, en el teatro Lola Membrives, Corrientes 1280, desde $ 70, martes, miércoles y jueves a las 20.30; viernes a las 21, sábados a las 19 y 22.30, domingos a las 20.

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